Decidir una separación conyugal es un proceso doloroso y difícil que suele remitir a sentimientos de fracaso por no haber logrado cumplir con algo que en algún tiempo anterior constituyó ilusión. Esta decisión que puede ser individual o de ambos miembros, afecta a muchos más que a los que toman la decisión.

Se puede analizar este proceso a la luz de diversas variables que entran en juego.

  • Variables personales: la edad de los partenaires; el tiempo de convivencia de la pareja como tal; el acto disparador que lleva a decidir por la no convivencia y la significación que ese acto tenga para quien decide la ruptura del vínculo.
  • Variables históricas: la historia singular de cada uno de los cónyuges y cuál es la representación que construyó del otro; la familia de procedencia donde se formó; los valores inculcados y los modelos observados acordes a conductas de los padres y de integrantes relevantes de la macro -familia.
  • Variables socioculturales: La imagen del poder, las formas de acceder a lo buscado, lo legítimo y las trampas, la articulación entre lo verbal – declamatorio y lo gestual. Lo que se transmite al educar, y la letra chica de lo implícito pero evidente en el contrato de la pareja.
  • El mundo interno de la pareja: cada uno se posiciona en una relación vincular polifacética que varía según circunstancias, desafíos, oportunidades y -en el proceso de la cotidianeidad- surgen significaciones intrapsíquicas e intersubjetivas que se denotan en actos recíprocos y para con terceros. En este proceso cabe destacar la reiteración en las conductas que generan conflicto e insatisfacción.

 

Decidir estar y vivir con otro requiere cierto contrato explícito y/o implícito entre ambos, que incluye acuerdos sobre intereses, gustos, costumbres, proyectos, centralizar lo importante para cada uno y la atracción física, psíquica y social con un componente frecuente que es la admiración. En el sentimiento amoroso hay una sinergia constante de proyección – introyección al principio de la relación. Después lo cotidiano nivela la ilusión y los pedestales en los que cada uno colocó al otro adquiere otra realidad. Esa realidad que gradualmente descubre uno del otro, profundiza el verdadero conocimiento mutuo y requiere de madurez y equilibrio de ambos para sopesar el advenimiento de los cambios en la mutua mirada.

 

Lo explícito y lo tácito del contrato conyugal

Se suele considerar que se conoce al otro en el período inicial de enamoramiento y como esto corresponde más a una creencia que a una realidad, el margen de error es grande. Son versiones personalizadas de lo que cada uno cree y quiere pensar del otro. Además, gusta escuchar contar al otro una versión tan mejorada de uno mismo. Este inter- juego de idealizaciones recíprocas (mecanismos de introyección y proyección), forma parte de los fracasos posteriores al no soportar una visión más realista.

En las parejas actuales hay un predominio de información centrada en imágenes las que se ocupan de difundir en las redes sociales. En las parejas tradicionales el conocimiento tardío residía en que mantenían un menor tiempo de contacto entre ellos y a medida que el conocimiento se profundizaba, esto aceleraba la des-novelización de la historia.

Cuando los matrimonios ya no fueron arreglos concertados por la familia y la unión se definió por decisión de los futuros cónyuges, se logró superar que las decisiones se tomaran por conveniencias familiares por las que se pactaban uniones sin considerar la decisión de los contrayentes. Al cambiar esto, la mayor parte de las parejas fueron libres para elegirse, pero aún sin lograr plena consciencia de los procesos inter- transferenciales ni de las respectivas investiduras por posiciones edípicas y complejos fraternos en la historia de cada familia.

 

Las situaciones difíciles, las crisis y el grado de madurez de cada partenaire

En la historia de convivencia de una pareja, se suscitan situaciones difíciles que traen consecuencias. Por ejemplo:

