Introducción
Continuamos con la publicación de los seminarios tres, cuatro y cinco en este número de Psicoanálisis e Intersubjetividad. El total son nueve seminarios dictados por Marcos Bernard en la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo en 2001. Quiero dar cuenta de la profundidad y la actualidad que tiene el pensamiento psicoanalítico de Bernard, quien fue para mí un maestro que me introdujo con sabiduría en el pensamiento vincular, familiar y grupal y en el psicoanálisis vincular francés contemporáneo (René Kaës y André Ruffiot).
Marcos Bernard fue el principal difusor de la obra de René Kaës en el ámbito rioplatense favoreciendo también que contemos con sus visitas en Buenos Aires.
Quiero agradecer a su hijo Marcelo Bernard quien autorizó su publicación y a la Lic. Diana Singer que contribuyó en la gestión de su publicación.
La licenciada Mirta Segoviano, quien fue una importante discípula de Marcos, me proporcionó en su momento estos seminarios.
El lector podrá acceder a la bibliografía completa de Marcos Bernard en el Número 1 de Psicoanálisis e Intersubjetividad.
Dr. Ezequiel A. Jaroslavsky
Seminario Nº 3
El apuntalamiento del psiquismo en el vínculo[1]
La problemática de la fantasía está ligada al del apuntalamiento. Hay dos grandes vertientes para encarar esta temática, que marcó una polémica entre J. Laplanche y R. Kaës.
En 1970 J. Laplanche revitaliza el concepto de apuntalamiento propuesto por Freud[2]. Lo desarrollan también, con J. –B. Pontalis en el Diccionario de Psicoanálisis. Señala Laplanche, siguiendo a Freud, que los instintos de autoconservación, que se dirigen a la absorción de la leche, dan lugar a un nuevo fenómeno, el chupeteo, como prima o plus de placer. Se produce entonces la emergencia de la sexualidad, en el sentido de mundo fantasmático, que de ahí en más va a predominar, matizar, anular, etc. lo autoconservativo.
Lo sexual se independiza entonces, relativamente, de lo autoconservativo, pero de todas maneras (sigue diciendo Laplanche, siguiendo a Freud), se apuntala sobre éste. Se produce, correlativamente, un proceso de modelado, cuando, por ejemplo, la incorporación que hace el sujeto de sus objetos toma forma de este modelo de la oralidad, de incluir contenidos a partir de la boca. Hasta aquí Laplanche.
Kaës amplía el concepto de tal manera, que le da otro vuelo: partiendo de una ampliación cuantitativa produce una situación cualitativamente diferente. Este autor toma no sólo el concepto restringido que desarrollara Laplanche, sino que agrega que, además, está actuando en esa escena un apuntalamiento en la figura de la madre. Con esto sintetiza dos conceptos freudianos: el de apuntalamiento de 1905 y de elección anaclítica de objeto de 1914 (“Introducción al narcisismo”). Para Kaës hay, entonces, un apuntalamiento de la pulsión en los instintos de autoconservación, y, además, un apuntalamiento basado en los aportes que la madre está proporcionando al niño. Esta diferencia de criterio produce una discusión que se continúa hasta la actualidad, en la que Laplanche reprocha a Kaës haber extendido excesivamente el concepto de apuntalamiento, y Kaës le recrimina lo limitado de sus conceptos.
Apuntalamiento del aparato psíquico en la cultura
Si tomamos el concepto de Kaës, que es el que más nos interesa desde el punto de vista de los vínculos, podemos ver que en su definición del término apuntalamiento, está implícito todo el psicoanálisis, y comprobamos que rompe con cierta tradición endogenista de Freud.
Intervención: Cuando Kaës habla de los procesos de internalización de la cultura, ¿los considera a partir de una mediación de la madre?
Respuesta: Es, a mi juicio, por intermedio de la madre que estos procesos se internalizan. Digamos que hay matices en cada caso: lo que sostiene P. Aulagnier es que desde la situación de encuentro surge el aparato psíquico, de aquello que puede ser con aquellos fenómenos que hacen que pueda ser, las condiciones de posibilidad de este hacerse. Lo que se plantea en la problemática del apuntalamiento son las vicisitudes de ese cómo se hace, cómo es que eso que está afuera va a juntarse con las predisposiciones del niño a tomar lo que está afuera.
Intervención: ¿La cultura puede ser tomada por el aparato psíquico del chico directamente, y no mediada por la madre?
Respuesta: Pienso que no es así. Si tomamos en cuenta las funciones que Freud atribuye al aparato psíquico, vemos que para que se produzca una percepción, el objeto a percibir debe estar previamente catectizado por el sujeto percipiente. Y si está investido, es porque de alguna manera tiene que ver con los objetos del origen del niño, o los sustitutos de estos objetos. Freud ha afirmado[3] que encontrar un objeto es reencontrarlo, y, en “Introducción al narcisismo”, que la elección de objeto se produce según el modelo de lo que el sujeto ha sido, es, o será -en la modalidad narcisista-, o del de los objetos significativos protectores -en la modalidad anaclítica-; pero en ambos casos según un modelo previo. Por lo tanto no puede haber algo que ingrese al psiquismo como percepción, independientemente de un vínculo previo significativo que haya sido proyectado, catectizando así al objeto a percibir. El que se percibe se trata siempre de un objeto “encontrado-creado”.
Plantear entonces que algo del mundo exterior puede entrar de por sí, sin ese tipo de mediación, es, a mi juicio, discutible. La cultura solamente tiene sentido para el sujeto cuando existe esta experiencia previa. Esto no niega que pueda haber cambios en los modelos previos del sujeto, sino que plantea que estas modificaciones –que se producen durante toda la vida, y son condición de su crecimiento psíquico- se producen en el contexto de este “cañamazo” que les da sentido. Por ejemplo, en el caso en que el niño es influenciado por el estímulo proveniente de un televisor, esta fuente de contenidos se ha constituido en un ersatz de la función materna, y es este carácter el que le confiere su eficacia.
Intervención: Silvia Bleichmar, que se dedicó a estudiar el psiquismo temprano, plantea que lo que humaniza al bebé es el trabajo de la madre, que una de sus funciones principales es transformarlo en humano. Sabemos las consecuencias catastróficas que advienen cuando eso no sucede.
Respuesta: Acuerdo con Silvia; recordemos, además, las experiencias, en la década del ’50, de R. Spitz: el bebé puede estar bien atendido desde un punto de vista orgánico, pero si esta atención no está humanizada, si falla la función materna (esa implantación de la sexualidad que propone J. Laplanche), su psiquismo no se desarrolla, y puede entrar en marasmo. Es decir, que los estímulos -que pueden ser importantes desde el punto de vista de la supervivencia biológica- que no tienen sentido para el niño, en cuanto a la posibilidad de su libidinización, no contribuyen a formar su aparato psíquico, y como el ser humano utiliza paulatinamente este aparato como elemento de adaptación, sin este recurso el sujeto muere.
Kaës describe tres dimensiones del apuntalamiento: apoyo, modelo y transcripción[4].
Encontramos esta problemática también en P. Aulagnier, también en el concepto de metábola de J. Laplanche. Para Freud esa modificación de un afuera que se transforma en un adentro, la reprise, en el sentido en que lo plantea Kaës, no tendría tanta importancia puesto que la forma de los contenidos psíquicos ya viene dada desde adentro en lo fundamental (recordemos su hipótesis de las fantasías originarias).
Apuntalamiento y procesos de transcripción
Si lo tomamos desde los términos de la primera tópica, lo que está transcrito sería un reflejo de lo que está afuera; lo que plantea la problemática de la transcripción es que lo que está adentro no es idéntico a lo que proviene de afuera: entre la percepción y la representación hay un trabajo cualitativo, y esto lleva a otra expresión que Kaës utiliza con frecuencia, “en ocasión de”, que quiere decir que lo que se forma en el adentro se produce en ocasión de la experiencia, pero no es un reflejo idéntico de ella.
Aquí se puede ver, entonces, que aquello que planteaba Winnicott, la función de los espacios transicionales, tiene total vigencia. El niño crea eso que acaba de encontrar, pero lo que crea no es idéntico a lo que ha encontrado. El espacio transicional tiene una función, una cualidad creadora (producida por lo que Kaës describe como la entreapertura, el mantenimiento de un espacio de transcripción del apuntalamiento), que produce contenidos originales, por parte del infans, en ocasión de su encuentro con la madre.
Volviendo a lo que afirmábamos antes, diremos que la investidura previa del objeto, indispensable para su percepción, no implica un sometimiento total a éste, lo que permite una evolución relativamente autónoma del aparato que se va constituyendo a partir de su internalización. Transcripción quiere decir entonces que, dado un aparato psíquico, un estímulo del afuera es investido por algo que proviene del adentro, y da como resultado, se produce, una otra cosa, en ocasión de este momento de percepción, que no es exactamente ni lo de afuera ni lo de adentro; tampoco se puede decir que es un mitad de camino, sino que es algo cualitativamente diferente. Existe proceso de transcripción, porque cada vez que el percepto ingresa en el aparato, se encuentra con la pulsión, con contenidos previos que lo interpretan y lo matizan.
Se produce también un proceso de transcripción en el límite del aparato con el soma: una vez que el drang de la pulsión entra al aparato psíquico deja de ser una fuerza biológica, y se transforma en un representante pulsional. Todos los procesos de ingreso al aparato sufren estos mecanismos de transcripción.
Intervención: El aporte de Kaës sería que en todo proceso de transcripción es fundamental la participación del psiquismo de la madre…
Respuesta: Es indispensable, por supuesto, el aporte del psiquismo de la madre (ya lo planteaba Bion), puesto que cuando se generan estímulos, tanto del adentro como del afuera (del soma como del mundo exterior), se producen situaciones que no siempre son pasibles de ser procesadas, ligadas a un sentido, por el bebé. Con este primer rudimento de aparato psíquico, se producen lo que Bion había descripto como elementos beta, estímulos en bruto que el infans es incapaz de ligar; estos estímulos son expulsados por el infans y trabajados por la capacidad elaborativa de la madre. Esta capacidad materna percibe el grito biológico del hijo, le otorga un sentido y se lo devuelve modificado. El proceso de rêverie consiste en que, elaborados estos contenidos por la madre, son devueltos al psiquismo del niño en forma de una representación pasible de integrar el conjunto de las que ya están en su aparato, de entrar en procesos asociativos con este conjunto. Si no hay una madre que produzca estos primeros procesos de transcripción dentro de su propio aparato, no se instala un aparato correspondiente en el hijo, proveniente del aporte de la madre: a partir de percepciones digeridas, con sentido, y, además, acompañadas por la misma instalación de esta capacidad elaborativa de la madre. Como decíamos, se transforman elementos beta en elementos alfa, que son portadores de un contenido y una estructura que se implanta en el aparato psíquico en formación del niño (recordemos lo que mencionamos a propósito de las fantasías). La estructura de los elementos alfa va a ser la estructura del aparato psíquico, con sus categorías correspondientes: adentro-afuera, la noción de tiempo y distancia, etc.
Pero todo esto es resultado de complejos procesos de transcripción, donde lo que proviene del soma y del mundo exterior deja de ser lo que era, cuando entra dentro del aparato. Pero también dentro del mismo aparato hay procesos de transcripción. Hay un bello modelo del sentido del término transcripción, propuesto por Paulina Zukerman: un músico toma un concierto para violín, y lo transforma en uno para piano. Un proceso de transcripción se produce, también, cuando un pintor encuentra un paisaje natural y lo transforma en una pintura.
Un ejemplo más: cuando, en la década del ’70, empezó a percibirse la importancia de la influencia del macrocontexto en la constitución del aparato psíquico, algunos investigadores tendieron a hacer, en muchos casos, una traducción literal, donde una fuerza social determinada actúa sobre un aparato psíquico en una relación univoca. Si enunciamos “en ocasión de”, afirmamos que se van a producir entre esta dos instancias (lo social y lo intrasubjetivo, por ejemplo), relaciones de isomorfia y homomorfia relativas, pero no de identidad. Si lo intrasubjetivo tiene cierta correlatividad con lo social, hay, de todos modos, una actividad creativa del aparato psíquico, que no reproduce de manera unívoca el mundo exterior.
