La comprensión de la naturaleza, las reglas y las relaciones que subyacen a la folie a deux constituyen un verdadero desafío que implica un cambio de óptica de parte del observador, quien desde una concepción intrapsiquica del problema y funcionamiento de la psique, intenta girar hacia una aprehensión relacional e interpersonal.

La folie a deux se inscribe entre esos fenómenos provenientes de la estrecha influencia o de la correlación recíproca que se instauran entre los mundos internos de los individuos, o entre el mundo interno de cada uno y la realidad del otro. Los primeros investigadores se han interrogado: ¿la folie a deux es una locura simultánea (Régis, 1880) que se manifiesta en dos personas y en el seno de la cual, a partir de un momento dado, es imposible distinguir quién es allí el iniciador?, o ¿no se trataría sin embargo, de una locura impuesta o comunicada (Lasègue C.; Falret J.P.; 1873) por una persona a otra?

Freud en la Metapsicología (1915) escribe que «el inconsciente de una persona puede reaccionar al inconsciente de otra, eludiendo lo consciente»1.

En las obras Psicoanálisis y telepatía (1921), Sueño y telepatía (1922) y Ciertos agregados de conjunto a la interpretación de los sueños (1925) Freud profundiza las relaciones entre el sueño y los fenómenos telepáticos y pone en relación la posibilidad de la transmisión del pensamiento con la puesta en acto de deseos inconscientes: » Nosotros sabemos en efecto que no es una información cualquiera, no pertinente, que ha sido comunicada por vía inductiva a una segunda persona; se trata, por el contrario, de un deseo extraordinariamente intenso, que mantiene una relación particular con la persona que lo nutre y que ha logrado darse una expresión consciente, aunque ligeramente contrahecha, gracias a la ayuda de una segunda persona, a la imitación fiel de la forma según la cual se vuelve perceptible, sobre una placa sensible a la luz, la parte terminal e invisible del espectro, como si se tratara de un apéndice coloreado» (Freud, 1921, p 352) Según Freud, la intensidad del afecto comunicado, la naturaleza y la importancia del vínculo entran en juego en ese tipo de relaciones que logran, en cambio, amplificar, como sobre una placa sensible a la luz, los aspectos, emociones, conflictos, partes del sí mismo que habrían quedado, silenciosas o aparentemente invisibles

En una obra del mismo período, Psicología de las masas y análisis del yo (1921), Freud profundiza los temas del contagio psíquico2.

Particularmente interesante aparecía la explicación del fenómeno según el cual el Yo de la persona contaminada percibe una «analogía significativa» con el otro Yo bajo un aspecto preciso, como por ejemplo, un sentimiento; y cuando la situación patógena se manifiesta, él la propone de nuevo, especular, durante un recorrido común de la formación del síntoma.

Freud cita asimismo otros dos o tres elementos importantes: 1) La analogía significativa con el otro Yo sobre un aspecto preciso, como por ejemplo, un sentimiento y 2) lo compartido de un espacio, de un contexto común que rodea a las personas implicadas.

Estos cuatro puntos 1) la intensidad del afecto comunicado, 2) la naturaleza del vínculo, 3) la analogía significativa con un aspecto del mundo fantasmático del otro, 4) lo compartido de un contexto común, son algunos de los aspectos sobresalientes del funcionamiento de la folie a deux y los tres primeros regresarán, bajo diversas formas, en la sucesiva literatura3.