  • La pérdida del trabajo de alguno de los cónyuges, ¿podrá ser aceptada por quien la padece y en ese caso será respaldada por el otro cónyuge con sostén afectivo, comprensión y ayuda económica? Hay variables a tener en cuenta: ¿Fue provocada esa pérdida por el despedido? ¿Cuál es la configuración de esa situación? ¿Es una situación que se repite con frecuencia en el tiempo? ¿Qué factores intervienen allí que remiten a pensar en una compulsión a la repetición? ¿Es la búsqueda inconsciente del fracaso como desenlace? ¿Y cómo sostener esta situación cuando logra una modificación permanente de roles? Esto es posible y no genera conflicto en la pareja cuando se acomodan las funciones de cada uno y se descubren ciertas ventajas, o no hay tal acomodamiento y aparecen claras las falencias que alteran la imagen del otro hasta generar un perturbador sentimiento de frustración y rechazo.
  • La llegada de los hijos suele generar alegría, expectativa y comprueban lo que pueden crear juntos. Es un momento exultante. Durante el embarazo aún siguen siendo dos, los cambios son graduales y suelen dar tiempo para la adaptación psíquica a ese nuevo ser por venir, para imaginarlo, representarlo, poner en palabras sueños y temores, prepararse para recibirlo haciendo espacio físico y cuna psíquica. Al llegar el niño crecen las tareas, las responsabilidades, el cansancio, la necesidad de ayuda, lo que provoca que otros circulen por el nidito de amor que ya no parece lo que era. Es frecuente sentirse corrido de lugar en la pareja, en cuanto a la importancia afectiva que ocupa el niño para el partenaire. La fascinación por el niño, – que es la viva imagen de tal o cual ancestro valorado, para el cual se perfilan proyectos del “contrato narcisista” (Piera Aulagnier), – es válido para ambos padres e intervienen ambas familias. Las alegrías predominan y compensan los esfuerzos, aunque no siempre acallan los reclamos de una y otra parte, pero éstas suelen apaciguarse con cada mohín del niño y cuando el deseo de fecundidad, el deseo de embarazo y el deseo de hijo (Lebovici), han estado y siguen presentes. La pareja conyugal ha devenido pareja parental. Pero ¿qué sucede si el niño que nace es diferente a lo imaginado, si no responde a las pautas de idealización parental y familiar, si se produce un desbalance notorio entre la realidad de ese niño, los esfuerzos que demanda, las consultas especializadas que se multiplican y los diagnósticos desalentadores o al menos muy cautos? Todo esto pone a prueba los organizadores del equilibrio psíquico de la pareja y puede desencadenar diversas respuestas como acusaciones, rastreo de causalidades genealógicas buscando responsabilizar al portador de la genética. Surge la fantasía de abandono, la huida del hogar conyugal como modo de negación efectiva de esta dolorosa realidad, aunque la clínica permite ver otras reacciones como el sentirse hijo como un angelito necesitado de la protección de ambos para toda la vida.
  • El sentimiento de frustración ante expectativas que no se concretan en situaciones de embarazo y parto recientes y ante la llegada del nuevo bebé se pueden generar desajustes en la armonía de la pareja, cuando cada uno no interpreta lo que precisa el otro y actúa equivocadamente a las expectativas. Surgen quejas, reproches, malestar entre ellos. La mujer espera un apoyo en la tarea que no llega de parte de su pareja y el hombre siente que ella no es la misma con él en cuanto a la calidad de atención. Ambos se sienten relegados.
  • La pérdida de un hijo genera un dolor y desgaste tan intenso que suele acabar con la pareja -si no encaran con prontitud un proceso psicoterapéutico que les permita y ayude a sostenerse el uno al otro desde el acompañamiento-, por ser los únicos que comparten ese infortunio con un ser gestado, soñado y criado por ellos. A veces el desenlace se produce con la muerte, pero los reproches, el distanciamiento, el encono deviene desde antes de tener clara la enfermedad o en caso de accidente también incentiva reproches que señalan posibles responsabilidades. El dolor no puede tolerarse y la separación es un modo de cambiar la figurabilidad de esa pareja para ambos. Otras veces pueden sostenerse con la ayuda de un entorno continente y comprensivo y cuando hay otros hijos, los que suelen ser puntales y necesitados de apuntalamiento. La llegada de un nuevo hijo restaura la fantasía de daño interno siempre que no se fomente la negación de la muerte sucedida con la idea de suplantar un hijo por otro.
  • La ausencia de hijo por dificultad para concebir es también un factor desequilibrante en la pareja cuando esta quiere concebir un niño, buscando un embarazo sin lograrlo. Circulan las consultas médicas, psicológicas, hasta pueden apelar a influencias esotéricas. Emergen ideas de ser castigados por errores cometidos, abortos anteriores, deseo temporario de no tener hijos, acusaciones de una parte hacia la otra. Cuando la pareja calma su ansiedad, no habiendo un impedimento físico, la posibilidad de concepción se concreta. Ante un impedimento físico para la concepción, surge la posibilidad de la adopción o recurrir a la fertilización asistida con sus variantes. Ambas situaciones son diferentes y requieren de planteos claros entre los miembros de la pareja para saber entre ellos y en su intimidad hasta donde están dispuestos a responder a las exigencias de cada situación, la paciencia, la tolerancia a la frustración ante las expectativas malogradas, la exposición del cuerpo y del psiquismo a las pérdidas de embriones que no prosperan o en el caso de la adopción al riesgo de que una vez establecido un vínculo con un niño este no sea finalmente entregado a ellos, por ejemplo.
  • La negativa a ser padres, esta es otra situación a considerar, sobre todo cuando no es compartida por ambos, vale decir, cuando uno de ellos quiere tener un hijo y el otro no. Es importante en estos casos que cuando establecen su contrato en el tiempo del conocimiento y puesta en común de proyectos, sean sinceros y aclaren este aspecto, de modo que quien no coincida con esto, cuente con la posibilidad de aceptar o no esta decisión unilateral que los afecta a ambos. Más complicado resulta cuando esto no se aclara, se alienta la idea, se avanza en la construcción de la pareja y luego surge en uno de ellos el planteo de la idea de no procreación sin opciones de revisión. Puede que el cónyuge lo acepte y se adapte dando cauce a las ventajas de esa decisión sublimando la necesidad con alguna otra responsabilidad y gratificación, o que no pueda aceptarlo y se encamine la ruptura del vínculo.
  • Las aventuras amorosas por fuera de la pareja, ocasionan dolor, sorpresa ante la traición, deslealtad, ruptura del pacto de fidelidad, donde la presencia de un tercero por fuera de la pareja activa el sentimiento de intrusión. Surgen las preguntas acerca de las responsabilidades de cada uno cuando la pareja se permite pensar y no solo acusar y expulsar. Factores éticos acerca de lo tolerable y lo intolerable tienen su peso en el equilibrio de las pulsiones puestas en juego y de las investiduras derivadas. En las parejas tradicionales estas situaciones eran más habituales y aceptadas como parte de la masculinidad y dominancia del hombre. En las parejas jóvenes en tiempos de la hiper – modernidad, la búsqueda de la satisfacción erótica y su concreción es más común que en los tiempos anteriores, ya que cada uno antepone la realización de sus necesidades personales, las que no siempre coinciden con las de la pareja. Por otra parte, predominan las uniones de hecho y no se plantea la idea de matrimonio tanto civil y / o religioso como imperante. Las parejas se arman y desarman con mayor facilidad, menos exigencias, menor durabilidad en el tiempo, cada uno constata cómo se siente con el otro y persiste mientras “está todo bien”.
  • Una enfermedad incapacitante, aun cuando la pareja en la etapa del enamoramiento inicial asegura que puede y desea permanecer al lado del partenaire ante la salud y la enfermedad, en la alegría y en la pobreza, estos compromisos no siempre se sostienen en el tiempo y según las circunstancias de las dificultades. Requiere de un temple y estabilidad psíquica, física, social y económica que a veces permite dar respuesta positiva y otras no. Estas situaciones hacen pensar que no es lo mismo responder afirmativamente a la idea de compromiso cuando la dificultad no está instalada a lo que sucede cuando el problema se agrava y cronifica.
  • Cuando los hijos empiezan a partir de la casa por emancipación, por viajes al exterior de estadía prolongada o por el matrimonio de esos hijos. La partida de estos del seno familiar genera -en parejas con años de convivencia centradas en los hijos y donde se han jugado fuertes identificaciones con ellos en detrimento de la relación de pareja -, un deseo de salida del atrapamiento con el otro. Ser libre como los hijos que inician otras etapas de sus vidas y paralelamente no verlos partir, no quedarse para asistir a otra etapa posible de esta pareja que circula en mundos paralelos donde no se encuentran a pesar de habitar un mismo espacio físico. Fantasías de aventuras nuevas, exacerbación de pulsiones eróticas, competir con la potencia y los permisos de los hijos, llevan a romper con el vínculo matrimonial sin intentos de salvar lo que sostuvieron por años. Parecen dos desconocidos empeñados en atacarse como si fueran dos adolescentes en plena lucha generacional. En algunos casos cuando los hijos aún son pequeños y en parejas con mayor madurez para proteger a los hijos de las desavenencias, observamos parejas que se separan como matrimonio, pero aún logran sostener una buena relación como padres, establecer acuerdos hasta que los hijos sean capaces de mayor independencia. En cambio, cuando el rencor supera a lo que fue o se creyó que era amor, las actitudes de competencia impulsan a compararse respecto a sus logros individuales. Esto indica que el divorcio se ha actuado en los papeles, pero no en los afectos. Lo intersubjetivo prosigue como campo que perturba y genera constante insatisfacción.