Llamaremos a esta modalidad de articulación un vínculo de intersubjetividad, que definiremos como la capacidad que tiene el aparato de, a partir de elementos que vienen del afuera (afuera del mundo exterior y afuera-adentro del soma), transformarlos en una materia original, a la que aplica sus propias reglas de juego; que dan cuenta de lo que pasa afuera, pero no lo siguen al pie de la letra.
Por otra parte, no se trata de tener en cuenta lo que pasa entre los sujetos (eso sería hacer un enfoque desde la psicología social), ni prestar atención a la influencia de lo biológico en lo psíquico (porque eso es caer en un biologismo); el objeto de un enfoque psicoanalítico es el estudio de todo tipo de interjuego, pero teniendo en cuenta estos procesos de transcripción transformadora. Implementar otros enfoques sería caer dentro del dominio de la psicología, de la psicología social y la sociología, o de las neurociencias. Actualmente podemos percibir la tendencia de las neurociencias –mejor dicho, de los neurocientíficos- a invadir el conjunto de los diversos enfoques, tal como en la década del ’70 lo fue la tendencia a explicar todo a partir de lo sociocultural, o de lo político.
Cuando habla del apoyo, Kaës se refiere a la problemática (de la que habíamos hablado ya) del apuntalamiento de la pulsión sobre los instintos de autoconservación. Si tomamos el factor modelo, vemos que la teoría de la identificación pasa también por allí, tanto la primaria como la secundaria. Es decir, el aparato psíquico se forma tomando como modelo diversas funciones biológicas, y, además, al otro.
El hecho que el apuntalamiento sea un proceso tan complejo, implica que para que se produzca un contenido psíquico tiene que haber una sincronización de una cantidad de factores. La interacción entre lo que viene de adentro, lo que viene de afuera y la combinación con lo que ya estaba, hace que los procesos de apuntalamiento sean naturalmente inestables. Y esto conduce a dos resultados: una posibilidad de crecimiento, modificación, y una de crisis. Hablamos aquí de vicisitudes del cambio, desde el implícito del desarrollo de un aparato psíquico, ese que podríamos esquematizar desde el modelo de K. Abraham, pero que visto desde este punto de vista, comprobamos que es algo más complejo que una fuerza endógena que se plasma en determinadas situaciones (tal como estaba pensado en la concepción de este autor). Y por otro lado, la problemática de la crisis; la pubertad, la adolescencia, el cambio catastrófico que describiera Bion, son distintas posibilidades y vicisitudes de las crisis.
Un modelo del desarrollo y la complejización
El diagrama que voy a diseñar corresponde al modelo diseñado por K. Abraham en 1924, de las fases de fijación de la libido a lo largo del desarrollo.

Modelo de K. Abraham (1924)
Partiendo del momento del nacimiento (extremo izquierdo del diagrama), encontraremos en secuencia a las dos etapas orales. Cualquier accidente que ocurra en estos estadios, especialmente en la primera etapa, es desorganizadora del aparato psíquico. A medida que se va progresando en la línea hacia la derecha del diagrama, seguiremos con las etapas primera anal, segunda anal, genital o fálica, y edípica.
Tomaremos este modelo no como una secuencia genética estricta, sino como un repertorio de problemáticas que se van presentando en el curso del desarrollo del niño, vicisitudes por las que tiene que pasar este aparato psíquico hasta su constitución definitiva: de esta manera el modelo nos será útil, desde un punto de vista heurístico. Lo que algunos autores llaman la “divided line” (señalada con las letras D. L. en el diagrama), la línea divisoria entre psicosis o trastornos psicosomáticos y trastornos no psicóticos está situada entre la primera y la segunda anales. Todo lo que ocurre de allí para atrás (hacia la izquierda del diagrama), va a desencadenar enfermedades graves o desorganización psicótica del aparato psíquico. Lo que ocurre, en cambio, como “punto de fijación” de allí en adelante, va a producir cuadros que se ubicarán dentro de las patologías de borde o las neurosis.
El punto a considerar es el siguiente: si algún trauma se produjo después de los niveles orales y primero anal, pero antes del segundo anal y los genitales (por ejemplo un traumatismo genital como los que mencionaba Freud en sus primeros historiales, una seducción o violación), puede ocurrir que el niño no pueda seguir adelante en su camino hacia el encuentro con la problemática edípica, y quede reverberando en la problemática propia de esa zona pregenital. Desde la segunda etapa anal en adelante, hasta llegar a la edípica (donde el sujeto se instala cabalmente en la diferenciación de los sexos y en la secuencia de las generaciones), el aparato se va complejizando, próximo ya a su estructura definitiva[5].
El apuntalamiento es múltiple
Kaës sostiene que el apuntalamiento es múltiple: se apuntala el aparato psíquico en sus propias representaciones, en el vínculo con objetos mundo exterior, etc. Cuanto más avanzada está la complejización del aparato, más próxima se encuentra de sus etapas “definitivas”, más podrá el sujeto apuntalarse en sus propios contenidos psíquicos. Recordemos que estos encuentran un empuje significativo en las postrimerías de la tramitación del complejo de Edipo, con el incremento de identificaciones secundarias que promueve su resolución. El Yo (de la segunda tópica), ha dicho Freud, es consecuencia del “precipitado de antiguas relaciones de objeto”. El aparato psíquico, precisamente, experimenta un empuje en este momento, en que se constituye su estructura neurótica[6], con la adquisición del Superyó.
Si falla el apuntalamiento sobre elementos internos[7] del aparato (por un déficit de complejización, y en algún momento aclararemos en qué consiste este déficit), se dependerá más del apuntalamiento sobre objetos y estructuras externas. Entonces los meta-encuadres pasan a tener una importancia que no tienen en un sujeto bien armado, con una estructura neurótica razonablemente autónoma.
En el caso de un adolescente con problemas de adicción a drogas estaríamos en presencia de una estructura psíquica que depende de un contexto que lo apuntale (o no) desde afuera. Cualquier alternativa traumática que se produzca, en estos casos, puede motivar una retirada táctica hacia posiciones que puedan asegurar al sujeto un mejor funcionamiento adaptativo: la droga puede ser uno de ellos, pero también la relación con una pareja simbiótica, o aun la afiliación a una secta. En la adolescencia es bien conocido el papel apuntalante que aporta la pertenencia a una barra de pares. Si la retirada táctica fracasa, puede aparecer otro retroceso, aún más masivo. Ocurre como en las batallas que debe enfrentar un ejército en campaña: si, frente a una situación adversa, no consigue retirarse tácticamente, conservando en lo posible su capacidad combativa, con vistas a alguna futura recuperación de lo perdido, puede caer en una retirada desorganizada, con pérdidas a veces irreparables.
Es común, en los tiempos que nos toca vivir, observar el caso de padres que se angustian cuando ven a sus hijos adolescentes tirados ante el televisor, tratando de sacarlos con cierta violencia de esta situación. A veces con resultados más graves, porque forzando al chico a enfrentar una situación para la que no está preparado en ese momento aparece el peligro de una ruptura. Por supuesto, que un adolescente se quede encerrado en su casa puede querer decir muchas cosas: una depresión, un cuadro fóbico, o ambas cosas. Por supuesto, no hablo de cuadro fóbico clásico, de temor a un animal, por ejemplo, sino que de fobias más masivas, relacionadas con períodos mucho más primarios de la constitución del psiquismo, con una problemática de bordes del sí-mismo.
Otro punto importante a tener en cuenta es que los apuntalamientos pueden verse como un conjunto de círculos concéntricos; cada uno de sus figuras exteriores actúa como meta-encuadre de los que están más “adentro”. Consideramos así una figura con sus respectivos fondos: cada uno de ellos es fondo de los que contiene. Cuando una de estos encuadres falla, pasa a ser figura con respecto a los demás.
Problemática de las crisis
La primera fantasía puede ser definida como la que da sustento a la unidad-dual -o la alucinación optativa del pecho, donde hay una boca y un pezón como protagonistas, y una distancia entre ambos que tiene que ser de alguna manera controlada y significada-; esta primera fantasía establece un bosquejo de estructura, que toda percepción que venga después tiene que tener en cuenta. Esto está ya planteado por Freud en el “Proyecto…” de 1895, cuando habla de la primera percepción, la búsqueda alucinatoria, la reproducción de la experiencia de satisfacción, etc.
Reproducción de la experiencia de satisfacción, estamos hablando casi (metafóricamente) de transferencia, es decir, que una percepción que proviene del afuera está matizada por algo que ya estaba adentro. Este proceso, es decir, que fantasías ya establecidas dejen un armazón estructural que recibe, matiza, modela y da sentido a las percepciones que se suceden, implica que hay una cierta estabilidad del aparato psíquico, una tendencia hacia una inercia. Habíamos afirmado ya que el aparato psíquico es un sistema no sistemático, en la medida en que tiende a sistematizarse por su posibilidad de funcionar como aparato de transcripción, de comprensión (que traduce lo extraño a sí en su propia sustancia), pero al mismo tiempo es modificado por las estructuras implícitas que traen las nuevas percepciones. Si el aparato psíquico estuviera cerrado, y solamente percibiera aquello para lo que está preparado en su comienzo, seguiríamos prendidos al pecho mucho tiempo después de lo que habitualmente ocurre. Hay así una posibilidad de cambio, dada por la sucesiva adaptación a las estructuras cambiantes de las percepciones que vienen del afuera, y existe la posibilidad que el algún momento este estímulo sea tan intenso que cuestione la estructura ya establecida de una manera radical. Y es allí donde se produce la crisis. Una crisis sería una transformación cualitativa de estos aparatos de comprensión.
Intervención: En la crisis el aparato psíquico queda sujeto a la transformación, a lo traumático…
Respuesta: Hasta cierto punto, porque podríamos definir lo traumático como aquello que sobrepasa cierta capacidad de elaboración. Es decir, que si tenemos un aparato estructurado de determinada manera, y viene una señal adecuada cuantitativamente a la que el aparato puede procesar, no se produciría una situación traumática. Una situación traumática tiene un monto cuantitativo que aumenta en función de la novedad, lo inesperado de aquello que ingresa.
Si no hay cierto monto de trauma no hay crecimiento, pero si hay un exceso de se produce una crisis: esto implicaría que el crecimiento se produce no necesariamente en una secuencia, sino a saltos, que a veces pueden llegar ser relativamente desorganizadores. Se puede pensar, también, que a mayor organización del aparato psíquico habría menor posibilidad de aprendizaje, por eso es más difícil, en las personas que tienen cierta edad, adquirir nuevos conocimientos nuevos, puesto que la reestructuración del aparato que implica la posibilidad de adquirir un conocimiento nuevo se dificulta por el obstáculo que presenta la modificación de una estructura ya establecida, que tiende a la identidad de lo que ya está. Cuanto más fija, compleja, sistemática es esta estructura, más se dificultará el ingreso de elementos que tiendan a modificarla.
Intervención: Se podría pensar si lo traumático es la repetición (por ejemplo en una pareja), o la novedad: lo nuevo no producía trauma, sino la repetición de un modelo traumático anterior.
Respuesta: Estaríamos en ese caso frente a la reiteración de un estímulo traumático, que tal vez busca resolverse en esa repetición (esta es a veces la función de cierta compulsión a la repetición), pero que lo que consigue es la sumatoria de sus efectos traumáticos anteriores.
Intervención: Lo traumático puede ser organizador de lo nuevo, creativo, o pura repetición, con lo cual no hay creación, y eso puede generar, a su vez, malestar o aún una crisis.