En el capítulo clásico del libro de Searles (1965) «La tentativa de enloquecer al otro partenaire de la relación: un componente de la etiología y de la psicoterapia de la esquizofrenia» el tema de la inducción de la locura está ligada al hecho de «…iniciar una forma cualquiera de interacción interpersonal susceptible de provocar un conflicto emocional en el otro partenaire, en otros términos, de activar diferentes sectores de su personalidad en oposición entre ellos» (p.245). Las motivaciones estarían ligadas a diferentes aspectos. Ante todo a los «deseos de psicosis», dicho de otro modo, al deseo agresivo de hacer perder la razón al otro, análogo al sentido de muerte psíquica, al deseo de matar, de eliminar psíquicamente al otro. Otra motivación consistiría en el » deseo de exteriorizar, liberándose de esta manera de la locura amenazante que siente en sí mismo», (p.254) o aún, » el deseo de poner fin a una situación irremediablemente conflictual y no resuelta» (p.254); o finalmente, la tentativa de instaurar una relación simbiótica » el deseo de encontrar un alma gemela quien alivie un sentido intolerable de soledad» (p.256), Sin embargo, sobre la vertiente opuesta, se encuentra también el deseo de ayudar al otro a diferenciarse y a pensar que » ayudar al otro a alcanzar una integración intrapersonal e interpersonal o a autorealizarse es, un poco, la esencia misma de la relación amorosa».

Pero cuando se habla de inducción, no se refiere solamente a esos fenómenos, sino a cosas más complejas, como se puede observar en la folie a deux donde están actuando aspectos diferentes.

En 1983, Meltzer retoma alguna de sus convicciones expresadas en ciertos escritos de 1963, y afirma:» No se puede sostener que aquello se inscribe únicamente en el marco de la identificación proyectiva; nosotros debemos avisorar la hipótesis que habría en la base de estos fenómenos, otros tipos de identificación narcisista como la identificación adhesiva e igualmente la posibilidad que la folie a deux puede ser la manifestación de una psicología de grupo conforme a los postulados de Bion, según los cuales, el grupo es un grupo de dos».

En la situación de la folie a deux, cuando un miembro logra liberarse de las ideas delirantes, el otro se vuelve más manifiestamente enfermo. Meltzer llega hasta afirmar: «Yo abordo poco a poco la folie a deux, como dos estructuras de personalidad que se unieron para formar un tipo de estructura particular que aún queda por definir».

En qué consiste este tipo de estructura particular y las modalidades de su formación son las mayores cuestiones que implican esta patología.

 

¿Existe una teoría de las relaciones subjetales?

Podríamos decir que desde sus orígenes, el psicoanálisis ha tratado de estudiar las modificaciones inducidas, en la realidad interna o externa del otro, por los afectos y fantasmas de omnipotencia de la psique del sujeto; en otros términos, ella ha tratado de buscar si es posible describir los procesos interpersonales como formando igualmente parte de un mecanismo intrapsíquico y viceversa. Sin embargo, aún quedan numerosos puntos oscuros.

Todos los estudios y las polémicas nacidas alrededor de la utilización ciega de la identificación proyectiva, del estiramiento exagerado de ese concepto o, del lado constructivo de lo que se puede definir como la concepción interpersonal de la identificación proyectiva, constituye allí un testimonio. Por otra parte Bion mismo, reiterando la utilidad teórica de este concepto ha llegado a afirmar que «…nosotros podríamos preguntarnos si no hay otra teoría susceptible de explicar lo que el paciente hace al analista, para que este se sienta como se siente» (Bion, 1974, p 181); me parece que el psicoanalista inglés pone también particularmente el acento sobre el actuar como elemento concreto más que sobre el proyectar.

La distancia entre la identificación proyectiva como fantasma y la respuesta del otro en la realidad, susceptible de revelarse en sintonía, coherente o complementaria con las necesidades recíprocas que la relación satisface, deja entonces un dominio aún inexplorado, lo que reviste según pienso, una importancia fundamental, sobretodo para comprender graves patologías o niveles primitivos de funcionamiento, allí donde el déficit de la representación abre la vía a las comunicaciones concretas y actuadas.

