Nuestra sociedad actual insiste en que las parejas disfruten juntas de su bienestar, y desea también que tomen en cuenta sus funciones sociales procreativas. Pero, ¿cómo combinar el estado de fusión de los amantes y el de convertirse en padres? En general lo conyugal, lo parental, y lo familiar pretenden vivir en armonía, sin sacrificar la realización personal o profesional de cada uno: “Arte o gymkhana, a priori cada uno sabe instintivamente cómo hacer una pareja y fundar una familia”6 (Darchis, Auffret, 2008). Así, la imagen tradicional de la construcción de la familia nos lleva a representar la llegada del niño en la pareja, como un resultado o incluso como el cemento esperado que consolida un vínculo. Pero, la transición de lo conyugal a lo parental no siempre es obvia para algunos enamorados, que temen que la llegada de un hijo pueda fragilizarlos (Darchis, 2018).

Voy a contar la historia de una pareja[1] enamorados el uno del otro y que nada puede separarlos. La vivacidad del fuego que los quema, los une fuertemente a la imagen de esas parejas eternas, como las de Eros y Psique; Tristán e Isolda (siglo XII); Romeo y Julieta (R. Montesco y J. Capuleto de William Shakespeare, 1597); Rhett Butler y Scarlet O´Hara (Margaret Mitchel, Lo que el viento se llevó, 1936); o Bonnie y Clyde; o Auguste Rodin y Camille Claudel; etc. Si estas parejas míticas parecen estar siempre congeladas en su felicidad, o incluso en su pasión, es porque intentan no cambiar nada para ser felices y, en particular, ¡no van a tener hijos! Su amor les satisface exclusivamente.

Ahora veremos, como una de estas parejas “anti-familia” que, sin embargo, quiere tener un hijo, trata de mantener los beneficios de las alianzas matrimoniales que se han organizado defensivamente en la misión de curar viejos sufrimientos, especialmente generacionales

 

Un amor ideal para dos

Hace varios años, Nadine y Serge se enamoraron perdidamente el uno del otro. Ambos se dijeron; “Eres el hombre de mi vida…la mujer de mi vida…Serás el padre (o la madre) de mis hijos”. Cuando se encontraron era obvio que eso era así. Anteriormente habían experimentado dificultades para establecer relaciones amorosas estables y satisfactorias, con sus antiguas parejas. Pero, ahora la idealización ha borrado toda crítica y autocrítica, ellos se encuentran satisfechos al extender este amor a primera vista que ha fundado su vínculo. Esta pareja, con la negación de las dificultades, parece eufórica, entusiasta, desbordante de actividades con un dinamismo inagotable, lo que le da también una omnipotencia maníca. En esta perpetua luna de miel, ellos forman juntos “un objeto pareja, un uno mismo común …con una fantasía de cuerpo común, ideal y omnipotente” (Decherf, Caillot, 1989, p.1329), que parece oponerse a la cuestión de la diferenciación, de la individuación.

Esta ilusión grupal (Anzieu,1975) se prolonga cuando ellos idealizan su pareja sin crisis, ni conflictos. están unidos en torno a placeres comunes, como su trabajo, que les permite pasar mucho tiempo juntos y viajar regularmente a países lejanos. Ellos se alegran de enriquecerse culturalmente compartiendo esta aventura conjunta. Su sexualidad siempre ha sido satisfactoria y hablan fácilmente de sus orgasmos y de los juegos sexuales que les encantan. Contra transferencialmente yo me inclino a creer que ellos buscaban suscitar envidia…

Jean Lemaire nos dice: “Al momento de establecer un vínculo amoroso, un proceso de idealización parece encontrar su camino en los primeros momentos de la existencia psíquica del niño” (Lemaire, 1979, p.72). Y en esta pareja, que prolonga su luna de miel como dos adolescentes, se tiene la impresión, en efecto, que cada uno quiere mantener este pecho bueno y gratificante, que tal vez cualquier objeto externo amenazaría. Las insatisfacciones o los descontentos parecen haber sido suprimidos por una negación de carácter mágico, para hacer perdurar ese vínculo a través de los años. Pero, en ese rechazo de la realidad, ¿existe una lucha contra el miedo a una desintegración, o contra ansiedades persecutorias? ¿Esta pareja, puede soportar una evolución madurativa y acceder a la ambivalencia? Y, sobre todo, ¿puede aceptar la crisis necesaria de un tiempo perinatal?