Relación entre estructura y acontecimiento
Respuesta: Nada viene de afuera que pueda ingresar en el aparato, si no tiene algún sentido para éste. Esto nos lleva al problema de la relación entre estructura y acontecimiento; es decir, hasta qué punto puede existir un acontecimiento que no esté interpretado por una estructura, o puede haber una estructura que no esté alimentada con acontecimientos. Hay una relación dialéctica entre ambos, donde si lo que predomina es la estructura puede producirse el estereotipo, y si lo que predomina es el acontecimiento se va a la inestabilidad. Pero aunque el acontecimiento sea definido como un imprevisto, debe tener algún sentido. Podría ocurrir que no tuviera sentido para la estructura.
Recuerdo, hace muchos años, visitando la selva tucumana con algunos amigos de la zona, que encontramos un árbol lleno de orquídeas. Pregunté a uno de ellos qué era aquello, y me contestó: “Son yuyos”. Es decir, que para mí el hallazgo era relativamente traumático, porque tenía suficientes conocimientos de botánica como para entender que eso que tenía delante era algo notable: orquídeas, flores sofisticadas y raras, crecían allí silvestres, adornando la copa de los árboles. Pero para mis amigos tucumanos no era traumático, porque no tenían elementos de botánica como para tomar conciencia de que eso era significativo.
Aún, lo que puede llegar a ser traumático, entonces, necesita también poseer cierto grado de sentido. Eso responde a lo que planteábamos antes, si algo traumático puede ser una repetición o una cosa nueva. La presencia de las orquídeas representaban para mí una relativa repetición (algo conocido en un contexto extraño), para los tucumanos era algo tan nuevo (que pudiera existir una orquídea allí) que no tenía sentido, era un yuyo más (y eso sí era para ellos algo totalmente familiar). Decir “yuyo” es allí decir “nada”: no hay nada para ser visto allí, por lo tanto nada es traumático. Lo nuevo no eran para mí las orquídeas, las conocía de antes, sino encontrarlas allí. Lo que planteaba Freud sobre lo siniestro, lo conocido-desconocido, es esa cosa que no es totalmente indiferente, sino que contiene algún resto de sentido.
Intervención: La obra de Kafka tiene ese sentido, y es reconocido como precursor en el género.
Respuesta: Kafka, y lo kafkiano, tienen sentido en una cultura como la europea. Alguien dijo que si Kafka hubiera sido argentino, habría sido un escritor costumbrista, es decir, lo que describió no hubiera asombrado a nadie.
Transcripción y negatividad
Volviendo a las situaciones de crisis: la problemática de las transcripciones nos lleva a la propuesta de A. Green sobre el trabajo de lo negativo. Si tomamos el modelo del doble límite planteado por este autor, observamos la acción un trabajo de lo negativo que transforma algo que era en algo que deja de ser para pasar a ser otra cosa, a través de un proceso que tiene relación con la represión en sus múltiples sentidos: represión propiamente dicha, renegación, forclusión, etc. Y nos lleva a otra problemática todavía, que es la del déficit o fracaso de la transcripción, y aquí estamos nuevamente con lo traumático. Lo traumático se produce cuando un estímulo que ingresa supera la capacidad de asimilación de la estructura que lo recibe y debe procesarlo. Mientras estamos hablando de relaciones intersubjetivas, nos referimos a una relación donde lo que viene de afuera respeta la capacidad de asimilación del aparato, los bordes del sujeto que participa de esa relación. Frente a ese sujeto hay otro interlocutor que está en la misma situación; mientras hay proceso de transcripción en uno y otro polo del vínculo, existe la posibilidad de un enriquecimiento recíproco.
Se produce violencia cuando determinados estímulos que vienen de afuera, por alguna razón no respetan las barreras de la subjetividad, y se realiza entonces un tipo de intercambio que corresponde a lo que Kaës define como transubjetividad, es decir, lo que transcurre a través de la subjetividad. Esta modalidad puede llegar, en determinados grados a producir una abolición total de la subjetividad. F. Ulloa decía, hablando de grupos en una situación de crisis de su macrocontexto, que la situación de este macrocontexto había invadido al grupo, y roto su capacidad de pensar (en este caso se trata de pensar en términos grupales). En términos de R. Kaës, diríamos que el aparato psíquico grupal está avasallado por una serie de acontecimientos externos a él, que no está capacitado en ese momento para manejar la situación en función de su estructura organizativa
Consideraremos entonces un espectro que va desde la subjetividad vigente, hasta la abolición de la subjetividad, que denominaremos asubjetividad. Se puede pensar, sin embargo, que en todo vínculo humano están presentes todos los grados de este espectro, en distintas proporciones.
Sin embargo, a partir del nacimiento lo que predomina es un trabajo “traumático”, que P. Aulagnier llama violencia primaria, donde no se produce conflicto en el estricto sentido del término, puesto que la violencia primaria que ejerce la madre está destinada a generar estructura psíquica que no existía antes de ella. La violencia secundaria, también descripta por esta autora, sí genera conflicto, porque es una violencia ejercida sobre una estructura que la violencia primaria ya ha creado.
A mi juicio, si la imposición de sentido de la madre no cede en algún momento, la constitución de la estructura psíquica se entorpece, porque los procesos de transcripción estarán dificultados. Una violencia primaria excesiva por parte de la madre podría llevar a un borramiento, o impedir la constitución, de los espacios transicionales. En este caso la madre no le permitirá jugar al niño en el aspecto de creación que produce el espacio transicional, y lo encontrado predominará sobre lo creado, ya que el mundo representacional no se constituirá “en ocasión de”, sino que será una copia textual de su modelo. Aquí, de acuerdo con los planteos de Green, el trabajo de lo negativo, donde algo tiene que dejar de ser para transformarse en otra cosa, no se produce, y los contenidos del mundo exterior al aparato entran a él en bruto. Podríamos pensar, por ejemplo, que un falso self (el término que acuñara D. Winnicott), que es la imposición de un mundo exterior dentro de un aparato psíquico, será el resultado inevitable. Si la madre no tiene establecido un proceso de represión eficaz, va a tomar inevitablemente a su producto como una extensión de su propio cuerpo, y actuará en consecuencia, confundiendo sus propios pensamientos con los de su hijo. Lo que predominará en el aparato psíquico que se está formando va a ser, como decíamos, lo encontrado sobre lo creado.
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Seminario Nº 4
El sujeto y su grupo: el aparato psíquico grupal 1[8]
Para los autores franceses, sobre todo los que siguen las ideas de R. Kaës, el grupo es el prototipo, el paradigma de las relaciones vinculares. Por lo tanto, el modelo del aparato psíquico grupal puede ser extendido a otro tipo de vínculos[9].
Hay varias maneras de aproximarse al concepto de aparato psíquico grupal: algunos de ellos son el estudio de los organizadores del vínculo, de la fantasía inconsciente; las alianzas inconscientes, otra aún es el abordaje del concepto de formaciones intermediarias. Todas ellas coinciden, como en una encrucijada, en el concepto abarcativo de aparato psíquico grupal, en la cual todos estos puntos tienen su integración última. Pero de lo que trata Kaës, en su frase “no uno sin lo otro”, es de dar cuenta de cómo el aparato psíquico se transforma, se crea, se organiza en un contexto grupal, y que esto, a su vez, va a organizar vínculos. Su punto de abordaje es el de la articulación entre el grupo, el conjunto, y el sujeto singular que se organiza en su seno, y que contribuye al mismo tiempo a organizarlo. Evidentemente, está hablando aquí de un aparato psíquico singular abierto.
Un aparato psíquico abierto…
Cuando decimos abierto, debemos ponernos de acuerdo respecto a qué nos referimos. Abierto quiere decir[10] que las determinaciones últimas del aparato psíquico no están producidas desde lo endógeno, sino que hay una interacción constante entre el adentro y el afuera. Abierto quiere decir, que todo surge de una situación de encuentro, encuentro entre el recién nacido y su grupo; pero abierto quiere decir también que entre el sujeto singular y su grupo hay procesos de transcripción que son inevitables. Es entonces una apertura particular, porque por una parte el grupo es organizado por el sujeto; y por otra el aparato psíquico y sus formaciones se generan en ocasión del contacto con los objetos significativos[11].
Intervención: En muchos de sus trabajos Freud da lugar a la influencia del mundo exterior en la formación de aparato psíquico…
Respuesta: El punto es complejo, y a pesar de que se puede definir a Freud, hasta cierto punto, como partidario de encontrar explicaciones endógenas, como alguien que está más preocupado por dar cuenta de las vicisitudes de una mónada que de encontrar en el aparato psíquico determinaciones de origen vincular, se pueden hallar en el conjunto de su obra la consideración de tantas influencias sobre el psiquismo que vienen de afuera, como las que provienen desde el adentro.
Pregunta: En los casos clínicos puede comprobarse la importancia que da, a veces, al mundo exterior, en la determinación de los problemas de los pacientes…
Respuesta: Por supuesto. Especialmente en los primeros, en que sostenía aún el origen traumático de los problemas psíquicos. De hecho, la tercera serie complementaria está constituida por experiencias tempranas, de la infancia. Pero, por otra parte, cuando leemos “Tres ensayos…”, daría la impresión que esas experiencias de la infancia están sobre determinadas por la pulsión, por lo endógeno, en el sentido de que existe una evolución pulsional, que va produciendo, a lo largo de la historia del sujeto, las vicisitudes de la economía psíquica, a través de la secuencia de estadios que hemos mencionado y que luego va a conceptualizar K. Abraham en su trabajo de 1924. De todos modos, la tendencia permanente de Freud (aunque no puede dejar de tener en cuenta la influencia del objeto en la determinación en la formación del aparato psíquico), cuando habla de objeto, es referirse a un objeto de la pulsión (por lo menos hasta que comienza a jugar más fuertemente en sus teorizaciones la influencia de la pérdida de objeto; me refiero, por ejemplo, a “Duelo y melancolía”). El objeto de la pulsión es definido en la metapsicología de 1915 como aleatorio, dentro de la dinámica general de la teoría pulsional. El intento de Freud fue, habitualmente, de dar cuenta de la actividad del sujeto desde adentro. En la metapsicología, por ejemplo, no se menciona al otro de una manera significativa. Este es, tal vez, el problema. Si afirmamos que es monista, hay cantidad de textos que van a demostrar que no es así; hay, por otra parte, diversos trabajos que tienden a sugerir que esa era, sin embargo, su tendencia.
Hay dos puntos de inflexión, sin embargo, a tener en cuenta: uno es la carta a Fliess, de 1897, cuando dice dejar de “creer en su histérica”, abandonando la teoría traumática; otro hito es “Duelo y Melancolía”, donde el objeto pasa a formar parte del aparato psíquico, y se describe la dinámica de las identificaciones, que lo “obliga” (se podría decir) a elaborar su segunda tópica. En el medio está “Introducción al narcisismo”, donde se postula que el narcisismo primario del niño está constituido sobre el narcisismo de los padres: es así un fenómeno vincular. El concepto de contrato narcisista, uno de los pilares de la obra de P. Aulagnier[12] se basa en ese artículo de Freud de 1914.
Origen del aparato psíquico singular
La segunda ruptura epistemológica realizada por la Escuela del CEFRAPP es que todo el aparato psíquico está organizado grupalmente: afirmar que se forma a partir del grupo es una posición, que está conformado grupalmente va más allá. Esto está implícito (hasta cierto punto) en Freud, cuando elabora su segunda tópica, modelada de manera antropomórfica: un yo, un ello y un superyó en interacción permanentemente. Que el aparato psíquico esté organizado grupalmente es una propuesta fuerte, más fuerte aún es la que sostiene que si no hay un grupo que esté recibiendo al sujeto[13], si no hay otro previo a su nacimiento psíquico, no hay posibilidad de desarrollo de un psiquismo. Por supuesto, podemos pensar que las fantasías originarias están organizadas culturalmente, pero está cuestionado el pasaje de estos contenidos a través de la filogenia[14]. Una cosa es la adaptación que pasa al acervo cultural singular en el transcurso de la ontogenia, y otra es lo que puede transmitirse a través de la filogenia, en una transmisión a través de la carga genética. Por supuesto que hay una adaptación activa de la realidad, pero solo en términos ontogenéticos.