Para comprender mejor estos fenómenos, la teoría de las relaciones objetales, ha representado, a partir de los años treinta un importante esfuerzo y coronado de éxito para describir «el modo de relación del sujeto con su mundo, relación que es el resultado complejo y total de una cierta organización de la personalidad, de una aprehensión más o menos fantasmática de los objetos y de ciertos tipos privilegiados de defensa» (Laplanche y Pontalis). Pero como lo remarcan estos autores con razón y otros entre los cuales está Kohon (p 627), esta teoría trata de la relación del sujeto con SU PROPIO objeto y no de la «relación entre el sujeto y el objeto que está en una relación interpersonal» (Kohon). El objeto de la relación no es solamente el objeto de la proyección sino «el término de un proceso de intercambio psíquico y entonces él es como sujeto, otro sujeto que insiste y resiste como otro». (Kaës, p.27).

El interés que reviste la folie a deux para la investigación es la posibilidad de clarificar las patologías transpersonales que se sitúan no tanto y no solamente, al nivel intrapsíquico sino en la integración entre dos o más personas.

Adelanto la hipótesis que el elemento patológico es el vínculo, pero el problema que se plantea es «¿cómo se instala ese vínculo?, ¿cómo se vuelve progresivamente claustrofóbico y perseguidor al punto de enfermar los protagonistas en un claustro sado-masoquista y paranoide o gravemente depresivo?, ¿cómo este vínculo se desanuda, admitiendo que esto se pueda?»4

 

La folie a deux modelo de base para el vínculo

Si volvemos a la metáfora de Freud de la placa sensible a la luz que vuelve perceptible una extremidad invisible del espectro, podemos suponer la puesta en acto, en ciertos contextos relacionales y reales, entre dos personas en interacción, de aspectos que podríamos definir por un lado como complementarios y por otro como reflejándose mutuamente. Como si recíprocamente cierta longitud de ondas hiciera entrar en resonancia un aspecto análogo al nivel del otro generando así un fenómeno de influencia y de amplificación recíproca de afectos contenidos o de parte de sí que permanecen silenciosos u ocultos fuera de esta experiencia.

El aspecto importante no es tanto la complementariedad sino más bien esta revelación de aspectos novedosos que pertenecían desde siempre a esta persona pero que jamás habían llegado a la superficie o puestos en acto si no fuera por la experiencia de este vínculo con el otro.

En un ensayo anterior (Nicolò, 1992) adelanté la hipótesis que «en la relación con el otro cada uno puede poner en un acto una versión del complementario de si, que puede llegar en situaciones extremas, hasta quebrantar lo que era hasta entonces la identidad con la cual esa persona había convivido o era conocida en su entorno». En este artículo formulé igualmente otras hipótesis en torno a «la utilización del otro en la relación», entendidas

como las posibilidades disparatadas y múltiples: incluyendo desde el efecto de estabilización de la personalidad o mantenimiento de la cohesión de sí o de definición de identidad ante situaciones francamente patológicas en las cuales el otro (quién sin embargo jamás es un receptor pasivo) es utilizado, colonizado o parasitado para que el sufrimiento actuado o evacuado encuentre en éste un contenedor mental o somático capaz de repetirlo o reelaborarlo.

En este sentido la folie a deux puede representar el modelo de base, en la medida en que se sitúa en el límite de la patología, de un funcionamiento psíquico bipersonal; en otros términos que no describe únicamente las representaciones en la psique del individuo sino más bien al vínculo como elemento central. Un vínculo en este caso capaz de activar e inducir aspectos novedosos producidos así por la interacción recíproca y por la relación con el contexto y la idea de la aparición súbita de estos nuevos aspectos nos parece mucho más aceptable si en vez de concebir el sí del sujeto como una estructura única e inmutable, intentamos captar la complejidad de su organización, las numerosas personalidades que nos constituyen, cada una de las cuales representa un aspecto de nuestro sentimiento de identidad.

El desencadenamiento de esta operación está rigurosamente subordinada a la existencia de un contexto en el seno del cual este tipo de interacción se manifiesta. En estas situaciones, se describe en efecto, una situación de suspensión súbita de las coordenadas espacio – temporales que ligan los personajes con sus puntos de referencia, de donde la creación de un contexto que presenta nuevas características y da a los encuentros nuevas significaciones. Una dimensión de clandestinidad es típica en otro de este género de contextos y delimita la frontera rígida entre las personas que estipulan el pacto inconsciente, y los otros, los extraños, son siempre excluidos y sentidos como amenaza.