 

La sexualidad está ausente en el deseo de un hijo

Nadine y Serge vienen a consultar por consejo de la ginecóloga, porque tienen dificultad para tener un hijo, ahora que ellos van a tener cuarenta años. En la primera sesión, ellos explican que Nadine dejó de tomar la píldora después de dos años, y luego confiesan por lo bajo, que después de eso no han tenido relaciones sexuales. La sexualidad está ausente… ¿Podrían provocar una crisis las ansiedades despertadas?

Paralelamente a su deseo de hijo, ellos admiten que no tienen prisa de tener un bebé. Así mismo, expresan el miedo de perder su libertad y el deseo de prolongar su estado de enamoramiento, temiendo ser despojados de las ventajas de una vida sin hijo. Serge amaría “esperar, todavía, algunos años más para ser padre”. Pero, agrega: “habrá que hacerlo”. Nadine reconoce: “no soy una persona de niños, pero mi reloj biológico avanza, y sería razonable pensar en ello”. Con la necesidad de mantener un vínculo conyugal, la pareja parece incapaz de crear un cuerpo familiar. Ellos temen un cambio que se les presenta como insuperable.

Me da la impresión de que esta pareja está congelada en el tiempo y sin posibilidad de transformación, aquello que Kaës llama un pacto negativo estructurante y defensivo: “Yo llamo pacto negativo a la formación intermediaria genérica, que, en todo vínculo, ya se trate de una pareja, de un grupo, de una familia, o de una institución, mantiene en lo irrepresentable y en lo imperceptible aquello que pondría en tela de juicio la formación y el mantenimiento de este vínculo y las investiduras de las que es objeto.” (Kaës, 1989).

Su deseo de hijo no parece provenir de una presión exterior, responde a una necesidad de “conformidad”. Pero, en la resonancia del inconsciente que les hace retrasar la llegada de un hijo, ¿no habrá temores detrás de estas vacilaciones?

Esta contradicción masiva me hace pensar en una organización de tipo pareja anti-familia, tal como Decherf y Caillot lo conceptualizaron en 1988 en Gruppo, y luego en Psicoanálisis de pareja y de familia, en 1989 (cf. p. 123). En la pareja anti-familia, hay una primacía del placer conyugal: “La investidura de la pareja prima sobre la investidura familiar. Los padres continúan manteniendo una relación narcisista de pareja, que los hijos no deben perturbar”. (Decherf, Darchis, Knera, 2003, 2008, p. 83). Esta pareja no está disponible para un tercero y queda centrada en sí misma, considerando al niño que vendrá[2] como un exterior difícil de adoptar (Darchis, 2016). En cambio, Decherf y Caillot propones el concepto de familia anti-pareja, otra organización extrema en donde el hijo, sumamente presente, va a dominar, haciendo desaparecer la pareja en beneficio de la familia.

Detrás de estas organizaciones defensivas, existe, a menudo, un material infantil y transgeneracional que orienta a la pareja en una u otra de estas direcciones. Los traumatismos no elaborados pueden organizar un aglutinamiento familiar sin vida de pareja: anti-pareja; o al contrario un distanciamiento de lo familiar: anti-familia.

Pero, qué sucede con Nadine y Serge, comprometidos con un proceso que uno podría calificar de anti familia. El lugar de un hijo parece imposible, pero paradojalmente el deseo de hijo provoca un efecto de anti-pareja ¡con la ausencia de la sexualidad! Me pregunto: ¿qué es lo que no permite que una familia futura tenga lugar? ¿Será el bebé una amenaza, o es una paternidad imposible por una identificación temida con una pareja parental? Lo sexual se pone a distancia defensivamente: ¿es que hay una confusión entre lo familiar y lo conyugal?