Consideremos la problemática de la díada: esa situación particular en la cual la simbiosis biológica se continúa con la psicológica tiene determinadas características. Una de ellas es la asimetría, puesto que la madre ya tiene un aparato psíquico funcionando con eficacia, y el del bebé es un conjunto de predisposiciones, pero dependiendo del vínculo que establece con su madre para su supervivencia y desarrollo. En el contexto de la díada el bebé va a trabajar con el aparato psíquico de su madre: ella pone su psiquismo a disposición del hijo, y paulatinamente éste irá independizándose de ella, hasta tener su aparato psíquico autónomo, en ocasión de su inserción en el vínculo materno.
A pesar de ser asimétrico, el vínculo materno-filial constituye un sistema de apuntalamiento recíproco[15]. La madre aporta al vínculo una constelación de fantasías anticipatorias respecto de su hijo, y estas tomarán apoyo en el vínculo que establezca con él. No solo la madre debe ser suficientemente buena para que este “equipo de trabajo” funcione; también debe serlo el hijo respecto de sus expectativas previas.
El modelo de la díada es el del narcisismo primario, o, mejor dicho, sobre la díada se puede modelizar el narcisismo primario. El hecho de que haya asimetría entre el aparato psíquico de la madre y el del bebé produce una serie de efectos. Por un lado la posibilidad de transformar en comunicación, en sentido, los estímulos y señales que el bebé está emitiendo (grita porque padece de un desequilibrio homeostático por falta de alimento, por ejemplo, y la madre interpreta, transforma esa descarga biológica en una señal de hambre). Para que la madre pueda hacer estas cosas, debe haber pasado en su momento por estas experiencias, es decir lleva adentro un bagaje cultural complejo[16].
Intervención: Una cultura y un modelo de lo que es una madre en ese momento…
Respuesta: Por supuesto, es una cultura específica. Hay una significativa de un antropólogo norteamericano, Ralph Linton, quien trabajó en equipo con psicoanalistas en la década del ’40 en la articulación entre personalidad y cultura. En uno de sus libros más conocido, Estudio del Hombre, dice que “cualquiera puede criar a un niño como un indio Navajo, siempre que sea un indio Navajo”. Esta especificidad de la cultura hace que determinado tipo de modelo vaya a producir determinado tipo de sujeto; por otro lado, si la madre está produciendo un trasvasamiento generacional, esto implica que, como decía P. Aulagnier, su hijo tendrá un lugar en la cultura de la que la madre es portavoz. El recién llegado está narcisizado desde antes de su nacimiento por las expectativas del grupo, canalizadas a través de la madre.
Hay un narcisismo que se establece desde el comienzo de la vida, el narcisismo primario, que se basa en la posibilidad del hijo de identificarse con los ideales que la madre porta. Implica que el hijo es en tanto se instale, pasiva pero intensamente, a la medida de las expectativas que la madre ponga en él. El padre está presente relativamente: lo que es imprescindible para la supervivencia del hijo es la constitución de la díada madre-bebé[17].
El narcisismo primario y la unidad-dual.
El narcisismo primario, encarnado en la constitución de la díada, dará lugar al punto cero del desarrollo del aparato psíquico del bebé. Para que éste pueda salir de la unidad-dual y realizar su nacimiento psicológico, necesita incorporar una serie de categorías que le permitan establecer la discriminación, que tendrán su culminación en ocasión del complejo de Edipo, con su correspondiente ubicación en la cadena de las generaciones y la diferencia de los sexos.
Hay una base, entonces, del aparato psíquico del infans, constituida por la internalización de la díada; podemos afirmar que el primer punto, el hito fundante de este aparato es la instalación (y posterior elaboración) de un modelo que tiene que ver con la unidad-dual, que hemos vinculado ya con la presencia de la alucinación optativa del pecho.
El narcisismo primario, a lo largo del desarrollo, deriva en la aparición de un segundo narcisismo, el secundario. La presencia-ausencia de la madre produce en el psiquismo de su hijo una secuencia de internalizaciones, de representaciones del vínculo establecido con la madre, cada vez más complejo en su estructura, produciendo la base identificatoria del yo del niño que quedará como base, zócalo del narcisismo secundario. El yo es consecuencia de un precipitado de antiguas relaciones de objeto, y tiene su origen en esta secuencia que describimos. La alucinación optativa del pecho se encuentra en el comienzo de este proceso: seguimos poniendo el acento en el vínculo, en identificaciones que se producen dentro de un contexto vincular.
Consideramos entonces dos narcisismos: el primario, el de la díada, de la unidad-dual, y el secundario, que culmina con la finalización del complejo de Edipo[18], con la internalización del superyó, como prototipo de la presencia de prohibiciones y límites. La castración genital, propia de la problemática edípica, aparece representada como tal en las fantasías secundarias (como las describen Laplanche y Pontalis), pero ya está prefigurada en la alucinación optativa del pecho, en tanto es representación de un pecho que no está, que ha dejado de ser parte del sujeto, una prolongación de su cuerpo, y se va transformando en un objeto exterior que hay que manejar de alguna manera. Está implícito en P. Aulagnier: en cuanto el infans “se da cuenta” que el objeto está afuera, y sigue siendo imprescindible, tiene que implementar tácticas, técnicas, aparatos para manejarlo: esto da lugar al desarrollo del aparato psíquico.
Resumiendo: Consideramos un aparato psíquico vincular, un grupo, representado frente al recién nacido por su portavoz, la madre; las vicisitudes de éste vínculo van a dar lugar a la formación de un aparato psíquico singular, el que se formará en el infans en ocasión del encuentro con este grupo, al principio a través de la intermediación materna. Esta situación de encuentro[19], implica que exigencias provenientes del soma y del mundo exterior[20] se encuentran con una serie de sentidos provistos por la madre, dando lugar a la aparición de representantes-representativos pulsionales, de la fantasía, un comienzo de ese precipitado de relaciones de objeto (una vez más lo repito) que va a dar lugar a la formación del aparato. Podemos decir, con Kaës, que el aparato está formado grupalmente, es decir, que su formación tiene características de los grupos. El aparato está formado por fantasías, y, a mi juicio, los grupos del adentro, los grupos internos, son la estructura de estas fantasías, que dan cuenta, a su vez, de la relación con el otro.
Cuando tratamos el tema de las fantasías originarias recordamos que ellas tienen un ingrediente histórico, dan cuenta de un acontecimiento, y otro estructural, constituido por la posición relativa de sus componentes entre sí. Esta estructura tiene diferentes características formales, de acuerdo al tipo de fantasía, y al grado de complejidad alcanzado.
En sucesivos encuentros del niño con su madre, producidos al comienzo en el contexto de la unidad-dual (y después con el resto de los objetos significativos), se va a producir esta generación de estructura de una manera tal, que no precisaremos recurrir a la hipótesis de algo que está-ya-allí, previo al nacimiento y filogenéticamente determinado, para dar cuenta de su génesis: las tendencias, expectativas y posibilidades congénitas (podemos hablar de las dos primeras series complementarias), más las experiencias de la primera infancia, darán lugar a esta síntesis, donde la madre no sólo alimenta a su hijo, sino que, además, le enseña que existen el objeto, las diferencias, el tiempo, etc.
Pero nada se pierde en el aparato psíquico; la unidad-dual no desaparece, queda en parte subsumida dentro del acervo de fantasías propio de la situación edípica, y en parte sepultada en lo más profundo del aparato, en el ello (como postulara Hermann), produciendo clivajes diversos, entre ellos, el que corresponde a la represión originaria. Las fantasías correspondientes del niño son entonces, por ejemplo, de incesto genital con la madre, en los estratos edípicos, pero el sentido último de este incesto es el de una fusión con la madre, desde las supervivencias de la unidad-dual[21]. La ambivalencia está siempre dada en el seno de la fantasía[22]. La fusión con la madre implicaría el fin del hijo como subjetividad autónoma, y eso de alguna manera él lo intuye. Un derivado de estas situaciones puede verse con frecuencia en ciertas situaciones grupales, cuando comprobamos, por parte de uno de los miembros, un mecanismo de hiperdiscriminación, como defensa frente a la tentación de realizar una unión mortífera con el otro.
Organización del vínculo familiar
Pensemos ahora estas vicisitudes como el funcionamiento de un organizador: podremos decir entonces que la primera experiencia que tiene el bebé con el pecho de su madre, sirve para organizar la segunda experiencia que se producirá luego. Ya lo planteaba Freud desde el “Proyecto…”; el recién nacido busca reiterar la primera situación de satisfacción, y en esa búsqueda podría verse el proto-organizador de un vínculo.
Así como los primeros grupos internos del bebé van a dar lugar a esta relación particular con su madre, en el contexto del grupo isomórfico que está representado por la unidad-dual, mucho tiempo después, cuando el niño tenga ya 5 o 6 años, sus grupos internos (que tendrán que ver entonces con la internalización de una estructura razonablemente edípica) van a contribuir a organizar -y serán al mismo organizados- por otro grupo, el que corresponde a una familia con un aparato psíquico grupal homomórfico.
Una familia psicótica es una familia que ha mantenido su aparato psíquico grupal en el nivel de organización propio al de la unidad-dual. Una familia normal ha podido evolucionar de tal manera, que el aparato psíquico familiar homomórfico permite cierto grado de fusión, pero también de discriminación entre sus integrantes, posibilitando entonces su subjetivación y crecimiento psíquico.
El proceso secundario está presente en la madre desde el principio de la constitución de la unidad-dual. Pero cuando la madre se dirige a su hijo “en proceso secundario” (y aquí se dirige más a lo que el niño será, en su proyecto, que a lo que es en realidad en ese momento), éste la escucha en proceso primario. Esto permite, tal vez, que el niño reciba más fácilmente los mensajes enviados desde el inconsciente de la madre, que aquellos que surgen de su preconciente. La madre está dando una serie de indicaciones “racionales” a su hijo, pero lo que éste está escuchando es su tono de voz, su música, lo que D. Anzieu denominara envoltura sonora. El aparato psíquico vincular está actuando desde el comienzo de la vida, organizando la relación familiar desde sus dos polos (el de los padres y el de los hijos): así como la madre y el padre organizan una familia, también el hijo, después de su nacimiento, contribuye a su configuración.
Reacomodamientos narcisistas
La madre y el padre están organizando esta familia; inciden en esta tarea, desde el principio, factores socioculturales. Pero también hay otros factores organizativos que están funcionando desde el principio desde el lado del hijo; éste cambia las reglas de juego familiares, incluso por el solo hecho de estar allí.
Una vez nacido, el hijo produce un reacomodamiento del conjunto, una crisis en la economía narcisista del resto de la familia. Si se ajusta a las expectativas narcisistas de su familia, es aceptado inmediatamente; en su defecto caben aún varias posibilidades: se idealiza al recién nacido (con lo cual se puede producir en éste un falso self, si se pone en su lugar algo que tiene que ver más con las expectativas de los padres que con la realidad del niño), o, en casos extremos, lisa y llanamente se rechaza su advenimiento. En este último caso la familia se queda con el ideal previo, y rechaza el “atentado” que para este ideal significa la presencia del hijo real. Supongamos que la familia lo acepta: una vez que ha nacido, empieza a ser libidinizado y catectizado. Tenemos entonces un aparato psíquico familiar que pronto pasa a ser un instrumento del intercambio de relativa reciprocidad entre el niño y su familia.
Winnicott ha hablado de la madre suficientemente buena, indispensable para que su bebé salga adelante; sería esta una madre que puede permitir que su hijo se instale en la unidad-dual, y aceptar que vaya saliendo de ella lentamente, con su propio timing; es decir, que encuentre la posibilidad de hacer su propia estructura psíquica a partir de eso que tiene que ser encontrado-creado. La representación que la madre tiene de su hijo se diferencia, se matiza a partir de la realidad de su bebé. Pero a veces la madre no puede soportar la ausencia del hijo dentro de su propio esquema corporal (o psíquico): no tolera la pérdida de la simbiosis corporal concreta con el hijo, produciendo entonces una simbiosis psicológica, que no tiene ya un carácter transicional, sino fetichista, en tanto está destinada a desmentir una falta.