 

Las situaciones señaladas son solo algunas de las que se presentan con mayor frecuencia en la consulta de las parejas en crisis. Tenemos que registrar también cierta reflexión a la capacidad de comprensión y la decisión de no separación que puede acompañar a la pareja a la consulta. Esto a veces sucede cuando la pareja logra conversar acerca de los motivos individuales que generaron la idea de separación, de lo que cada uno conoce de sus pulsiones y acerca de las posibilidades de manejo, del significado de la búsqueda o aceptación del agente perturbador, por ejemplo: la intromisión de un tercero, del tiempo en que esta situación de extra- conyugalidad se sostuvo y de las consecuencias que ocasionó.

Poder reflexionar acerca de la historia de cada uno, la repetición de modelos o bien la necesidad de demostrar el anti- modelo, cuál sufrimiento narcisista aquejaba a uno y que el otro no vio o no supo ver. La búsqueda de un tercero, en una pareja que tiene un buen vínculo amoroso, no es casual. Ese tercero – desde el adentro de la pareja – viene a suplir algo que está faltando. Ese faltante es posible que tenga una doble raíz. Por una parte, un proceso depresivo ocasionado por pérdidas narcisistas dolorosas, que generen un cambio de visión de sí mismo y que busca compensar con una situación erótica estimulante. La escisión y negación hace que confíe en que esto no altere su vida conyugal, sucede por fuera. La negación altera la realidad y fortalece la fantasía de la doble vida, como el espía, que es uno y juega en otro ámbito que es otro, al igual con sus riesgos y bordes afilados, pero compensa el sentimiento de minusvalía.

Poder esclarecer situaciones internas, – apoyado por un proceso terapéutico de pareja en condiciones posibles para la escucha y el entendimiento – facilita comprender el proceso del otro y relacionarlo con la propia dificultad para ver al tercero en el espejo. El tercero, en este caso, es el vínculo que crea una instancia diversa del Yo y el Tú, es el nosotros, pero a su vez un nosotros especial, como es la entidad de cada pareja. Este proceso es posible siempre que el tiempo transcurrido haya profundizado el vínculo amoroso por la mayoría de las vivencias positivas y nutrientes por sobre las otras, por el despliegue de roles y funciones que señalaron presencia y compromiso, por la voluntad de querer proseguir juntos por ambas partes, por el reconocimiento de error y la intención de reparación posible, como por el grado de madurez de cada uno de ellos que elige tal vez transitar por el camino difícil: el compromiso en un vínculo que se sabe que no es perfecto ni ideal así como ninguno de ellos lo es.

 

La separación

Es un primer paso en el proceso de la ruptura, puede ser transitoria o estable. Se da ante la imposibilidad de convivencia, que al menos uno de ellos no quiera o pueda aceptar razones que justifiquen acciones dolorosas y un vínculo amoroso que resulte insuficiente. Se ven los primeros efectos del duelo por el fracaso del vínculo. La pareja suele ensimismarse y se retrae en sus tiempos y estilo de comunicación. En otros casos la confrontación se endurece apareciendo una violencia difícil de sostener. Cada uno fantasea sus propios cambios al tener independencia del otro y emergen disputas para con los hijos.