En mi contratransferencia (CT) siento la paradoja del deseo que dice: “Venimos a verte para hacer un hijo y al mismo tiempo no queremos un hijo”. Me siento atacada, por momentos, por el carácter paradojal de su transferencia: ellos me perciben como aquella que va a ayudarlos a tener un bebé, aunque no lo deseen.

Frente a la paradoja, podemos sentirnos inmovilizados, lo que conduce a un pensamiento negativo. Tengo ganas de decirles: “Si no lo desean, por qué venir a verme”, y al mismo tiempo estoy conmovida, porque ellos experimentan una cierta desesperación que me dice que yo soy su “último recurso”. Es importante discernir la complejidad de la contratransferencia (CT), con el costado negativo que lleva en sí, pero, también la presencia de un impulso positivo (Eiguer,2019). Por un lado, ellos me atacan, y por el otro me conmueven con su demanda. Este movimiento paradojal parece coincidir con el impasse en el que ellos se pueden encontrar. La transferencia paradojal, se acompaña de una resistencia paradojal, y de una CT paradojal, en donde el psicoanalista puede estar en contradicción consigo mismo, como nos dice Anzieu. Es una manifestación del trabajo de lo negativo que puede impedir el trabajo psicoanalítico (Anzieu, D, 1975).

 

Un primer dispositivo: la terapia de pareja

Después de una sesión preliminar, les propuse que nos comprometamos a un trabajo de verdadera terapia de pareja (TC) con su encuadre y sus reglas. La pareja que tiene una gran necesidad está de acuerdo en realizar una sesión semanal, que facilitará la confianza y la alianza en la realización del trabajo. A partir de ahí podremos pasar a una sesión quincenal.

El encuadre establecido dará lugar al origen del apego y de las afiliaciones de la pareja (antes de la cuestión de la filiación y de la diferenciación de las generaciones). La solidez del dispositivo va a darle seguridad a la pareja y veo aparecer rápidamente los elementos de su historia; pero, ¡ya no hablan más del bebé!

Mi preocupación por sus sentimientos les dará el placer de hacer descubrimientos juntos; ellos están orgullosos de ello y marcan, en los movimientos de euforia, los momentos de click (insight) en el trabajo: “¡Ah, sí! ¡Nosotros somos verdaderamente así…Aún nos estamos descubriendo!

Al principio, siento que esta pareja funciona fuertemente con un “nosotros”. Luego de unas semanas, tengo la impresión de una unidad un poco magmática, indiferenciada, que se preocupa de lo actual y del presente, mientras le teme al futuro. Tampoco, llegaba a entender las dificultades individuales, ni las experiencias del pasado. Siempre estuvimos de acuerdo en un nosotros que primaba y se extendía al neogrupo (Granjon, 2007), vivido aquí como una pareja.

Pero, el trabajo de la terapia de pareja va a favorecer también, la expresión de sus temores y un desprendimiento progresivo del nosotros hacia un” yo” (“je”). Pudimos escuchar: “Si, pero, con mi madre no es fácil”. “Para mí también es difícil, mis padres no me quieren mucho.”

Nadine va a poder hablar de su madre, que es intrusiva y a la vez abandónica, y que no dejará mucho lugar para la llegada de un niño. Esta madre, con un funcionamiento así de paradojal, le demanda mucho a su hija, que se siente tironeada entre atacarla o hacer todo lo posible para ganar su amor. Siento la fragilidad de esta madre que puede decir: “Está bien que puedas tener un hijo”, pero, que probablemente diga inconscientemente: “Sobre todo, no debe haber un niño pequeño, sino voy a perder la relación con mi propia hija.”