Pero para que el aparato psíquico familiar funcione, ya lo habíamos dicho, tiene que haber también un hijo suficientemente bueno. Este es otro punto crucial dentro de la economía del aparato psíquico familiar. Si el recién llegado no es suficientemente bueno, lo que tendría que ser una cadena asociativa de intercambio de contenidos, de experiencias, de sentidos, se interrumpe. Digamos que esta familia intenta pensar, pero esa cadena de pensamiento grupal se rompe, se interrumpe, cuando pasa por el eslabón que ocupa el niño.
Intervención: ¿Qué quiere decir que no es suficientemente bueno?
Respuesta: Que tiene, por ejemplo, un defecto grave. Respecto de las expectativas narcisistas de los padres, un hijo con un defecto físico significativo, o con déficit a nivel de sus posibilidades de desarrollar un aparato psíquico. Se establece un círculo vicioso, porque si este hijo no es investido narcisistamente, su aparato psíquico, que ya hubiera tenido de por sí problemas para constituirse, no se constituirá en absoluto. Hay un porcentaje de déficit, y otro buen porcentaje de no libidinización para producir este déficit final. Este hijo atenta –no él, consideremos la situación general- contra el aparato psíquico familiar. No sólo va a afectar las expectativas narcisistas de los padres, sino todo el funcionamiento familiar.
A veces una familia puede funcionar en términos homomórficos, con un razonable respeto por la lógica del proceso secundario en el trato entre sus integrantes, pero la ruptura del encuadre (un hijo que no retorna al hogar a determinada hora, por ejemplo) produce algo que remite la escena a una situación de catástrofe. Esto nos estaría diciendo que había allí algo que no estaba escrito en la “crónica oficial” familiar. Es decir, la idea de que uno de los miembros de la familia desapareciera de los lugares en que se lo espera, o que no estuviera cumpliendo con las expectativas del resto, implica que hay algún tipo de relación entre ellos que va más allá de lo que puede plantearse en términos lógicos. “No importa adonde vayas, siempre que me digas adónde vas”, dicen las madres, ilusionándose con la idea de que van a tener localizados a sus hijos. Es notable las cosas que pueden hacer los hijos, respetando al pie de la letra, aunque solo formalmente, esta consigna, y la ceguera que pueden ejercer los padres para mantener en pie la ilusión de su posibilidad. Recuerdo un pensionado de monjas que había en una ciudad del interior del país, que tenía un régimen muy estricto; las internas tenían que estar a las 6 de la tarde en el pensionado… o sino debían volver al día siguiente. Lo que se establecía con esa norma era una especie de jurisdicción inexistente, donde la pupila que no se presentaba a la hora exigida dejaba de existir para la institución hasta el día siguiente. No había, entonces, quien pudiera pecar en ese lapso.
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Seminario Nº 5
El aparato psíquico grupal II[23]
Lo adaptativo en la organización del vínculo
Hay un punto que deseo subrayar, referente al tipo de organizadores que toma en cuenta Kaës para dar cuenta de la formación del aparato psíquico grupal. Se le ha reprochado alguna vez que no haya puesto más el acento en los aspectos adaptativos de los grupos. Sus hipótesis al respecto han sido establecidas a partir de la creación de un dispositivo específico, los grupos de formación. En estos grupos (como en todo grupo de encuadre psicoanalítico), lo adaptativo está reducido a aquello que tiene que ver con el nivel simbólico, el que permite y mantiene el proceso secundario. Si recordamos “Lugar, saber y función del analista en los grupos”, escrito por Kaës en 1979[24], veremos que el papel del analista consiste no solo en ser pantalla de proyecciones de las formaciones del inconsciente de los integrantes del grupo, sino que, además, es sostén simbólico del encuadre. Esta sería, entonces, la intervención de lo adaptativo en el contexto de un grupo con este tipo de encuadre; el resto de lo observable es producto del impacto de las formaciones del inconsciente.
D. Anzieu, en la introducción a la edición última de su libro El grupo y el inconsciente (1981)[25], define al grupo como un conjunto que se organiza alrededor de normas, pautas, que están determinadas por la tarea a la que el grupo se ha abocado. Estas normas, pautas, tradiciones, mitos, etc., distribuyen lugares, determinan roles, y son rápidamente cargadas con contenidos provenientes del inconsciente de sus miembros. El hecho de que se organice esta estructura particular en el grupo, genera una diferencia entre aquellos que la comparten esta estructura y los que no lo hacen. Este límite entre los que están del lado de adentro y los que permanecen del lado de afuera, es definida por Anzieu como determinando una piel para el grupo. Piel -dice este autor- que tiene dos caras: una externa, representada por los aspectos adaptativos del conjunto de pautas y normas, y otra interna, que sirve de pantalla para la proyección del inconsciente de los miembros del grupo. Agrega que si el grupo no conserva algo de lo adaptativo, degenera en un grupo psicótico; su función es solo la proyección de contenidos inconscientes. Estaríamos entonces próximos a una organización como la que sustenta a las sectas y los grupos burocratizados, las familias psicóticas o las parejas simbióticas. Si esta proyección no existiera, y predominara solamente lo adaptativo, nos encontraríamos frente a una cáscara vacía: tendría posibilidades adaptativas, pero no existiría ningún interés, por parte de sus miembros, para desempeñarlas; no circularía el deseo, ya que el conjunto vincular no estaría catectizado por sus integrantes.
Esto ya ha sido tratado ya por W. R. Bion, cuando postuló que el liderazgo grupal más eficaz es el que compendia el liderazgo de grupo de trabajo y el de supuesto básico, siendo aquí el nivel de supuesto básico equivalente a lo proyectivo del modelo de Anzieu: aquello que condensa la problemática del deseo inconsciente; y siendo lo adaptativo lo que canaliza los esfuerzos del grupo hacia una actividad productiva, en función de la supervivencia del conjunto.
Subraya D. Anzieu que ni una ni otra de estas funciones de los vínculos pueden ser dejada de lado. Si los modelos psicoanalíticos han puesto el acento especialmente en la cosa proyectiva, en el grupo como continente y pantalla de proyección del inconsciente de sus miembros, de ninguna manera desdeñan lo otro: simplemente circunscriben un campo de actividades.
La situación de regresión del sujeto frente al impacto producido por su ingreso al vínculo, que lo lleva a retrotraerse, de alguna manera, hasta mecanismos que están implícitos en la unidad-dual, hace que el grupo tienda a organizarse, no como un conjunto de singularidades diferenciadas, sino como una totalidad, donde, como en aquella situación primaria, el borde de los respectivos si mismos singulares va a ser reemplazado por el que marca el límite del conjunto. Si allá y entonces esos límites fueron los que cercaran la unidad-dual integrada por el bebé y su madre, en el grupo actual serán el que cerca de este conjunto, incluyendo a todos los miembros del grupo, coordinador incluido.
Los bordes del self y la individuación
Un problema permanente del sujeto son sus límites, sus bordes, ya desde el comienzo mismo de su vida, en el momento de su primera diferenciación a partir de la unidad-dual. Las identificaciones secundarias tiene que ver (como lo planteaba Freud), con la renuncia respecto de una relación de objeto vedada por el superyó, y la consecuente instalación de ese objeto en el yo a través de una identificación. Renuncia quiere decir aquí una aceptación de que hay algo afuera que no nos pertenece, y que se debe abandonar. Allí la problemática de los límites pasa a un primer plano, y esta conflictiva adquiere su máxima intensidad durante la declinación del complejo de Edipo, basada, como veíamos, en los límites que impone el superyó: se trata de prohibiciones que tienen que ver con un no que veda la tendencia hacia una fusión (o una re-fusión) del recién nacido con su madre[26].
La problemática de la individuación y la subjetivación abarca la de los límites del self. Así como planteamos cuáles son los límites del grupo (el grupo va a establecer una serie de normas, pautas, códigos, etc., y esos códigos van a demarcar una superficie delimitante entre aquellos que los comparten, y quienes no lo hacen), en el caso de la unidad-dual, en tanto y en cuanto se empieza a formar una estructura, esta estructura psíquica naciente tiene el mismo efecto de individualizar y proporcionar límites al sujeto singular. De nuevo se cumple la ley del “no uno sin lo otro”: si las normas del grupo son internalizadas por sus miembros, forman también los límites de cada sujeto con respecto a sus compañeros de agrupamiento, y la de los componentes de sus propios “grupos del adentro” entre sí. Estamos en el campo de la problemática del aparato psíquico grupal y su interacción con el aparato psíquico singular: podremos decir que un grupo isomórfico producirá sujetos con un aparato psíquico cuya complejidad será acorde con esta falta de discriminación externa.
Este conjunto de normas permite una circulación, una pertenencia, un borde, un límite y un intercambio. La función de estas pautas es, al mismo tiempo que permitir la discriminación de un afuera y un adentro, fundir, fusionar un adentro donde todos son homogéneos, y un afuera donde, a partir de esa escisión de la transferencia de cada uno hacia el conjunto[27], los que están del lado de afuera no disfrutan ni están sometidos a las normas que rigen el trato entre los miembros del grupo, y son considerados como enemigos en potencia. Y esto debe ser así por varias razones: una de ellas es que para que un interior del grupo se constituya tiene que haber una renuncia pulsional por parte de sus miembros, y esta implica ejercer un grado de represión sobre sus miembros. Es decir, así como en el seno del sujeto singular se produce algo que es coherente con el yo “oficial”, y algo que no lo es, que pasa a ser reprimido, renegado o forcluído, también en el conjunto, que es una proyección de los psiquismos individuales, se produce este mismo proceso; pero la barrera no está aquí en el seno de cada aparato, sino que bordea al conjunto de los aparatos. Este conjunto que ya no será vivido como un conjunto serial, sino como un aparato supraindividual: nosotros, el grupo. El exterior es vivido como potencialmente amenazador, porque en él se ha depositado, por proyección, todo aquello que aparece como amenazador para la integración del conjunto.
Intervención: Pensaba este mismo fenómeno en las organizaciones, en las instituciones, en donde se acentúa con violencia mucho mayor.
Respuesta: Por ejemplo, si hablamos de organizaciones, debemos tener en cuenta que, después de todo, ellas se basan en ese conjunto de normas establecidas que constituyen una institución. Establezco aquí la definición que proponía J. Bleger, entre instituciones, como un conjunto de normas que se prolonga en el tiempo, y organizaciones, que implican la presencia de una institución establecida en una sede física, con un estatuto escrito, etc…
Intervención: Donde aparece, además, un fenómeno que es la lucha por el poder…
Respuesta: (La repuesta de Marcos Bernard se refiere al aparato psíquico grupal y la identidad personal) En todos los casos (salvo que sea un grupo “psicótico”[28]), un grupo tiene una tarea adaptativa a realizar; pero un es necesario considerar su doble sostén, el producido por su tarea de apuntalar la identidad de sus miembros, y el determinado por su función adaptativa (lo hemos mencionado antes). Si la necesidad de sostén de la identidad de los miembros predomina, lo adaptativo, que está en el origen de la organización, pasa a un segundo plano, siendo utilizado a veces casi como una coartada para justificar la existencia del grupo desde lo “racional”. Este borramiento relativo de la función adaptativa permite adaptar más eficazmente la estructura grupal a la función de sostén identitario. Parto de la premisa de que toda proyección inconsciente de los miembros de un grupo en su estructura de roles tiene, como una de sus funciones, apuntalar el nivel de identidad por pertenencia de sus miembros[29]. En el caso en que se produce una lucha por el poder, esta puede tener relación con la función adaptativa del grupo, pero también en demasiadas ocasiones tal vez), con proyecciones internas de sus miembros sobre la organización que está actuando en ese momento, y que tiene que ver con el despliegue de elementos narcisistas, la pulsión de dominio, etc. Aquí, una vez más, nos encontraríamos en presencia de un grupo de trabajo adaptativo, y un nivel de grupo de supuesto básico, que está sosteniendo fantasías inconscientes, proyectadas sobre las estructuras organizadas para el cumplimiento de la tarea manifiesta del grupo. En el interjuego entre ambos niveles, predomina el despliegue propio del grupo de supuesto básico, en detrimento, precisamente, de la capacidad adaptativa del grupo[30].)