Así el contexto es fundamental no solamente por lo que concierne a la determinación de las reglas de la relación, sino sobretodo por conferir una significación a los acontecimientos y a las palabras o a todos los procesos mentales (Bateson, 1979).

La contextualidad, como recuerda Modell, permite que ciertos hechos sean seleccionados y percibidos como realmente existentes puesto que ellos son comprensibles en el seno de un contexto apremiante.

 

Caso clínico: María y Roberto

Voy a ejemplificar con un caso clínico que me parece paradigmático.

Recibo un llamado telefónico de una señora de edad madura, enviada por un colega para realizar una terapia de pareja. La señora expone, tanto desde su llamado telefónico como durante el curso de la primera sesión de consulta, la razón por la cual ella solicita un tratamiento: convencer a su marido que ella no lo engaña.

Los dos son elegantes, están casados y sin hijos.

María es ama de casa y consagra todo su tiempo a los quehaceres domésticos, sin embargo su aspecto es el de una mujer seductora, de un nivel cultural medio.

Roberto es un ejecutivo superior quien consagra mucho tiempo a su trabajo; es verdaderamente un hombre bello a pesar de un cierto aire un poco triste y cansado.

María afirma de entrada la estima y confianza con que alimenta la consideración de su marido, de sus capacidades profesionales. Ella se siente amada y comprendida. Su matrimonio ha marchado siempre bien, aún no habiendo tenido hijos. Ella ha hecho todos los exámenes necesarios para comprender la razón de su esterilidad pero en vano. Él habría podido hacerlos también pero él se ha negado. Ella lo comprende porque para un hombre esos exámenes son humillantes.

Ella se acuerda de su padre que tomaba de tal manera a su virilidad.

Roberto recuerda que ellos habían convenido que en definitiva tener hijos no era importante. Él está de acuerdo con su mujer en lo que concierne a su matrimonio, el que dura desde hace veinte años y afirma que ha venido a la consulta para satisfacer a su mujer con la cual él ha pasado los años importantes.

La terapeuta les pregunta qué es lo que los había traído a la consulta y ante esta cuestión los dos intervienen. Ellos reconocen que la terapia podría ayudarles en la medida en que ella logre identificar las estrategias eficaces para resolver su problema.

A este punto, la invito a precisar su pensamiento. María declara que ella querría verdaderamente tranquilizar a Roberto y describe una serie de episodios. Ella va a decir que se siente halagada por el amor que Roberto le manifiesta, y mismo que a veces ella siente una cierta turbación. Bajo la mirada siempre más sorprendida de la terapeuta, ella cuenta que Roberto vierte talco en el pasillo justo a la entrada para descubrir si ella sale. Él ata con hilos muy finos los picaportes de las puertas: si se abre la puerta los hilos se rompen. La sesión alcanza su punto culminante «habitualmente, todos los miércoles –explica María- pasa un empleado que trae seis huevos. Para esa ocasión, Roberto está siempre presente para tomar los huevos. Pero la semana última, precisamente la semana última, un problema ha surgido». A este punto una violenta disputa estalla. Roberto afirma que el miércoles había aún seis huevos mientras que el día anterior él había comido dos. ¿Cómo podía ser que hubiera aún todos los huevos? María ciertamente los había reemplazado y el empleado había venido a traerlos cuando él no estaba allí. Entonces él encontraba una relación entre su mujer y el empleado. A este punto Roberto saca el revólver que lleva en su bolsillo. María no tiene una expresión particularmente horrorizada y ella comenta que su marido «es peor que un Siciliano».

Lamentablemente, las tentativas de la terapeuta por mostrar que las reacciones de Roberto son por lo menos exageradas y que allí no se trata de simple celosía, resultan vanas.