Lo dicho por Nadine resuena en Serge que va a cuestionar su aparente independencia. Su discurso sobre la importancia de cuidar su libertad, oculta una gran necesidad de proximidad y de cuidados maternales. Serge, en su infancia, se vio obligado a ser autónomo muy precozmente, y él está contento de haber encontrado una compañera que le aporta aquello que él no tuvo cuando era niño. La maternidad de Nadine se hace eco de los abandonos de du infancia. ¿El niño que llegará a la pareja, no tomará su lugar dándole el sentimiento de estar nuevamente descartada y rechazada?

Ellos comprenderán algunos de sus funcionamientos. Nadine trata de romper la fusión con su madre para poder hacerla en su pareja, y Serge busca sus satisfacciones infantiles. Nuevamente percibimos un vínculo paradojal, ellos son a la vez autónomos, se han liberado, pero dependientes uno del otro.

Con respecto al funcionamiento de sus familias respectivas, se identificarán progresivamente las resistencias a la paternidad. La llegada del niño será cuestionada en el seno de la pareja, que, tras una apariencia de independencia, lucha contra las ansiedades de separación.

Las preguntas sobre el niño por llegar, van evolucionando en el discurso, en lugar de estar solo en la horizontalidad de su historia, vamos a comenzar a entender la verticalidad de lo generacional. Cada uno de los cónyuges piensa en su propia infancia en la cadena generacional, en el lugar que tuvo y en el que no tuvo.

Después de varios meses, retomamos el tema de la sexualidad, muy presente en las terapias de pareja (TC), vuelven a tener contacto sexual, retornando la satisfacción sexual. Y, es así que un bebé en el útero se hace presente entre nosotros.

 

Pasaje a la terapia familiar en los tiempos del embarazo

Estamos en terapia de pareja y un embarazo, que puede verse como tardío en esta pareja cercana a la cuarentena, y que va a llegar después de diez meses de trabajo terapéutico. Ahora, la pareja va a abordar su proyecto de paternidad, nosotros conduciremos hacia un trabajo más de tipo familiar (Darchis, 2000).

Les propongo que a este cambio le demos el nombre de Terapia Familiar. Se tratará de continuar con el trabajo iniciado, pero funcionando a otro nivel. En efecto, el embarazo favorece la regresión y los hallazgos más arcaicos, especialmente en el regreso de las experiencias infantiles; lo que permite esbozar la construcción de la familia en referencia a las familias antiguas (Darchis, 2016).

La gestación es un momento fecundo para reactualizar y transformar la herencia psíquica, para rediseñar un nuevo contenido familiar con la diferencia de las generaciones. Y en las sesiones siguientes, parece que la pareja se compromete con este trabajo psíquico necesario en peri natalidad, alrededor de lo que es un padre, una familia, un bebé.

Pero, las imágenes angustiantes van a aparecer en relación al miedo de maltratar a un niño. Los tiempos del embarazo despiertan experiencias perturbadoras, incluso aterradoras, a los futuros padres. “Si nuestro hijo es difícil, ¿no lo vamos a maltratar?”, dice Nadine, que tiene miedo de que su pareja no esté disponible para sostenerla. “Me veo sola, desbordada por el niño”. Serge parece aturdido, ¿podrá acompañar a su mujer, o podrá ocuparse del niño? En esos momentos, se siente que casi experimentan odio por el niño, o incluso el odio al feto que podría denunciar un maltrato parental (Darchis, 2013).

Veo una pareja angustiada, casi asustada, frente a un porvenir difícil de considerar. Mi CT sigue evolucionando, creo discernir un reproche transferencial, como si me dijeran: “¿por qué tenemos que tener un niño al que podemos maltratar y que nos puede demoler?”. También, escucho su angustia infantil: “somos nosotros como hijos que odiamos a nuestros padres”. Me pregunto si fui yo quien los animó al cambio y a tener a este hijo antes de tiempo. ¿Odiarán también, a la psicoanalista? ¿Tal vez, al pasar a la TF, el feto se hizo muy presente? ¿Puede esta TF, con la maduración de los procesos que permite el embarazo, amenazarlos con el derrumbe como en las psicosis puerperales?