Una definición del aparato psíquico grupal
El aparato psíquico grupal puede ser definido, a partir de lo que hemos dicho hasta aquí, como el conjunto de proyecciones e introyecciones, operaciones e institucionalización de pautas, que concurre a que la serialidad de los sujetos que se encuentran por primera vez se transforme en un todo organizado, que tiene funciones adaptativas y de sostén de la identidad.
Un todo organizado que permite el intercambio de lugares en el marco de una fantasía común puesta en acto, cuya estructura posee capacidades atributivas y distributivas de roles[31]. El grupo se organiza alrededor de una fantasía determinada (o de un conjunto de ellas), que ha atribuido lugares; debemos subrayar aquí que el acento está puesto aquí en los lugares atribuidos, más que en el sentido que cada cual da a estos mismos lugares. Basta que los lugares estén ocupados para que el aparato psíquico grupal funcione.
Intervención: Se puede establecer una diferencia entre el rol y status…
Respuesta[32]: La posibilidad de distinguir entre rol y status ha sido trabajada por R. Linton[33]. Lo que queda determinado por la fantasía puesta en acto es un conjunto de status, en los términos de Linton; la función del rol, ejercida por cada uno de los integrantes que compone esta estructura matiza, dentro de ciertos límites, estos lugares. Cuanto más homomórfico fuera el aparato psíquico grupal, la diferencia entre rol y status podría acentuarse, estableciéndose matices más intensos entre lo atribuido por la estructura y lo aceptado por cada cual. Contrariamente, cuanto más isomórfico es el aparato psíquico grupal, más estricto es esta distribución, más tendería el aparato psíquico grupal a superponerse sobre el aparato psíquico singular de cada uno de los miembros. Este fenómeno se sostiene por acción de la ideología[34], que tiende a racionalizar lo que está ocurriendo, a generar una especie de proceso. Lo adaptativo, en los grupos, tiene relación con el ejercicio del proceso secundario; si lo que predomina es la ideología, una ficción de proceso secundario que tiende a dar un sentido, en apariencia racional, a la actividad del grupo, observaremos una señal de que el grupo ha perdido capacidad adaptativa, en la medida en que se ha rigidificado su estructura de roles[35].)
En un grupo psicoanalítico esto puede no ser demasiado significativo para el funcionamiento grupal, salvo cuando el coordinador pierde la posibilidad de sostener el nivel simbólico de los intercambios. El grupo entonces “enloquece”: no hay posibilidad restituir un sentido racional a lo que está ocurriendo. El archigrupo (R. Kaës, 1976) es la descripción de este caso. En el archigrupo predominan fantasías de autoengendramiento, y éste fenómeno tiene que ver con el momento de unidad-dual al que se ha arribado regresivamente. En todo grupo ocurre esto; la ilusión grupal de que habla D. Anzieu gira en parte alrededor de estos contenidos[36].
Intervención: ¿Cuál es la relación entre el archigrupo y los grupos burocratizados?
Respuesta: Archigrupo y grupo burocratizado (una secta, por ejemplo), son sinónimos en lo que hace a la dinámica; diferentes autores han puesto el acento en algunos rasgos que no son contradictorios, sino complementarios, que tienen relación con el enfoque que cada uno sigue. Lo que interesa a Kaës cuando habla de archigrupo[37], es lo que las fantasías que sostienen a este grupo tienen de originario, de arcaico. J. Bleger, en cambio, habla de grupos burocratizados poniendo el acento en la rigidificación de su estructura y en la pérdida de capacidad adaptativa.
Intervención: ¿Cuál es el papel de las instituciones en el sostén de la identidad individual?
Respuesta[38]: Tiene que haber un delicado equilibrio en toda institución, si tomamos este término no sólo como en su sentido de organización, sino como conjuntos de pautas instituidas que se prolongan en el tiempo, que tienen como una de sus funciones sostener la identidad individual de cada uno de los miembros. Si tomamos institución en este sentido, se establece un equilibrio sutil entre lo que la institución tiene de adaptativo, y lo que tiene de sostén de la identidad[39]. Esto implica que entre los procesos secundario y primario se establece una relación, donde el primario sirve de infraestructura de lo secundario, pero no necesariamente lo invade o desvirtúa. Recordemos lo que planteaba Freud en “Tres ensayos de teoría sexual”: los instintos parciales pregenitales están organizados alrededor del organizador genital, es decir, la línea genital que subsume, condensa, organiza y dirige lo pulsional pregenital que la ha precedido; una predominancia genital que deberá tener en cuenta en cuenta la presencia del otro, su alteridad, como condición de cierta eficacia real de la actividad del sujeto, respecto del vínculo con el otro.
A lo que tiende el sujeto, cuando organiza su aparato, es ser eficaz en el trato con el otro. Eficaz en el sentido de que el problema del sujeto es qué hacer con el otro (recuerdan la definición de la fantasía como algo que marca la posición del cuerpo del sujeto con respecto al cuerpo del otro, especialmente con el de la madre), es un posicionamiento operativo. Cuando el niño descubre que su madre es autónoma, las fantasías más primarias, que no contemplaban demasiado esa posibilidad, deben ser reemplazadas por otras, cuyos contenidos den cuenta de esta cualidad de la madre y contribuyan a controlarla, a ponerla dentro de ciertos márgenes operativos.
Intervención: ¿En el vínculo siempre se tiende a repetir lo originario, no hay nada nuevo?
Respuesta[40]: Una repetición, aún en los casos más extremos, es siempre imposible. No se repite lo originario, sino que este es retrabajado permanentemente por las nuevas circunstancias del sujeto. El motor último es, tal vez, la ilusión de reconstruir situaciones de compleción, que no dejan de pertenecer al campo de las idealizaciones. Pero estos estados, desde que se acepta -aunque sea relativamente- la castración simbólica, se dan por perdidos de antemano. De ahí en más el sujeto produce formaciones de compromiso, que tienen que ver y producen la complejización de un aparato que necesita dar cuenta de los movimientos del otro, y hacer algo al respecto, seguir sosteniendo el vínculo de una manera eficaz. Todo esto lleva a un delicado equilibrio entre la aceptación de la alteridad del otro, la aceptación de las condiciones del medio ambiente, y la necesidad de mantener algo que sea lo más parecido posible a los tiempos idealizados de la unidad-dual.
En términos más generales, podemos afirmar que hoy en día ningún analista sostendría que la transferencia se agota en la repetición. De la misma manera, sería poco razonable pensar que existe solamente una búsqueda de lo nuevo, que solo el acontecimiento es el factor determinante de la conformación de los vínculos. Estas dos afirmaciones no dan cuenta, no solo de la bibliografía que se puede encontrar desde el psicoanálisis respecto de estos problemas, sino desde la más elemental experiencia clínica.
Intervención: ¿Cuál es el mecanismo de defensa que actúa en los pactos denegativos?
Respuesta[41]: Podemos pensar que una serie de mecanismos pueden ser puestos en juego aquí, desde la represión (que ya estaba planteada por Freud, cuando hablaba de la renuncia pulsional a que deben someterse los miembros de un grupo, para optar a un plus de seguridad que el agrupamiento les ofrece), hasta situaciones que tienen que ver con la implementación de mecanismos de renegación o forclusión. Si entre el preconciente y el inconsciente hay una barrera de represión, entre lo que forma el aparato psíquico en su organización neurótica y aquello que está debajo del clivaje, propio de la represión originaria, se establecen barreras en que toma el protagonismo la renegación o la forclusión. Cuando se produce un retorno de aquellos contenidos que han sido reprimidos, renegados o forcluídos, se impone un tipo de reorganización en el contexto del vínculo, que es tanto más violenta cuanto más primitivo ha sido el mecanismo defensivo del juego. Si los mecanismos han sido extremos, su retorno o invasión respecto del sector neurótico del aparato ocasiona en este una desorganización de todo el conjunto, que puede poner en peligro la vida del sujeto[42].
A nivel de ciertos vínculos, las sectas por ejemplo, predominan los mecanismos de renegación. Pero no solamente las sectas, también se evidencia este tipo de mecanismos, por ejemplo, en el caso de una pareja que ha convivido a lo largo de los años sin problemas significativos, y en la que, repentinamente, muere uno de sus integrantes y poco después muere el otro. Podemos decir que aquí se ha roto algún tipo de equilibrio, por la aparición de una noticia que había estado renegada (la posibilidad de desaparición de uno de los miembros de la pareja). Cuando emerge esta noticia, es tan desorganizadora que rompe la capacidad de supervivencia del cónyuge supérstite. Es lo que le ocurriría a un niño muy pequeño cuando le falta su madre; encontramos este fenómeno también en los casos de marasmo de que hablaba R. Spitz, o en el síndrome de la madre muerta que describiera A. Green. Aquí el espacio transicional que debería sostener la relación con el otro primordial, en el contexto de la unidad-dual, se cuestiona por la aparición de un dato –en este caso la condicionalidad del apoyo materno- que no puede ser elaborado con los elementos de que dispone ese aparato psíquico en formación. Pensemos también en el incremento de la incidencia de enfermedades graves, el cáncer por ejemplo, en las emigraciones, sobre todo si son forzadas o inesperadas (como las producidas por la dictadura del Proceso). Si se pone en juego el límite del sujeto apuntalado en el conjunto, si se borra este límite exterior, también se borra el límite interno (entre el aparato psíquico y el soma), puesto que ambos bordes, con el mundo exterior y con el cuerpo, son correlativos, están establecidos uno en función del otro: ambos dependen de la estructura total del aparato. Cuando esta estructura se debilita o desfallece se pierden ambos límites al mismo tiempo, y entonces pueden verse actuaciones sumamente intensas, o somatizaciones incontrolables, o ambas cosas al mismo tiempo. Cualquiera de estas dos posibilidades puede llegar a poner en peligro la vida del sujeto.
El grupo como representación psíquica y la identidad individual
En 1963, J. B. Pontalis escribe un trabajo fundamental para la escuela francesa, “El pequeño grupo como objeto”. En él plantea que el grupo es un aparato adaptativo, pero que desde el punto de vista psicológico, es una fantasía, una representación. Quiere decir que la estructura grupal como totalidad –y no solo el agregado diverso de sus integrantes-, tiene su correlato en el aparato psíquico de cada uno de los sujetos que lo integran, forma parte del resto de las fantasías o representaciones que el sujeto tiene en su aparato psíquico[43]. Hay una representación del grupo[44], y esto da cuenta del lugar que habita el aparato psíquico grupal: no está afuera, está adentro del sujeto, y tiene un poder organizador del grupo en “ocasión de” la reunión grupal.
Cuanto más próximo está el sujeto al funcionamiento propio de la unidad-dual, más va a depender de su pertenencia a un grupo determinado. El aparato psíquico grupal[45] va a producir en él una representación que abarcará no un pedazo, sino la casi totalidad de los contenidos de su aparato psíquico, y el sujeto establecerá entonces con su grupo una identidad de pertenencia patológica. Puesto que su identidad se apuntala casi exclusivamente en la pertenencia a un aparato psíquico grupal isomórfico, que necesita para su funcionamiento de la presencia concreta del grupo, cuando esté fuera del grupo, y no puede usar su representación del aparato psíquico grupal en estos términos, quedará prácticamente sin identidad, en un estado de urgencia identificatoria, para utilizar el concepto que acuñara A. Missenard... Esto explica la necesidad imperiosa de ciertos sujetos de estar permanentemente en presencia de sus objetos significativos[46].
Podemos agregar aquí otra reflexión. Ya he criticado la idea de W. R. Bion, de que el grupo es un conjunto de individuos en un estado homogéneo de regresión: sus integrantes pueden, a mi juicio, establecer en él vínculos que impliquen niveles muy diversos, respecto a regresión o progresión. Esto nos lleva naturalmente a pensar que el grado de isomorfia u homomorfia de un grupo varía para cada uno de sus integrantes, dependiendo del tipo de adhesión que hayan establecido, desde este punto de vista, con el conjunto.