Los esposos tienen una expresión escandalizada frente a la idea de otras hipótesis.

En el curso de las sesiones siguientes, se descubrirá igualmente las maniobras solapadas que practica María para despertar los celos de su marido y cómo su vida está fuertemente centrada sobre el cuidado por seguir los ritos que él le impone. Se descubre igualmente que la depresión que la había afectado los años anteriores y por la que había necesitado hospitalización había desaparecido después de algunos años. Una depresión muy grave la había conducido en los años anteriores al borde del suicidio puesto que ella se sentía humillada y perseguida por su hermana a quien ella consideraba más dotada y más bella que ella.

Las estructuras de funcionamiento como aquellas puestas en acto en esta pareja son muchas veces particularmente útiles para dominar las patologías que sino amenazarían no solamente la salud mental sino física de la persona.

La incapacidad de María de darse cuenta de la patología manifestada por su marido- su delirio de celos- no era más que una señal de alarma superficial que disimulaba por el contrario la puesta en acto que ella operaba de la patología de su marido. Los dos parecían compartir un núcleo delirante. María frente a su hermana y luego Roberto hacia los amantes supuestos de su mujer.

El vínculo que los unía, organizado sobre el control recíproco y sobre la exclusión del tercero vivido como perseguidor, se revelaba en definitiva claustrofóbico, pero era la única manera de sobrevivir al dominar la amenaza de muerte psíquica o física. Matarse o matar al otro pesaba de manera alarmante sobre el psiquismo de cada uno y así estaba controlado y externalizado en la pareja.

Este aspecto se revela particularmente problemático y difícil de tratar en terapia entonces la solución de este vínculo se verifica como difícil y puede a veces producir descompensaciones de uno o del otro que el proceso terapéutico trata de contener a veces en vano.

Sería igualmente muy difícil intervenir individualmente sobre cada uno de ellos habiendo visto que es el vínculo el elemento en cuestión. En el espacio de la pareja, la patología de cada uno está clivada y externalizada, el otro es cómplice de esta operación.

El otro aspecto importante es ciertamente el hecho que el problema se revela egosintónico para los dos. Los partenaires no son conscientes de la natural patología delirante del problema justamente porque son ellos mismos quiénes contribuyen a formarlo.

Por la misma razón ellos comparten la necesidad de control y de dominación sobre el otro que no es más que lo sucedáneo de la necesidad de sentirse aceptados, reconocidos y amados, de la necesidad de pertenecer a una familia. Otro aspecto es la instigación del otro de la patología, como es el caso cuando desde un examen profundo son puestas en evidencia las maniobras sutiles, casi imperceptibles, por las cuales María estimula la patología de Roberto. Se trata entonces de una patología que no puede encontrar su expresión más que en otro y que es concretada en otro en las puestas en acto que pierden su carácter potencialmente simbólico. Como el resorte de la sesión, será muy difícil y laborioso darle una dimensión fantasmática. La significación «otro» tan evidente en la psique del terapeuta, es absolutamente extraña en la psique de aquél que comete estos actos. No es más que sobre lo concreto que deviene el nivel sobre el cual se desarrolla el funcionamiento relacional.

 

Conclusiones

Estas patologías se parecen a veces por las dinámicas análogas a las dinámicas presentes en las patologías del doble.

Las experiencias de cambio, de ruptura o separación pueden hacer engranar la activación de síntomas que se manifiestan en la situación de folie a deux.

Los fantasmas arcaicos y las amenazas de muerte del sí y de aniquilación se manifiestan en este género de situación desde que la ruptura del vínculo es vivida como la ruptura de la ligazón simbiótica que lo tenía hasta entonces a ese sí frágil sostenido en la vida.

En realidad, cada uno no podía existir y estar satisfecho sobre el plano narcisista más que cuando el otro era sometido, controlado, invadido y finalmente porque no había una existencia autónoma. La celosía patológica tenía por objetivo y como resultado, retomar la posesión del otro quien vuelve a ser, como en el pasado, privado de autonomía o de diferenciación. Condición por otra parte recíproca.