Tendré que soportar este malestar y aceptar el dilema de acoger sus miedos y seguir trabajando en su historia. Porque veremos que, desde el comienzo del tratamiento de la pareja, la transferencia y la contratransferencia hablan de la historia familiar, que va a tener todo su sentido en el despertar de los viejos traumatismos. La TF en los tiempos del embarazo, va a favorecer cierta recuperación de la herencia familiar, para construir algo nuevo (Darchis, 2016)

 

Las imágenes parentales fallidas en un clima incestual

El embarazo continúa y Nadine busca las soluciones para proteger al niño de su maltrato potencial imaginario. Un poco desesperada, dice que va a llamar a su madre para que la ayude. Pero, nuevamente, está estresada, sobre todo porque ha tenido un sueño terrible: “Sueño que me acuesto con mi madre, y lo peor es que me da placer. Pero, al despertar me parece tan monstruoso que no pude contártelo”, le dice a su pareja.

¿Podemos pensar que el niño es en la fantasía, el asunto de esta relación incestual? Se confirma ahora, la dificultad de un lugar para el niño, entonces, cómo puede suceder cuando la incestualidad cancela los orígenes en la indiferenciación generacional.

Nadine, nos cuenta, que también tuvo, al comienzo de su embarazo, sueños de relaciones sexuales con sus antiguos amantes, y que va a decir las cosas que no se atrevió a compartir previamente. Cuenta con tristeza, y hasta miedo, las escenas en que ella, en otro tiempo, compartía con su madre a sus antiguos amantes.

Con su costado narcisista de adolescente, la madre salía de noche con ella, y luego cada una dormía con los amantes de paso, la hija antes que la madre y viceversa. Ellas llegaron a ser “como amigas”, dice Nadine, que no tiene una verdadera representación de lo que es una familia. ¿Cómo llegar a ser padre con esta herencia “de abuso sexual?

Veamos, ahora, la cuestión de la relación con su padre, hubo múltiples separaciones en la pareja de sus padres, y Nadine ve a su padre como una figura distante. Cuando finalmente, la pareja parental se separó, ella se quedó sola con su madre.

¿El padre estaba huyendo de la relación con su hija? ¿Es posible que él la haya puesto en el lugar de mujer, más que de hija? ¿O su madre la alejó de un padre incestuoso de fantasía? Todas estas imágenes giran en mi cabeza y pienso en el trabajo de Racamier sobre la incestualidad como un clima sin pasaje al acto (no incestuoso), pero, que, en la vida familiar crea la impronta del incesto.

Para Paul Claude Racamier, la incestualidad, califica aquello que en la vida psíquica individual y familiar lleva la impronta del incesto no fantaseado, sin que se cumpla necesariamente de forma genital. Los sueños donde se muestra claramente el incesto, sin ningún trabajo de deformación, no son sueños edípicos, sino incestuosos, no proceden de ningún trabajo de simbolización (Racamier, 2010)

Las angustias de Nadine hacen eco con la familia de Serge, quien va a revelar que hacían diferencias dentro de la fratria. Los dos hijos mayores fueron valorados, y él, el menor, el no deseado, fue rechazado. Se sentía como el patito feo que empujaba a todo el mundo, parecía confundirse con antepasados vergonzosos de los que la familia evitaba hablar, y sin saber por qué esas rupturas fueron definitivas.

Me pregunté, en silencio, si en lo generacional de la familia de Serge, no había secretos vergonzosos de incesto, o si él fue hijo de una infidelidad… ¿O puede ser que haya sido confundido con un retorno negativo de los efectos fantasiosos?