Sin embargo, es dable esperar una tendencia a la homogenización respecto de dicho nivel de adhesión: la ideología grupal es la encargada de sostener esta tendencia, y de darle un impulso eficaz. En la pertenencia a una secta, por ejemplo, se produce un aparato psíquico grupal isomórfico, con una representación en sus miembros que tiende a ocupar todo el espacio de sus aparatos psíquicos singulares. Puede esperarse que cuanto más tiempo permanezcan los sujetos en la secta, más abarcativo se irá haciendo en sus respectivos aparatos singulares la representación de este aparato psíquico grupal, ya que irá desplazando la correspondiente a otras pertenencias. No sería razonable pensar, en estos casos, la posibilidad de una afiliación crítica, por parte de alguno de sus miembros.
Intervención: ¿Se puede pensar que un grupo fundamentalista tiene una estructura sectaria?
Respuesta: Un grupo fundamentalista tiene equivalencias con una secta, hasta cierto punto, con una ideología especializada en la modificación del mundo. La característica básica a tener en cuenta en estos grupos es la ideología, que da la coartada de proceso secundario a sus objetivos manifiestos.
Intervención: La palabra ideología no me satisface. El tema de los suicidas, por ejemplo: ellos mueren para ir al paraíso, pero el que se les ofrece es un paraíso de placer.
Respuesta[47]: Cuando hablamos de ideología, estamos aludiendo a una serie de ítems que son indispensables y solidarios entre sí. El totalitarismo, puesto que hay una tendencia a establecer un solo aparato psíquico isomórfico en el afuera, cuya representación correspondiente en el adentro, abarca todo o casi todo el espacio psíquico del sujeto. Lo que es totalitario no es la ideología, sino la inserción del sujeto en este contexto, la ideología da cuenta y racionaliza esta inserción. De todos modos, se establece una interacción entre ambos elementos, la estructura y la ideología que le sirve de sostén.
La ideología puede ser una formación del ideal del yo, o del yo ideal; de lo que estamos hablando aquí es de ideología en términos de formación del yo ideal, es decir, de la proyección en el contexto del grupo del yo ideal, tal como lo planteaba Freud en el ’21 cuando hablaba de la masa[48].
La ideología, en tanto formación del yo ideal, tiende a una situación definida como totalitaria. Tiene que hacerlo, puesto que su propuesta abarca la totalidad del aparato psíquico del sujeto. La ideología es, además, maniquea, porque una de sus funciones es definir un adentro y un afuera neto, del cual depende la vida del sujeto. No hay matices posibles en un contexto ideológico, o es blanco o es negro; “Estás conmigo o en contra mío”. La ideología no admite diferencias, con lo que uno de sus “efectos secundarios” es eliminar discriminaciones que pueden ser pertinentes y necesarias para la función adaptativa. Podemos pensar que si la diferencia sexual, la de las generaciones, son consecuencia de la problemática edípica, allí donde predomina una ideología tenderá a borrarse una discriminación clara respecto a estos parámetros. Encontraremos, entonces, en este tipo de grupos una pseudo sexualidad, basada en caracteres secundarios.
En lo que hace al borramiento de las generaciones: “Los hijos abandonarán a sus padres”, decía el Evangelio, un texto, si se quiere, fundamentalista. Casi todas las iglesias modernas han empezado como sectas fundamentalistas, evolucionando después a iglesias institucionales. La diferencia de las generaciones está unida a otra problemática, la de la fantasía de autoengendramiento. Todo grupo fundamentalista va a refundar algo, comenzar todo de nuevo. Los Talibán, por ejemplo, cuando destruyen las estatuas de Buda, o algunas ideologías científicas que van a refundar el psicoanálisis, la política, etc[49]..
Otro elemento presente en estos casos suele ser la negación del paso del tiempo. Esto es coherente con el planteo de Freud de un inconsciente en el que no existe el tiempo. Si esto es así, no existe la muerte; por lo tanto, lo que le va a pasar al fundamentalista es que en realidad no va a morir, sino que será trasladado a otro mundo, en el que despertará rodeado de placeres.
Intervención: Como si lo corporal, lo biológico o lo pulsional (como diría Freud), fuera un lastre del cual hay que desprenderse…
Respuesta: Es el modelo de las religiones asiáticas, donde se lleva al extremo el ideal de abandonar todo tipo de placer sensual, como manera de ponerse en contacto con la divinidad.
Intervención: La propuesta es, entonces, la eliminación del deseo…
Respuesta: La eliminación del deseo respecto del otro. Ya lo había planteado P. Aulagnier: el deseo es deseo de otro, deseo de investir; de lo que se trata entonces es de atacar el deseo de investir. Un deseo de no desear.
Insisto: no es la ideología la que produce estos efectos; inevitablemente lo que los produce tiene que terminar en la elaboración de una forma ideológica: produce, forma, segrega una ideología. Esta propuesta rompe con lo que hemos escuchado tantas veces, la posibilidad de un lavado del cerebro. La idea que las sectas lavan el cerebro de sus miembros, es inadecuada[50]; son sujetos que ingresan allí precisamente para no tener que pensar; una vez adentro se produce un círculo vicioso(o virtuoso, depende de quien lo describa) por la asunción de la ideología común.
Subrayo una vez más que la ideología es una consecuencia y no una causa, lo que ocurre es que en todas estas circunstancias hay una retroacción, puesto que la ideología puede ser utilizada, en un segundo momento, como patrón para regular la conducta de sus miembros.
Naturaleza y función de la ideología
Respecto a la última afirmación, otra característica del aparato psíquico grupal isomórfico es la abolición del pensamiento. Puesto que todo pensamiento es pensamiento de una diferencia, no se puede pensar sino en términos de diferencia. Volviendo a P. Aulagnier: el proceso secundario es una manera de conceptualizar, un medio muy sofisticado para pensar la relación con el otro. El proceso de pensamiento tiene que dar también cuenta, a su nivel específico, de la relación del sujeto con el otro.
La ideología es un pseudo-pensamiento, desde este punto de vista. La ideología tiene que ver también con el fetiche, puesto que es un pensamiento que está dado allí, previo a cualquier tipo de pensamiento, y que hace inútiles (en el sentido de innecesarios) todos los pensamientos, todo está ya pensado de antemano.
Quien ingresa en una secta, no va allí para pensar a la secta, sino que necesita ser pensado por ella. Y esto no quiere decir, una vez más, que la sola ideología se imponga, sino que el aspirante acepta la ideología como un recurso para no necesitar pensar más: todo pensamiento implica aceptar la herida narcisista producida por tener que reconocer diferencias, bordes, límites[51]. Podemos ver en momentos isomórficos del grupo algo que se aproxima a lo que Bion describía como supuesto básico de dependencia: todos esperan una respuesta que provendrá desde el lugar ocupado por el terapeuta, que en ese caso representa el yo ideal del conjunto, en una situación equivalente de la que planteara Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo”[52].
Si no hay pensamiento, tampoco es posible la comunicación: puesto que el pensamiento se apoya en la posibilidad de jugar con diferencias, y que la comunicación también juega con diferencias -porque una información redundante, más que una comunicación es un refuerzo del código-, el establecimiento de una estructura isomórfica traba la posibilidad de comunicación.
Transición y fetiche
El aparato psíquico grupal isomórfico se puede dar en un vínculo en dos modalidades distintas: como momento transicional o como fetiche. Kaës menciona también para la ilusión grupal la posibilidad de estas dos variantes: como formación transicional, tal como se da en el comienzo de cualquier tipo de vínculo, o como fetiche, en tanto queda fijado, por ejemplo, en una relación de pareja simbiótica. Como en la unidad-dual, fantasía propia de este vínculo, la identidad personal del sujeto coincide con su identificación respecto del vínculo[53], cuando pasa del enamoramiento al reproche[54] éste suele explicitarse como –y eso lo vemos permanentemente en la clínica- un “Estás atacando a la pareja”. Cada uno de los miembros de esta configuración vincular proyecta sobre esta su representación previa de un vínculo de pareja: esta superposición del modelo psíquico sobre el vínculo real es tanto más estricta cuanto más haya mantenido, quien hace la proyección, un nivel de sociabilidad sincrética. Esto implica que el sujeto se identifica con la totalidad del vínculo del que participa, tal como sucediera allá y entonces, en el momento de la unidad-dual. Cuando el otro cónyuge no ocupa el lugar que le había destinado en semejante estructura, no se adapta convenientemente a ella, quien reprocha siente que están atacando a la pareja, lo que es para él equivalente a atacar el límite de su propio self singular (por la superposición de ambos). A veces un solterón (o solterona) puede enunciar “Quiero tener una pareja”. Puede entenderse esto como que no quiere tener alguien del otro sexo para armar con él, de común acuerdo, una relación, sino que aspira a una relación ya armada, prêt à porter, preexistente a su constitución, que más que un modelo funciona como una realidad concreta. Recuerdo el análisis de una paciente que “quería tener una pareja”. Comenzó una relación con alguien que llenaba, aparentemente, sus expectativas manifiestas, pero que rápidamente la desilusionó, en cuanto mostró ciertas actitudes discordantes con el modelo que debía reproducir. La actitud de ella pudo entenderse entonces como reprochándole “Me interrumpís justo cuando estoy pensando en vos”.
Intervención: ¿Cuál sería la diferencia entre la ilusión grupal transicional y la modalidad de fetiche?
Respuesta: La ilusión grupal transicional, que suele presentarse en los momentos de comienzo de un grupo, y en la etapa de enamoramiento de las parejas, se diferencia de la ilusión grupal a modalidad fetiche, desde lo fenoménico, en que esta última queda fijada, y produce en forma permanente los efectos que estamos analizando. Cada uno de los miembros del grupo va abandonando su identidad previa al agrupamiento, para reemplazarla por una identidad vincular, que en algún primer momento puede ser optativa, pero que con el transcurso del tiempo puede pasar a ser definitiva. Se relaciona con la dinámica del fetiche: una de las cualidades de esta identidad es suprimir la falta, proporcionar una ilusión de compleción.
Algunas manifestaciones de la pulsión de muerte en los vínculos
Intervención: ¿Proporciona una ilusión de satisfacción del deseo?
Respuesta: Más que la satisfacción de deseos, permite ilusionar la posibilidad de no tener deseo, es la pulsión de muerte lo que está allí en función.
Cierta capacidad yoica es lo que primero se abandona para entrar en ese tipo de vínculos. El suicidio practicado en ciertas sectas fundamentalistas podría entenderse como una predominancia de la pulsión de muerte, donde para acceder a la satisfacción hay que renunciar a la vida, en tanto productora de deseo. Esta renuncia relativa explica también la situación paradójica de los enamorados, cuando piensan y sienten emociones que los alejan de la realidad cotidiana. Lo que aparece como el colmo de la vida, el amor más acentuado, tiene un contenido de pulsión de muerte. Esta reflexión no descalifica el momento del enamoramiento, mientras sea una situación transicional, es decir, de comienzo de un vínculo que posteriormente pasará por una etapa de re-complejización. Esto nos remite nuevamente a Pichon-Rivière, cuando hablaba de las ansiedades depresivas que desencadena la inclusión en todo vínculo nuevo. Es necesario entonces ejercer una acción de desinvestidura relativa con respecto a los vínculos anteriores, y éste es un trabajo de la pulsión de muerte. En el enamoramiento, el sujeto puede sentir “Mi vida ha comenzado cuando te conocí”, como dice la canción. Está allí implícita una fantasía de autoengendramiento recíproco, si puede hablarse en estos términos, con desaparición relativa de los vínculos anteriores, que sufren esa decatectización relativa. De todos modos, hay un intrincamiento pulsional que garantiza que esta pulsión de muerte esté al servicio de la pulsión de vida, pero en ciertas ocasiones puede estar también al servicio predominantemente de la pulsión de muerte. Fabricio, protagonista de “La cartuja de Parma”, de Stendhal (una personalidad con fuertes rasgos narcisistas) destruye todos los objetos con los que se relaciona y a los que ama, en nombre del amor más excelso y de las idealizaciones más intensas. Esta problemática suele encontrarse con frecuencia en la literatura: Romeo y Julieta, la ópera italiana, suelen terminar con la destrucción de los amantes, efecto coherente con el aspecto pulsional mortífero que suele encontrarse en estos vínculos isomórficos.