Cuando la pareja decide separarse físicamente, separar sus pertenencias pueden darse diversas situaciones que la faciliten o la entorpezcan. ¿Quién queda con qué, quién cede y qué implica el ceder, es acaso un trueque? Cuando el proceso previo a la toma de decisión ha podido ser pensado y conversado y se cuenta con la madurez emocional de las partes implicadas, es probable que los acuerdos surjan con mayor celeridad. Otras veces es en esos tiempos en que se actúan venganzas, necesidad de despojar al otro, resarcirse con objetos y montos que den estabilidad al saqueo emocional y la desilusión ante el quiebre de la confianza. Y un tema especial es acerca de los tiempos, actitudes y explicaciones a los hijos.

Si los hijos son vistos como trofeos de propiedad, la distribución del tiempo con cada progenitor será complicada y discutida. El niño/a precisa de ambos y desde ya pierde la estructura de familia integrada y conviviente. El niño pierde y sufre. Asiste a ver las distancias entre sus padres, expresiones de enojo, a veces de maltrato, acusaciones entre ellos y a veces dichas a los hijos respecto del partenaire. Los niños comienzan a estar más atentos a los gestos que denotan emociones en las caras de los padres. Si son pequeños sufren porque no comprenden que hayan dejado de quererse y los lleva a sentirse culpablemente responsables de haber generado ese desamor. Si son adolescentes se refugian en sus amigos, se encierran y enojan con sus padres e intentan no tomar partido, aunque a veces manejan la situación mostrando ciertas adhesiones tanto para con uno como para con el otro según sea con quien estén en ese momento. Esto muestra la herida causada por la decisión de ruptura que los ha dejado vulnerables en la certeza de ese amor filial sagrado.

 

El divorcio

Es la decisión de ruptura final del compromiso asumido, es la decisión de no dar vuelta atrás. Implica trámites, papeleo, costos económicos, fechas, procesos legales, audiencias, división explícita de bienes, fijación de pautas por escrito respecto a los hijos.

Sigue habiendo un campo filial común que implica sostener acuerdos de tiempos y responsabilidades con los hijos. A veces estos hijos, debido al rencor que subsiste en uno o ambos padres son tomados como rehenes, atraídos y seducidos o rechazados y estigmatizados. Los hijos sufren esta realidad no elegida, se defienden como pueden, según la edad y la capacidad madurativa para comprender lo ingrato de estos ejercicios parentales de fuerza y poder. Para el hijo todo divorcio es la pérdida de una estructura familiar, de una ilusión de familia, por momentos aparece la fantasía de la opción entre el “bueno” y el “malo” hasta que comprende que ambos tienen aspectos positivos y negativos y que tienen que aprender a enfrentarse a esa situación sin manejos ni especulaciones.

 

Cambios de actitudes -en tiempos actuales- en las parejas de divorciados

En cuanto a la decisión acerca de quién era el que abandonara la casa, en los tiempos de hace unos años atrás generalmente era la mujer quien solía permanecer en la casa que fue el hogar familiar y quien se iba era el hombre en mejores condiciones económicas para solventar un nuevo hábitat. Actualmente con los avances en cuanto a independencia económica y social de la mujer las opciones varían, o bien permanece en el hogar familiar o se generan dos lugares diferentes. En ciertas situaciones es la mujer la que decide partir a otro ámbito físico. Cuando las condiciones económicas no lo permiten ambos comparten techo en habitaciones separadas (parejas añosas que no pueden enfrentar más cambios). En cuanto al ejercicio del erotismo en el hombre y en la mujer es diverso y tiene que ver con factores culturales – ambientales que lo facilitan como natural o lo condenan. Actualmente la mujer se permite a sí misma ciertas experiencias ante la oportunidad y a veces las busca y propicia deliberadamente. Para el hombre ha sido un ejercicio natural el contar con ese permiso que ha venido desde el nacimiento solo por su condición de hombre. Para algunas parejas jóvenes la posibilidad de aventuras extraconyugales está considerada como una alternativa que no modifica el vínculo mientras en las demás áreas haya lealtad. Para otras, la infidelidad es imperdonable.

 

La Teoría del Apego de J. Bowlby en las relaciones de afecto adultas

La relación madre – bebé y la triangulación con el padre tiene en cada historia vincular características propias de cómo se brinda la pareja parental y la díada hacia su hijito. El modo de darse el afecto, seguridad y confianza tiene su base en la disponibilidad, tiempos de respuesta, calidad de atención, mirada regocijada ante el hijo, alegría en el clima emocional, equilibrio en las actitudes, gestos y responsabilidad parental. Esto instala un apego seguro. Si las respuestas de los padres o de uno de ellos no es estable en lo emocional, es dubitativa y cambiante, genera confusión en el niño y prosigue en la adultez favoreciendo actitudes de evitación en lo afectivo para resguardarse de las frustraciones.

Por otra parte, cuando las relaciones tempranas están teñidas de violencia tanto hacia el niño como entre la pareja adulta, el niño tiene reacciones de temor o bien incorpora la violencia como autodefensa. Estas modalidades vinculares marcan una forma de relación con el otro que se hace notoria en las relaciones de pareja donde la intimidad se profundiza y la convivencia cotidiana deja al descubierto las falencias afectivas en la crianza temprana. Así por ejemplo hay parejas donde uno de los partenaires -por su propia historia- si bien forma pareja no cree en que un hombre y una mujer puedan entenderse y facilita situaciones que convaliden este modo de pensar. Actúa una compulsión a la repetición por identificación con ciertos modelos que no admiten un desenlace diferente.