En su familia, Serge, es portador de una vergüenza, que hizo eco con aquello que vive Nadine. Rechazado en la infancia, él construyó una autonomía precoz para poder salir de allí. Muy temprano flirteó por todos lados, pero cuando encontró a Nadine fue como si hubiera “encontrado una familia… un alma gemela” una identidad portadora de completud, y ya no era necesario desorganizar ese sistema. Se puede comprender porque la llegada de un hijo era tan temida para Serge, sentirse excluido por el niño le resonó con un traumatismo alrededor de su propia exclusión. El miedo de maltratar al niño revela un sufrimiento familiar antiguo. ¿Es también, un retorno de los celos y la envidia hacia el hijo?

En mi CT siento estas funciones familiares declaradas como vergonzosas, incluyendo el sueño “incestual” de Nadine, y hablar de ello es doloroso, difícil de tratar ya que la pareja está tan aturdida por el despertar de esta vergüenza. Cuando el psicoanalista está también capturado, es que se han tocado núcleos importantes. Por lo tanto, voy a proponer esas representaciones que se manifiestan como necesidades que hay que verbalizar, para poder salir de ello. Para no confundir con la nueva familia, durante el embarazo, deberán expresarse los traumatismos generacionales y los secretos de familia. Les digo que los sueños relativos a la madre o a los amantes compartidos, son el material necesario para reelaborar y poder diferenciarse. El reencuentro con estas viejas experiencias es una oportunidad para volver a ponerlas en escena, en palabras, o a veces con la ayuda de los sueños, lo que permite liberarse de las repeticiones en su futura paternidad. Les muestro la riqueza del proceso que se realizó, y subrayo que el sueño es un trabajo del costado de lo imaginario y de las fantasías. Esto aliviará a los futuros padres y aliviará las ansiedades y la vergüenza, ya que subrayé la necesidad de trabajar este material.

Entonces, el apaciguamiento se instalará y en algunas de las sesiones siguientes, disfrutaran de la alegría de esperar un bebé.

 

Un nudo traumático. ¿Hija o madre nazi?

Pero, los futuros padres vienen de saber por la ecografía que se trata de una niña, y Nadine vuelve a tener nuevas angustias. Tiene miedo de rechazar a su hija y Serge no puede soportarlo, dice: “No debemos rechazar un hijo, es una desgracia para toda la vida, para él”. Nadine, dice con susto: “Pero, tengo miedo que ella sea fea como una nazi”. Y ella banaliza: “¡Todos los padres deben tener miedo de tener un hijo feo, sobre todo para una hija, la fealdad es terrible!”

Me quedo con la palabra nazi y mi “escucha ventrílocua” me lleva a esta pregunta: ¿de qué habla? Me pregunto sobre la palabra nazi, que podría evocar una catástrofe imposible de nombrar en su familia.

Retomo con los futuros padres: “¡Tener miedo de que una hija sea fea como una nazi! ¿Cómo comprender esa palabra? ¿Es que en su familia se habla de nazis?”

Nadine no puede ver la conexión y tengo la impresión de haber tirado un adoquín a un estanque.

Pero, en el comienzo de la sesión siguiente, ella dirá: “No lo va a creer, pero le pregunté a mi madre si por casualidad, en otros tiempos, hablábamos de nazis en la familia, porque una psicóloga nos lo preguntó…” Y pálida, la madre respondió: “¡Pero, por qué deseas que hablemos de esa sucia nazi! ¿De qué nazi hablas mamá? “Lo sabes bien, esa sucia alemana, la madre de tu abuelo, la madre de mi padre, que abandonó cobardemente a sus dos hijos pequeños, al final de la guerra”. Los dejó con el padre que era francés. Más tarde, el abuelo materno de Nadine, ese huérfano de madre, decía al hablar de su madre biológica: “Esa sucia nazi” y la madre de Nadine recordaba bien esa expresión. Nadine comprenderá que se trata de un ancestro alemán del que no se habla explícitamente en la familia, como algo prohibido de decir o de saber, lo que hará eco con los secretos de la familia de Serge.