La pérdida de la discriminación entre los miembros de un vínculo se explica por el hecho de que si las cualidades yoicas, que son las que dan cuenta de las diferencias, son dejadas de lado, las diferencias entre los miembros del grupo desaparecen: hermanos en Cristo, miembros de la horda, de una barra brava o de la masa (que estudiaran Le Bon y Freud): si están todos identificados con un objeto común, a partir de la proyección común en él de los respectivos yo-ideales, devienen iguales entre sí. Incluso las definiciones maniqueas tienden a reforzar este elemento aglutinante: los que estamos del lado de adentro somos todos iguales; los que están del lado de afuera no son ni seres humanos (“al enemigo, ni justicia”, fue el slogan de cierta agrupación política en un momento crítico de nuestra historia). En las etnias llamadas primitivas, con frecuencia el nombre de la tribu significa gente; pehuenche, por ejemplo, significa “gente (che) que come el pehuén” (la araucaria patagónica). Por eso en algunas luchas tribales no hay reparos en matar a todo el que no pertenezca a la tribu, ya que suelen no ser considerados seres humanos.
Pero no perdamos de vista a otro fundamentalismo simétrico, donde la palabra mal no es un concepto que adjetiva una acción, sino que la explica: los “terroristas” hicieron lo que hicieron porque son intrínsecamente malos, con lo cual ningún otro tipo de motivación es analizable. No hablamos necesariamente de justificar, sino de explicar y comprender una situación dada. Como dijo Borges, no se puede combatir a los caníbales comiéndolos.
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Notas:
[1] El seminario fue dictado el 31 de agosto de 2001 en la Asociación Argentina de Psicologia y Psicoterapia de Grupo.
[2] En “Tres ensayos sobre teoría sexual” (1905).
[3] En “Tres ensayos sobre teoría sexual” (1905).
[4] El término transcripción presenta dificultades para ser traducido al castellano: Kaës utiliza el término francés reprise, que literalmente significa re-tomar, pero que tiene una serie de matices que no corresponden exactamente con transcripción. Reprise sería algo que se toma en otro lugar, pero no es un re-tomar idéntico, sino que es un re-tomar con características modificadas.
[5] Nunca, sin embargo esta estructura es totalmente fija, conservando siempre un margen más o menos amplio de variabilidad.
[6] Ver J. Bergeret La personnalité normale et pathologique. Dunod, Paris, 1974. La personalidad normal y patológica, Gedisa, 1996, Barcelona.
[7] “La idea de un apuntalamiento múltiple encuentra sus raíces en el pensamiento de Freud. Por otra parte, la vida creativa de Freud sugiere con fuerza un cuádruple apuntalamiento que supongo fundamental: sobre el cuerpo, sobre la madre, sobre el grupo y sobre el sí-mismo (auto-apuntalamiento). El desfallecimiento accidental de uno de estos apoyos moviliza siempre, en Freud, un movimiento de depresión y el recurso, o el retorno, a un apuntalamiento más sólido, a partir del cual pueda tomar apoyo y modelo para crear.” Kaës. R., Crise, rupture et dépassement. Dunod, Paris, 1979, Pag. 9. (Crisis, Ruptura y Superación, Ediciones 5, Buenos Aires).
[8] El seminario fue dictado por el Dr. Marcos Bernard en la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG) el 31 de agosto de 2001.
[9]Tengo presente, especialmente, trabajos de A. Ruffiot sobre psicoanálisis de la pareja y de la familia, donde utiliza este modelo. Además, en la última edición de El aparato psíquico grupal, editada en Paris en 2000, Kaës hace una lista de los distintos trabajos que se han publicado (no sólo por parte de él), extendiendo el concepto de aparato psíquico grupal a grupos psicoanalíticos, grupos naturales, pareja, familia e instituciones. El concepto de aparato psíquico grupal, por otra parte, se engarza con otro concepto que Kaës viene trabajando desde la década del ’80, el de las formaciones intermediarias.
[10] Y eso lo especifica Kaës cuando se acerca al modelo de P. Aulagnier.
[11] Kaës habla del sujeto del grupo.
[12] Especialmente en lo que de esta obra puede aplicarse –y Kaës lo ha hecho- a la teoría de los grupos.
[13] Como ya lo planteaba G. Mead en 1934, desde la psicología social, y como lo va a plantear P. Aulagnier desde el psicoanálisis en 1975.
[14] Freud se manejaba con esquemas neo-lamarckiano, que postulan la posibilidad de una adaptación activa por parte del organismo en cuestión, y en donde las experiencias de un sujeto singular pueden ser transmitidas a través de los genes. Hoy se han descartado esas hipótesis, y predomina el neodarwinismo, que pone el acento en la selección natural.
[15]Debemos decir, llevando a su extremo el modelo vincular, que el apuntalamiento de ambos es sobre el vínculo que han establecido.
[16] En esto nos basarnos también para decir que el macrocontexto cultural está presente desde el primer momento.
[17]Sin embargo, el hecho de que esté el padre presente, convenientemente representado en el psiquismo de la madre, es indispensable para que el hijo nazca psicológicamente. Si el deseo sexual genital está separado respecto del deseo del hijo, se produce una triangulación adecuada. Entonces es cuando se constituye esa figura que denominamos presencia del otro del otro, es decir, algo en la madre que es irreductible a la posibilidad de que el hijo la transforme en puro objeto interno, sin resto.
[18]Aunque no se detiene allí: la cadena de identificaciones continúa a lo largo de la vida del sujeto.
[19]Aulagnier (1975), La violencia de la Interpretación, del pictograma al enunciado, Amorrortu, 1991, Buenos Aires.
[20] El soma es también, por el momento, el mundo exterior para el infans.
[21]Esto implicaría que detrás de toda fantasía de incesto genital, está la idea de una fusión, o la desaparición de la madre como objeto autónomo.
[22]Ya lo plantean Laplanche y Pontalis, cuando afirman que en la fantasía el deseo y la defensa correspondientes están siempre presentes.
[23]El seminario fue dictado el 14 de septiembre de 2001 en la AAPPG.
[24] Publicado en La invención psicoanalítica del grupo, 1994.Asociación Argentina de Psicologia y Psicoterapia del Grupo
[25]Anzieu D, El grupo y el inconsciente. Lo imaginario grupal, (segunda edición) Biblioteca Nueva, 1993, Madrid.
[26] Habíamos señalado en otro lugar que la fantasía de incesto genital tiene como antecedente la de fusión del bebé con el seno de la madre.
[27] De la que hablaba A. Bejarano.
[28] Hablar de un grupo “psicótico” implica hacer un uso metafórico de este término.
[29] He sostenido esta hipótesis en mi trabajo “ La estructura de roles grupal y el estatuto del inconsciente”, incluido en El grupo y sus configuraciones (Lugar editorial, Bs. As., 1982)
[30] Las proyecciones de los miembros pueden llegar a establecer una sinergia con la función adaptativa del grupo, o interferirla; no hay posibilidad de situaciones neutras.
[31] Lo que Pichon-Rivière llamaba, desde otro modelo pero refiriéndose a la misma problemática, los roles atribuidos y aceptados. Tal vez una diferencia significativa respecto del modelo de Pichon-Rivière es que él no ponía el acento en la idea de una estructura de lugares o roles, sino que hablaba más de roles atribuidos en forma lineal, sobre un objeto externo determinado. A partir del modelo de Laplanche y Pontalis, el acento está puesto en el aspecto estructurante y estructural del conjunto producido por estas atribuciones.
[32] La repuesta de Marcos Bernard se refiere a poder establecer una diferencia entre el rol y status.
[33] Linton, R.: Estudio del hombre. Fondo de Cultura Económica, México.
[34] Kaës, R. L’Idéologie. Études psychanalytiques. Dunod, Paris, 1980.
[35] Recordemos que definimos esta estructura como un sistema no sistemático.
[36] Recordemos, además, que los momentos que hemos mencionados pueden tener un carácter transicional, ser una etapa en un grupo determinado, o quedar fijados. Este es el caso de una ilusión grupal a modalidad fetichista (R. Kaës).
[37]Archi significa, en su raíz griega, primero, principio.
[38] Se refiere al tema Institución e Identidad.
[39] Una vez más podemos aplicar aquí los conceptos bionianos de grupo de trabajo y de supuesto básico.
[40] Se refiere a la Repetición de lo originario, y la posibilidad de creación (La repuesta de Marcos Bernard se refiere a los mecanismos de defensa en los pactos denegativos)
[41] (La repuesta de Marcos Bernard se refiere a los mecanismos de defensa en los pactos denegativos).
[42] J. Bleger había advertido sobre los efectos deletéreos de la invasión del yo por parte del núcleo aglutinado, en ocasión de una ruptura del clivaje que los separa.
[43]El conjunto de las fantasías en las que el sujeto tiene un lugar, los grupos del adentro, es el correlato psíquico interno de lo que los psicólogos sociales han estudiado como el haz de roles, es decir, el conjunto de los roles diversos que desempeña en los grupos en que le toca actuar. La pertenencia del sujeto a múltiples grupos (con sus respectivos correlatos internos), hace que la identidad de pertenencia que establece en función de cada grupo en particular esté matizada y reasegurada por la identidad que establece en función de los otros grupos. Si la identidad del sujeto está demasiado jugada a la pertenencia a un solo grupo, la pérdida de esta pertenencia puede ser deletérea para la posibilidad de mantener estable esta identidad (apuntalada en este caso exclusivamente en esta pertenencia), con el correspondiente peligro para la estabilidad psíquica del sujeto.
[44] Pichon-Rivière había señalado, por su parte, la condición de la existencia de esta recíproca representación interna en el psiquismo de sus miembros, para poder hablar de grupo.
[45] Isomórfico en este caso, para el sujeto en cuestión.
[46] Circunstancia esta que es fisiológica en un niño, dado el estado de desarrollo insuficiente de su propio aparato.
[47] Se refiere a ideología y totalitarismo.
[48] Aunque él hablaba del ideal del yo: la instancia yo ideal no pertenece a la metapsicología freudiana.
[49] De este modo, la cadena de generaciones que mencionara Silvia Bleichmar, en que cada científico debe que agregar su grano de arena, queda reemplazada por una nueva cadena, de la que el nuevo descubridor o fundador es el origen.
[50] Coincido aquí con las propuestas de B. Chouvier, vertidas en “Les avatars de l’idéal: une approche psychanalytique du ‘sectaire’”; incluido en F. Champion y M. Cohen, Sectes et démocratie. Seuil, Paris, 1999.
[51]El rechazo de esta herida puede llevar sujeto a establecer el vínculo –K, que describiera W. R. Bion.
[52]Freud afirmó que el ideal del yo se proyecta sobre la figura del líder. Podemos decir que no es el ideal del yo, por lo menos en el caso de los grupos burocratizados, sino el yo ideal. Cuando se proyecta el ideal del yo todavía está vigente la discriminación entre el ideal y la posibilidad del sujeto de acceder a él. En un trabajo de D. Lagache, “Estructura del aparato psíquico”, se define la diferencia entre ideal del yo y yo ideal y superyó. En Freud esta distinción no está establecida: cuando habla de ideal del yo puede estarse refiriendo a lo que llamará en “El yo y el ello” superyó, como ocurre el “Psicología de las masas…” Y si bien utiliza a veces la expresión yo ideal, lo hace como sinónimo de ideal del yo. En la versión de sus obras de López Ballesteros, inclusive, la confusión terminológica se debe a problemas de traducción inadecuada.
[53] El sujeto es el vínculo.
[54] Utilizo aquí la secuencia descripta por J. Puget e I. Berenstein.