El elemento más importante en esta situación es el vínculo que estas personas instauran entre ellas, elemento nuevo, conjuntamente construido, capaz de influenciarlo recíprocamente. Este elemento tiene su origen en los aspectos arcaicos y organiza los elementos estructurales.

Pienso que la folie a deux representa un modelo de paradigma como tipo de funcionamiento en los acoplamientos fundamentales. En el fondo de cada pareja hay este elemento de vínculo que no es explicitado pero que es capaz de condicionar a cada miembro de la pareja. Se trata allí de una suerte de fondo relacional como un escenario silencioso que puede devenir evidente a causa de una patología de uno de los miembros que habitan el vínculo.

Numerosos son los autores que se han ocupado del psicoanálisis familiar y algunos entre ellos han profundizado, a partir de diversos puntos de vista, el concepto de vínculo. Las teorizaciones de algunos autores, Pichon – Rivière, Berenstein, Eiguer, Kaës, Puget haN sido particularmente importantes para mí y me han permitido profundizar el concepto de vínculo.

¿Pueden definir al «vínculo» estas relaciones recíprocas y mutuas, interdependientes, que se instauran entre los miembros de una pareja y de una familia y son conjuntamente construidos entre los miembros y devienen así un tercer objeto que los condiciona?

Creo que este término nos permite mejor describir la naturaleza bilateral o multilateral de estas relaciones que preveen la utilización del otro no tanto como el objeto de la proyección sino más bien como interactuando en tanto sujeto en la realidad. Otro en parte incognoscible o desconocido sobre el cual nosotros actuamos y por el cual somos actuados y usados.

Berenstein, a este respecto, nos recuerda que el reconocimiento de la presencia del otro como irreductiblemente extraño al sí, con el cual estamos en una relación tan fantasmática como real, puede ser extremadamente creativa. En efecto desde que es imposible asumirlo como perteneciéndonos o de rechazarlo o de expulsarlo, a menos de romper el vínculo, aquel, para parafrasear a Berenstein, no se transforma más en ausente o no se percibe como extraño, por lo que exige de nosotros que nos modifiquemos como sujeto.

Un campo que nos permite reflexionar sobre estos temas es la observación de situaciones más graves donde predomina la acción en el lugar del pensar, del hablar o representar, donde existe una suerte de corto circuito de la consciencia que hace que el sujeto quien recibe la proyección se sienta, en realidad, cambiado o inducido a los comportamientos, vivencias o emociones y las actúa sin apercibirse de ello.

En estas situaciones, según creo, nosotros no debemos describir los acontecimientos en términos causales, dicho de otro modo en ese sentido en el que alguien impone algo a otro pero debemos más bien hacer las descripciones en términos de vínculos que unen o aprisionan, según el caso, las personas interactuantes.

El vínculo, si bien va siendo construido por dos partenaires en la interacción, constituye un tercer elemento, capaz de condicionar y de modificar a los dos participantes. No habrá entonces una persona que parasite al otro quien es víctima, por lo tanto, en otro nivel, la víctima puede devenir y a la consideración de mi observación clínica en general, es perseguidor. El vínculo posee ciertas características específicas 1) Esta construcción compartida no es consciente, a menos que ella provenga de un trabajo de elaboración. Esta construcción se expresa y se la puede observar en acción a través de comportamientos, de vivencias, de sueños o de síntomas (Nicolò – Norsa Carratelli); 2) ella debe estar en condiciones, una vez construida, de influenciar a los actores que la han producido; 3) de costumbre no aparente, ella deviene evidente en la medida en que ella condiciona la libertad de expresión del individuo; 4) el vínculo es diferente de la relación objetal porque es una construcción tercera en relación a los sujetos que lo producen. La relación objetal por el contrario, aún si ella produce en el intercambio «un objeto compartido» (Teruel), aún si está en la base de la pareja de las proyecciones, de las identificaciones proyectivas recíprocas, es la reactualización de una relación de objeto interno que encuentra su origen en el pasado; 5) el vínculo, elemento nuevo, conjuntamente construido, extrae de cada uno de los partenaires las versiones diferentes de sí que se ritualizan en relación a ese vínculo específico; 6) el vínculo constituye la tela de fondo, el decorado sobre el cual pueden enseguida moverse las diversas relaciones objetales, y en general aparece como evidente únicamente en las situaciones patológicas. Cuando ese vínculo impide el desarrollo de la personalidad de cada uno, puede volverse compensatorio de problemas del otro o de la pareja misma, siendo lo más frecuente, los aspectos psicóticos, de grave depresión, o los problemas que revelan la dinámica «vida-muerte»; 7) las vivencias de contra –transferencia, las interacciones, los gestos, las sensaciones, algunos aspectos presentes en los sueños son muy útiles para interpretar la calidad y la naturaleza de los vínculos en el setting de la pareja y de la familia.