El origen de la obsesión, sobre todo con la palabra nazi, proviene entre otras cosas, del silencio de la historia familiar relativo a una madre que maltrató a sus hijos y los abandonó de manera vergonzosa. Aquí, los ancestros dejaron una página en blanco que era necesario descifrar, el odio transgeneracional, estaba destinado a una madre de otros tiempos designada como mala y por ende fea. La palabra nazi, viene a mostrar una obsesión, un efecto fantasma, a la manera de la teorización de Abraham y Torok (1978). Es importante subrayar, que, durante el embarazo, el niño por venir es como un imán que va a captar las representaciones y las experiencias antiguas de la familia, incluyendo lo que queda de la confusión y el silencio, “La llegada de un bebé puede volverse amenazante cuando la confusión de generaciones coloca al niño y a la nueva familia en un escenario de tiempos pasados. En la confusión que no puede transformar, ni elaborar los sustos y los traumatismos viejos, los padres luchan contra aquello que resurge violentamente con la forma de un material angustiante, de efecto de fantasma, o de una extrañeza inquietante” (Darchis, 2010).

Aquí está todo condensado: mala madre, fea, nazi, niño huérfano y maltratado.

Ese momento será un verdadero punto de inflexión en la TF. Durante muchas sesiones se trabajará sobre la diferenciación de las generaciones. La pareja de los futuros padres accederá a la comprensión de defensas generacionales en la familia, a las alianzas negativas, y a la dificultad de identificarse con un padre. Ellos comprenderán, también, que tienen necesidad de construir un vínculo anti-separativo para luchar contra la experiencia del abandono familiar. Una madre fantaseada que corre el riesgo de abandonar al hijo, tentada, por el contrario, a quedar en una proximidad excesiva, como en los vínculos de incestualidad. La pareja puso distancia de la paternidad, como así también del niño, para no reproducir el traumatismo.

Comprendemos juntos como los miembros de las familias respectivas establecieron, con gran ambigüedad, un vínculo paradojal anti-separativo de proximidad, y al mismo tiempo de distancia y de abandonos. La llegada de un hijo puede alterar esas alianzas inconscientes protectoras, organizadas en la fundación de la pareja. Esto puede socavar los acuerdos de colusión del vínculo conyugal. La pareja se vio sometida a la prueba de la familia.

 

Continuación del trabajo

Para terminar, solo mencionaremos que la familia recibirá con alegría a la hija, pues, este trabajo continuará algunos meses después del nacimiento del bebé. La pareja construirá una nueva familia alrededor de esta figura antigua de la bisabuela de Nadine, imaginando las lágrimas y el sacrificio que habrá tenido que hacer esta mujer, tal vez admirable. Ellos dicen: ella debe haber dejado sus hijos, para no sumirlos al oprobio social y a la vergüenza correlativa. ¿Separarse de sus hijos, pudo haber sido un gesto de amor? (Bonet, 2001), se preguntan los jóvenes padres. La novela será reestructurada para construir la imagen de ancestros bastante admirables, teniendo que sacrificarse para proteger su descendencia.

Se puede observar también, un tiempo de fusión padres-hijo, retornando la necesidad de reparar los viejos sufrimientos familiares, y ese funcionamiento “confusional”, pasajero, será también, un anclaje necesario en los orígenes. Como lo muestra Alberto Eiguer: “El antepasado transmite los mitos que estructuran la familia…Lo ancestral reformula la problemática de la paternidad”. El deseo de hijo, se define entonces en relación con “el objeto transgeneracional en la base de los trastornos”. Pero, el sujeto (o la pareja) “intenta existir por sí mismo y sin el peso del tiempo pasado…versus ese objeto transgeneracional”. También es “necesario estudiar la herencia estructurante, al mismo tiempo que la herencia des estructurante, esa parte maldita de la herencia.” (Eiguer, 1997, p. 67).

Después de esta tendencia parental de posicionarse en una familia anti-pareja, la vida conyugal retomó progresivamente sus satisfacciones, y el niño pudo desarrollarse favorablemente en un lugar singular en sus primeros meses. Todo el arte de formar una pareja y una familia, necesita de una flexibilidad de movimientos psíquicos entre el pasado, el presente, y el futuro. Aún, es necesario poder comprender las alianzas y los pactos que organizan los vínculos conyugales, y encontrar el impacto de las historias familiares en la filiación de cada uno.