Todo miembro de una pareja ha sido alguna vez un niño a cargo de un cuidador, pero no todo cuidador sabe descifrar las señales de las necesidades del niño. Descifrar es estar en condiciones de entender y responder de manera adecuada a esa necesidad, en tiempo, modo, disposición, y afecto. A veces está presente alguna de estas cualidades, pero con la ausencia de la calidez y sintonía emocional para con el niño. A veces hay fastidio en la cualidad afectiva y el niño lo registra y gesta gradualmente un modo y tempo de respuesta alterado, que puede ser de excesiva reactividad, desinterés, desconexión con lo emocional del otro. Esto es lo que se puede observar en algunas de las parejas que concurren a la consulta con un constante desencuentro entre ellas, el que no tiene su origen en un verdadero desamor sino en los trastornos afectivos en los tiempos del apego.

 

La difícil interrelación entre dos historias y dos personalidades diferentes. Trabajo del analista.

Descubrir qué es lo que los atrae, lo que cada uno espera del otro y cómo significan las actitudes y palabras, equivale a entrar en un laberíntico camino que es único para cada pareja. Esta es la difícil tarea del terapeuta de parejas que recibe en consulta a dos personas que se acusan mutuamente de algo, traen su desilusión y dolor a cuestas. Paralelamente esperan del terapeuta que les brinde soluciones, que las conozca y les aporte la “fórmula salvadora”. El terapeuta escucha, observa, coteja, formula preguntas pertinentes, hace una composición de lugar y modo para comprender, intentando no tomar parte por uno de ellos, cotejando su propia contratransferencia. El inter- juego entre el sometimiento y la dominación describe giros entre los partenaires que ejercen rotativamente una u otra posición acorde a sus propias subjetividades. El terapeuta atento a esto, lo trabaja desde un ángulo que le permita mostrarlo. Cada terapeuta tiene herramientas teórico – técnicas para llevar adelante su clínica. En mi propia experiencia clínica es posible que la escenificación psicodramática y otros recursos brindados por la técnica de mediación ayude al planteo de la problemática conyugal. Descifrar las raíces de las dificultades y dolor que traen es parte del trabajo de traducción necesaria. Antes mencioné la importancia del contrato explícito o implícito en el tiempo de conocimiento de la pareja, pero ese contrato tiene cláusulas ocultas que remiten a lo transgresor, lo no permitido, la contracara de lo que se habla. Eso que queda por fuera del acuerdo, genera fantasías en cada miembro de la pareja y cuando éstas se actúan moviliza el inter- juego entre sometimiento y dominación.

Hay parejas donde la idealización, establece que el miembro de la pareja que ocupa y se posiciona en el lugar del menos sobresaliente acate tácitamente la dominancia del otro y esto no trae mayor conflicto porque ambos lo naturalizan y cada parte logra su ventaja. El problema emerge cuando en vez de acatar una forma que intenta pre- establecerse, se la ataca porque no se la acepta. Allí entramos en el terreno de la disputa. Aclaro que no es negativo no acatar, lo negativo y generador de conflicto es que se determine una polarización en un terreno que tiene que ser de mutua correspondencia y equilibrio.

Trabajando en sesión de pareja con collages que diseña cada uno de ellos respecto a la imagen de sí y del otro, se pueden observar interesantes disparidades entre la ilusión y la realidad. Ambas son interpretaciones subjetivas ambiguas que remiten a las proyecciones e introyecciones propias del mundo intrapsíquico y que hicieron su intervención en el campo vincular de lo intersubjetivo. Se ven plasmados sus modos tempranos de relación vincular.

De estas formas y modos devienen las investiduras que cada partenaire otorga al otro y sostienen por las “alianzas inconscientes” (R. Kaës). Dichas alianzas son organizadores psíquicos vinculares que fijan modos de actuar, pautan y cristalizan un modo de mirar la realidad que construye un mundo particular para esa pareja. Cuando la pareja entra en crisis es porque esas alianzas están en riesgo. Hay parejas con muchos años de convivencia que logran un pensamiento común, con un mimetismo sorprendente porque hasta alcanzan un cierto parecido físico con la edad. Actúa una modalidad simbiótica que genera y fortalece una mutua interdependencia. Cuando uno de ellos fallece suele verse que el otro aun estando físicamente bien, le sigue en poco tiempo. Como si la vida no resultara posible vivirla por fuera de esa unión.

 

La confrontación como escudo

Hay parejas que confrontan los aspectos negativos del otro, circulando un discurso desvalorizador que aporta, en la queja y tono, el mismo estilo de lo que critica y denuncia. Esta frecuente situación transita por un enojo que se calma cuando ambos comprenden las semejanzas de sus quejas, pueden diferir en el contenido, pero se asemejan en formas, logrando darse cuenta de lo difícil que es superar y cambiar la situación si persisten en ese estilo compartido. Resulta útil transpolar la escena, cambiando los roles de uno al otro. Cómo cada uno ve y siente desde el lugar del otro, facilita comprender lo incomprensible.

Estas técnicas ayudan a romper el escudo que estereotipa una situación y la rigidiza. Si recordamos que la pareja es un vínculo de alianza no filiatorio podemos preguntarnos ¿qué es lo que perfila luego de años de convivencia, tales semejanzas en los modelos de ambos?