De estos funcionamientos que creo, son ubicuos, la folie a deux representa el modelo paradigmático, aún en la extremidad del espectro patológico.

La hipótesis que podemos adelantar es que cada vínculo actualiza una versión particular del sí de la persona que está allí ligada, dejando a los otros invisibles y silenciosos.

En ciertas patologías, estos tipos de vínculos pueden explicitar los aspectos particularmente patológicos de las personas que están implicadas en ellos.

En una situación dada, existe el ámbito de lo inconsciente compartido entre los miembros de una pareja que consiguen instaurar organizaciones patológicas transpersonales, inseparables del aporte de las personas que interactúan. Puede ser que en otras situaciones y con otros partenaires, este aspecto patológico que en sus manifestaciones respondía a las necesidades económicas y dinámicas de dos miembros de la pareja no habría salido a la superficie.

Sin embargo, esta patología particular compartida puede representar el extremo de un modelo de funcionamiento interpersonal, puede ser más generalizable aún según las progresiones y las modalidades diferentes. Puede que esta concepción de las relaciones interpersonales provea una explicación respecto de las capacidades de las que cada uno está dotado de modificar continuamente en función de las experiencias que adquiere, iluminando cada vez, aspectos y partes de sí de las cuales cada uno es portador intrínsecamente susceptibles de desarrollarse según las necesidades y las situaciones.-

 

Traducción del francés realizada por la Lic. Irma Morosini

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Notas:   
1. A la luz de estas afirmaciones, que él ha reiterado en otras obras como La perturbación (1919) discute la existencia de una transmisión directa del inconsciente de las personas que escapa al control y a la toma de conciencia y se encuentra sometido a reglas aún desconocidas.
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2.. Él cita el ejemplo de una jovencita quién estando en el colegio recibe en secreto una carta de un joven hombre al que ella ama, quien despierta sus celos y ante la cual ella reacciona con una crisis histérica»…algunas de sus amigas, estando al corriente del asunto, contraen la crisis por la vía de lo que nosotros llamamos «infección psíquica» (Freud, 1921, p.295).
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3.. Para Helen Deutsch (1938) en la folie a deux, sería transmitido al sujeto, algo que no es extraño a su Yo: y entonces la folie es el resultado de la conjugación de dos mundos inconscientes. El sujeto que está contaminado, a través de la sugestión histérica o de la inducción esquizofrénica, estaría movido por la dinámica inconsciente de acercamiento al objeto o de recuperación del objeto perdido. En otros artículos, se estudia el fenómeno de la inducción en el otro.
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4..Voy a comenzar por contar la trama de un film muy significativo «Un alumno dotado» de Brian Singer, basado en un texto de Stephen King. En una pequeña ciudad americana en 1984, un profesor acaba de explicar a sus alumnos del liceo, los temas del holocausto. Todd está particularmente interesado. Ël ha efectuado investigaciones puntuales. Rápidamente, se le ve delante de la puerta de la casa de un viejo señor. Aparentemente, sólo quiere hallarlo. Es curioso, Sabe algo sobre él, sobre su historia pasada de oficial nazi. El muchacho parece al principio inofensivo, un rostro angelical y el viejo señor le ofrece una bebida, él pide una leche. Sin embargo, poco a poco, la tela de araña se teje cada vez más estrechamente alrededor del hombre. «Yo quiero solamente escucharlo a Ud. contar» dice Todd al anciano.