 

En conclusión

La indicación de una terapia psicoanalítica de pareja, y luego de familia, ha sido pertinente en este tipo de transmisión generacional patógena. Los viejos traumatismos reconocidos, o al menos imaginados en las organizaciones de supervivencia, conducen a un trabajo de transformación en la simbolización y la elaboración. Ayudar a extraer la nueva familia de la ley del silencio familiar (Darchis, 2018) que organizó los vínculos en el telescopaje entre el presente y las antiguas vivencias, da sentido a las defensas movilizadas. Las fantasías con sus efectos (cf. la palabra nazi) toman su lugar como tales, y se instaura la diferenciación de generaciones en la liquidación de las repeticiones y de la confusión generacional.

Con este trabajo de elaboración psíquica, se realiza una verdadera prevención en este período de crisis deconstructiva-reconstructiva, necesaria para la pareja ante la llegada del hijo. La familia se acompaña así, en su reelaboración creativa, de la confusión generacional y de las fantasías (Abraham, Torok,1978), y de la paternidad confusa (Decherf, Darchis,2000).

 

Élisabeth Darchis

Psychologue clinicienne, Thérapeute psychanalytique de groupe, famille et couple. Présidente AENAMT et SIPFP. Membre STFPIF, SFTFP, SFPPG, AFCCC, WAIHM, MARCE Responsable pédagogique d’un DU – Diderot/Paris 7. darchiselisabeth@orange.fr

Traducción al español: Graciela V. Consoli

Derechos reservados

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Resumen

La llegada de un hijo a la pareja obliga a una reorganización psicológica de las alianzas fundadoras de la conyugalidad, desde el momento del embarazo, o incluso antes del deseo de tener un hijo. La pareja que se enfrenta a la prueba de la paternidad se ve sacudida, especialmente cuando los vínculos conyugales se han organizado en un amor exclusivo que lucha contra el sufrimiento generacional. La terapia de pareja y, luego la terapia familiar, ayudan a comprender la resistencia a ser padre en una pareja antifamiliar. Los movimientos transferenciales y contratransferenciales durante la terapia nos permiten comprender las organizaciones defensivas del grupo, frente a los traumatismos silenciados en las familias de origen.

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Résumé

L’arrivée d’un enfant dans un couple oblige à un réaménagement psychique des alliances fondatrices de la conjugalité, dès le temps de la grossesse, voire en amont dans le désir d’enfant. Le couple à l’épreuve de la parentalité est bousculé, surtout lorsque les liens conjugaux se sont organisés dans un amour exclusif qui lutte contre des souffrances générationnelles. La thérapie de couple, puis la thérapie familiale, aide à comprendre les résistances à devenir parent dans un couple anti-famille. Les mouvements transférentiels et contre-transférentiels lors de la thérapie nous livrent une compréhension des organisations défensives groupales, face aux traumatismes mis sous silence dans les familles d’origine.

 

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Summary

The arrival of a child in a couple requires a psychic reorganization of the founding alliances of conjugality, from the time of pregnancy, or even upstream in the desire for a child. The couple in the test of parenting (parenting-proof couple) is jostled, especially when marital ties have been organized in an exclusive love that fights against generational suffering. Couple therapy, then family therapy, helps to understand the resistance to becoming a parent in an anti-family couple. The transferential and counter-transferential movements during therapy give us an understanding of group defensive organizations, in the face of the traumas overlooked in the families of origin.

 

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Notas:

[1] Caso clínico mencionado en 2018 en Le Divan Familial,41, In Press, y en 2021 en Les Cahiers N° 2 de la APPCF, L’Harmattan

[2] En este caso la familia que se construye puede convertirse en un caldo de cultivo para las carencias, el abandono y el maltrato.