Estas similitudes obedecen a la acción estructurante de las alianzas inconscientes que operan como tejedoras de urdimbre. Lo vincular intersubjetivo opera sobre las particularidades de cada subjetividad y logra moldear. Si cada uno lucha por su individualidad y confronta, teme ser tragado por el otro y desaparecer en esa fusión. Un tema clave es la aceptación de la castración simbólica en los vínculos edípicos. El punto medio sería conocer la acción de la mutua influencia, respetando las diferencias donde probablemente resida lo más atractivo entre ellos, y comprender que en el terreno de los espacios comunes a veces cede uno y otras veces el otro en la búsqueda de acercar entendimiento.

 

Amor y deseo

El amor contiene al deseo y tiene una carga fuerte de deseo posesivo que tiende a ejercer dominancia e inclinar al objeto amado a la dependencia. Cuanta mayor dependencia, más control puede ejercer uno sobre otro. He podido observar en parejas de largo tiempo de convivencia que estabilizan su modo de funcionamiento en el binomio: dominador – sometido, donde el sometido tiene sus estrategias para cobrarse y obtener ventajas de esa situación. No se queja, no lucha por salir de ahí, no denuncia, porque se modificarían sus ventajas. Esto se ve en terapia con familias, cuando son los hijos quienes denuncian ciertos estereotipos en el manejo de los padres, buscando que el sometido reaccione, pero solo logran el enojo de éste justificando el estado de situación. En este modo de funcionamiento hay costos tácitos aceptados por ambos cónyuges. Es una tiranía consensuada. La clave para la subsistencia de la pareja es que cada uno conserve su espacio personal, intereses y actividades. No hay modelos únicos de cómo debe ser una pareja ni de cómo estar en ella.

La forma es una construcción que la pareja debe ir realizando a medida que transita su cotidianeidad, para encontrarse mejor con el otro sobre una base de respeto mutuo, consideración, colaboración, afecto y donde las ganas de estar ahí estén presentes. Estar con el otro, no ser el otro ni del otro.

Proyectar una continuidad, tiempos, espacios, actividades, requiere comprensión, tolerancia ante la ruptura de las ilusiones, paciencia en el constante trabajo de ajustes, escucha y palabra que acompañen gestos de afecto. El amor requiere ser contenedor. El deseo es perentorio, pero es esencial que esté incluido en el amor de pareja, aunque no es suficiente para que el amor subsista. Con el tiempo el vínculo amoroso va adquiriendo nuevas significaciones, se transforma, pierde capas de ilusión para adquirir más realidad.

 

Cuando el amor daña

El amor puede lastimar con actos y palabras hirientes, mirada desvalorizada, ataque y perjuicio al otro. Hay relaciones de pareja que sostienen un vínculo basado en la agresión, descalificación, mentira, violencia. A veces es un hijo quien se hace cargo del malestar con su costo psicofísico, buscando sostener la omnipotencia narcisista de la pareja empeñada en la búsqueda de goces perversos, al no deponerlos sacrifican al hijo sin hacerse cargo de la situación, el hijo queda des- investido libidinalmente por su debilidad y por ser quien denuncia problemas.

En algunos casos este tipo de funcionamiento tiene ciertas “explicaciones” que surgen en el trabajo analítico con la pareja, donde uno daña de modo evidente mientras que el otro lo hace de modo solapado. Descubrir este sistema de funcionamiento y sacarlo a la luz ofrece la posibilidad de comprender la parte enferma de cada uno. Cada uno tiene y aporta a la pareja su historia de vida, modelos de identificación, y lo que ha podido hacer con ellos en función de las oportunidades y de su propia capacidad. El problema del que el terapeuta intenta ocuparse es primero comprender la dinámica de funcionamiento del “entre dos” en esa específica intersubjetividad y luego ofrecer posibles caminos para la transformación de aquello que los aqueja por algo mejor para ambos. A veces la pareja desea generar la comprensión y la transformación. Otras veces no. Incluso asisten a la consulta con una decisión ya tomada.

 

La entrevista inicial con la pareja

El terapeuta de pareja recibe la demanda de parte de ambos o sucede que uno de ellos es el generador de la consulta y el otro acepta. Cada uno explicita porqué están allí, cuál es la dificultad y qué expectativas tienen al encarar el proceso terapéutico. Esa entrevista inicial es de conocimiento y el terapeuta observa si será posible trabajar de manera conjunta. Para que el trabajo sea posible hay ciertos requisitos que deben cumplirse:

  • Que asistan ambos a cada consulta y acuerden realizar el proceso terapéutico
  • Que ambos respeten un tiempo equilibrado de exposición sin interrupciones.
  • Que el equipo terapéutico sea reconocido y aceptado por la pareja, que conozcan el encuadre y forma de trabajo. El terapeuta lo explicará en la primera entrevista.
  • Que todo lo que suceda en sesión quede allí.
  • Si se pactan acuerdos acerca de actitudes a las que el terapeuta pone un cierto límite, éste sea respetado afuera de la sesión.
  • De no poder respetar este último punto debe ser avisado con anterioridad en la sesión dando la posibilidad de que se trabaje con ese tema.

 

Cuando estos acuerdos básicos no son respetados, es preferible no aceptar el tratamiento de la pareja y derivar a cada uno de ellos a un tratamiento individual para que puedan encarar estas dificultades que les impiden respetar al otro.