Cada vez más aterrado y compelido a padecer el chantaje, comienza entonces a contar la muerte de los judíos en los campos con distintos tipos de gas, y poco a poco, sin que uno se de cuenta, cambia el clima. Se instala entre los dos personajes una suerte de complicidad, de fascinación. «Una puerta se había abierto y no se podía cerrar» dicen de la aventura de los nazis. Asimismo esta puerta abierta entre el criminal nazi y el joven adolescente, comienza a transformarlos a ambos. Bajo la ducha, en el gimnasio Todd ve una y otra vez los rostros macilentos de los judíos, se aisla del grupo y de su mejor amigo, preserva un clima de clandestinidad en sus encuentros con el señor Denver.

El punto culminante ocurre cuando una noche Todd se presenta con un uniforme nazi y obliga al señor Denver a ponérselo. Así es como se pone en evidencia la relación sado-masoquista que se ha estructurado poco a poco. Esta relación parece incluso extraer una identidad jamás vista en cada uno de los partenaires hasta ese momento. «Cuidado muchacho, estás jugando con fuego», le dice el viejo nazi y de hecho, a partir de ese momento y hasta el final de la película se asiste a una violencia creciente: La muerte del gato en el horno, las amenazas recíprocas, la manipulación del psicólogo escolar.

«¿Realmente piensas que me voy a dejar encarcelar sin llevarte conmigo?» , le dice Denver a Todd que lo amenaza. Demasiado tiempo ha transcurrido y demasiados acontecimientos se han producido. «Cada uno sabía algo que el otro quería guardar en secreto». Así también el viejo junta pruebas que lo protegen contra el muchacho. Escribe un diario donde cuenta que Todd se había introducido en su casa y lo había obligado a confesar. Le dice a Todd que tiene una caja fuerte donde dejó su relato. Si llegara a morir el manuscrito se lo entregaría a la policía. Este hecho parece por un instante poner cierta distancia entre los dos personajes ya que Todd retoma su vida normal y el viejo también. Sin embargo, se ha despertado el demonio. Al final Denver lleno de angustias paranoides se siente amenazado por un vagabundo al que intenta asesinar. El viejo implica a Todd en el asesinato. Todd termina por matar al vagabundo.

Denver, hospitalizado por un infarto ys salvado por Todd, le pregunta al muchacho «¿ Cuáles son las sensaciones que has comprobado?», refiriéndose al asesinato y al ocultamiento del cadáver, pero el joven no contesta.

El film termina con el descubrimiento fortuito del nazi por la policía. Éste se suicida y Todd retoma su vida perversa y criminal, mientras amenaza al psicólogo quien quiere revelar la verdad a los padres.

Esta película me parece extraordinaria por su capacidad de revelar la organización lenta y solapada de una patología compartida por los dos protagonistas.

El viejo nazi por más viejo e inofensivo que parezca despierta muy fácilmente su funcionamiento pasado. El adolescente no parece estar afectado por trastornos precedentes: padres afectuosos, una vida aparentemente normal, más allá de la curiosidad, la megalomanía, el deseo de experimentar o la tendencia a la acción propia de la adolescencia.

Pero la fascinación de la destructividad y del sadismo se apodera rápidamente de la escena. Los aspectos sádicos, destructivos y paranoides se ponen en evidencia en el adolescente que permanece prisionero de sus propias proyecciones actuadas y externalizadas. El vínculo instaurado por ambos los aprisiona en un chantaje recíproco extrayendo aspectos de la personalidad que sino habrían quedado integrados, inclusive elaborados o controlados.

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