 

El relato – queja de cada partenaire

En el motivo de consulta, cada uno expone lo que no lo hace sentir bien en la pareja. En ese relato hay coincidencias, diferencias, contradicciones, déficits en la comunicación, expectativas desencontradas y bifurcaciones entre la imagen de la ilusión inicial y los perfiles de la realidad cotidiana actual. Se pueden ver situaciones paradojales que se plantean como “sin salida”, pero que, si se logran trabajar con disposición a mejorar, se pueden rastrear los orígenes de la incomodidad y despejar el panorama.

Mencioné en el párrafo anterior la disposición empática a mejorar de parte de ambos cónyuges. Escuchar, procesar, sentir, interviene la inter- transferencia en la pareja y la transferencia de ambos para con el terapeuta y el equipo. Este proceso transferencial aporta riqueza a cómo recibe cada uno las posibles interpretaciones y señalamientos terapéuticos.

Hay parejas que discuten y es poco lo que pueden tomar de lo que se les muestra; hay parejas donde uno habla y el otro permanece callado asumiendo actitudes entre sometido y doblegado por el otro, en un lugar de “culpable”; o bien calla, pero sostiene una actitud de encono persistente sin más actitud defensiva que aferrarse al enojo. A veces el odio persiste más que el amor. Genera miedo y desvalimiento

En otras parejas aparece la comparación al tiempo del idilio “antes no eras así” como si dijeran “yo me enamoré de otro/a, no del (de la) que eres ahora” y el duelo por la ilusión perdida no permite comprender los recíprocos cambios. Cuando el duelo es por la pérdida de algún ser significativo para ambos o para uno de ellos, la situación impone trabajar con ese duelo, a veces en pareja y otras a nivel individual.

 

Separación – Divorcio y Nuevas parejas

Los cambios en los valores, la aceleración de los tiempos y ritmos, los intereses diversos – inclinados más hacia la productividad – hace que las parejas busquen acompasarse en esos tiempos y modos de reacción. En la llamada “hipermodernidad” (Gilles Lipovetsky) las parejas se forman con menor tiempo de conocimiento, cierto margen de error en sus percepciones recíprocas y menos tiempo interno de búsqueda de sostén de la durabilidad. El grado de tolerancia de la frustración que genera la convivencia con el otro suele ser menor a las parejas más tradicionales. La mayoría convive sin compromisos de unión civil y/o religioso. En general como disposición la tolerancia entre ellos es menor y las exigencias de nivelarse son mayores. Tienden a una independencia económica y de actividades. Aun así, sigue pesando la historia familiar con sus modelos, mensajes y valores. Otro punto es la fertilidad ya que las mujeres piensan en la maternidad en tiempos biológicos más avanzados lo cual trae sus dificultades para concebir y las urgencias por la obtención de logros no siempre admite demoras sin dificultades.

Después de la separación y el divorcio puede pasar un tiempo en que cada uno de los partenaires esté solo, retomando viejas relaciones con amigos/as, generando salidas, iniciando actividades nuevas y entre ellas la posibilidad de conocer y formar nuevas parejas. Estas a veces prosperan y perduran, otras veces no. Esas parejas pueden tener hijos propios nacidos de uniones anteriores, así como pueden nacer nuevos hijos de estas segundas o terceras uniones. Cuando todos ellos se integran a convivir bajo un mismo techo la familia intenta ensamblar a sus miembros. Cuando los hijos de uniones anteriores están cursando la adolescencia, la dificultad por la aceptación de una nueva pareja del padre y/o madre y nuevos “hermanos” se torna discutida y el error es que los padres intenten forzar los encuentros e imponer las relaciones. Este es un tema que suele exponerse en las terapias de parejas. Es necesario mostrar a los integrantes de la pareja que no deben pretender reemplazar a nadie ni aparecer como “los buenos” que dan más permisos o conceden más cosas. Es importante ser claros con los hijos y no comprometerlos en vínculos que aún están muy indeterminados. Conservar los espacios de cada uno es una actitud de respeto valorada por ellos. A medida que sientan ganas y curiosidad por ampliar el trato, se podrá ir planteando. Este es un tema que genera sentimientos ambivalentes en la pareja. Ya que también es cierto que al ingresar los hijos en el ámbito hogareño crecen las demandas, los gestos de insatisfacción, las puestas a prueba, los espacios físicos y de tiempo están completos y todo ello genera tensiones. Se hace necesario comprender que el amor y atracción que pueden sentir los miembros de una pareja no es suficiente para que de ese sentimiento se nutran todos.

 

Trabajando con Psicodrama

En mi experiencia clínica la posibilidad de utilizar los recursos técnicos que brinda el Psicodrama modifica y amplía las propuestas de qué hacer con lo que dicen y hacen.

Co- construir juntos una escena paralela a la planteada, sin ser la misma del relato, permite observar cómo se manejan juntos para crear algo nuevo, con qué lo asocia cada uno y cómo perfilan la imagen de sí y del otro en el escenario. Luego viene la información de lo gestual – corporal que enriquece lo verbal en tanto denota lo que no está dicho. La composición de imágenes (dibujos, collages, figuras, intercalado de frases); facilita que emerjan realidades ocultas y sepultadas por obra de la desmentida. La tarea es despejar en escena la trama subyacente del conflicto y comprender cuáles son las alianzas inconscientes que sostienen entre ambos por lo que se les dificulta el cambio. En el discurso a veces las parejas dejan asomar un tramo silenciado de sus historias y ciertas referencias denotan secretos por sucesos transgeneracionales que no siempre ellos conocen conscientemente.

En las representaciones psicodramáticas la inversión de roles hace posible el intercambio de lugares y posiciones entre los miembros de la pareja. El “ponerse en el lugar del otro”, es un recurso que amplía las perspectivas para comprender ciertas quejas de modo diverso y que ninguno es el dueño de la verdad. Suele verse -en la dinámica del trabajo- que cuando por respeto a ciertas consignas terapéuticas, la pareja deja de agredirse y paralelamente pueden trabajar creativamente juntos, reencuentran algo del tiempo inicial, del tiempo del descubrimiento, que funciona como fuente de re – libidinización y refuerza aquellos sentidos, sensaciones y sentimientos que los llevaron a formar una pareja. El tiempo y las experiencias dejaron huellas y hay modos de comunicar al otro lo que cada uno precisa, respetando su individualidad.

 

Irma Morosini

Licenciada en Psicología (UBA). Directora de Psicodrama. Especialista en Psicoanálisis de Familia y Pareja. Profesora Titular en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Católica Argentina en los niveles de grado y postgrado. Miembro Titular y Fundador de la sección de Psicodrama de la IAGP. Miembro Titular y Fundador de la AIPCF. Miembro Fundador de la Asociación Argentina de Psicoanalistas de Familia y Pareja. Integra el Comité Editor y la Secretaría de Redacción de la Revista on – line “Psicoanálisis & Intersubjetividad”. Miembro del Board en la función de Vice- presidente (por la lengua española) y miembro del Consejo Científico en la AIPCF. Integra el Comité de Redacción de la Revista de la AIPCF. Autora de publicaciones en libros y revistas especializadas. Autora del libro “Clínica de la Terapéutica Familiar”. EAE. Berlín.2020

 

______________
Bibliografía

Aulagnier, P. (1975), La violencia de la interpretación, Amorrortu, 1977, Buenos Aires.

Baranger W., Baranger M. (1969), Problemas del campo psicoanalítico. Kargieman, Buenos Aires.

Bernard M. (1999): Los organizadores del vínculo de la pulsión al otro, Revista de la Asociación de Psicología y Psicoterapia de Grupo, Tomo XXII, Nº1. Buenos Aires.

Bleichmar, H. (2003), Attachment and Intimacy in Adult Relationship. In: Cortina M.,

Botella C., Botella S. (2003) La Figurabilidad psíquica. Amorrortu. Buenos Aires.

Bowlby, J. (1980). Attachment and Loss: sadness and depression. Vol. 3 (1998 ed.) Londres Pimlico.

Bowlby, J. (1988). A secure Base: Clinical Implications of Attachment Theory ed, Routledge. London

Kaës, R. (2009) Les alliances inconscientes. Editorial Dunod, 2009, Paris.

Lebovici S. (1988). El Lactante, su madre y el psicoanalista: las interacciones precoces. Amorrortu. Buenos Aires.

Marrone, M. (2003), Attachment Theory and the Psychoanalytic Process. Whurr Publications, London and Philadelphia. 382-405.

Morosini, I. (2013) La Crisis en la pareja. Revista Internacional de Psicoanálisis de Pareja y Familia. N°13 – 2013/1 www.aipcf.net ISSN 2105 – 1038

Morosini, I. (2020) Clínica de la Terapéutica Familiar. Editorial Académica Española. Berlín. 2020

Smadja E. (2019), Algunas reflexiones sobre la Extraconyugalidad Contemporánea. Extraído de la Revista Psicoanálisis & Intersubjetividad. N°9 – www.intersubjetividad.com

Santona A., Zavattini, G. C. (2005), Ni avec toi, ni sans toi: collusion et accordage affective dans le couple, Le divan familial, vol. 14, 39-47. Paris.

Winnicott, D. W. (1971), Playing and Reality. Tavistock Publications, London.

Zavattini, G.C. (2006), El “espacio triangular” y el setting en la psicoterapia psicoanalítica de pareja. Extraído de la Revista Psicoanalisis & Intersubjetividad. N°1. www.intersubjetividad.com.ar/

 

______________

Resumen

La autora menciona variables que inciden en la relación de pareja, las situaciones difíciles que generan crisis y sus consecuencias de confrontación, separación y divorcio. Se ven los cambios de actitudes en los tiempos actuales, la importancia de la Teoría del Apego en las relaciones de afecto adultas, las diversas modalidades del discurso y de la acción en las parejas y analiza el trabajo del terapeuta de parejas apelando a su experiencia clínica con recursos psicodramáticos.

Palabras Claves

Contrato – crisis – separación – divorcio – tiempos actuales – apego- nuevas parejas – proceso terapéutico.

______________

Resumé

L’autrice mentionne les variables qui affectent la relation de couple, les situations difficiles qui génèrent des crises et leurs conséquences de confrontation, de séparation et de divorce. Les changements d’attitudes à l’heure actuelle, l’importance de la théorie de l’attachement dans les relations d’affection entre adultes, les diverses modalités de la parole et de l’action dans les couples et l’analyse du travail du thérapeute de couples faisant appel à son expérience clinique avec des ressources psychodramatiques sont vus.

Mots clés

Contrat – crise – séparation – divorce – actualité – attachement – nouveaux couples – processus thérapeutique

______________

Summary

The author mentions variables that affect the couple ´s relationship, difficult situations that generate crisis and its consequences related to confrontation, separation and divorce. The changes in attitude in the present times, the importance of the Attachment Theory in adult affective relationships, as well as the different modalities of discourse and action in couples are shown. She also analyse the work of the couple therapist appealing to her clinical experience and psychodrama tools.

Keyword

Contract – crisis – separation – divorce – Current times – attachment – new couples – therapeutic process