Generalmente se habla de “adúltero”, “infidelidad”, “engaño”, ¨traición¨, “de buscar en otra parte¨, cuando uno de los cónyuges vive una experiencia o una aventura sexual y/o sentimental, fuera de su pareja, con una tercera persona, hetero u homosexual, perteneciendo de esa manera al ¨mundo de los otros¨ (C. Parat, 1967). Se trata de expresiones corrientes correlativas a una representación de la pareja, fundada no solamente en la dimensión narcisista del ¨contrato conyugal¨ que contiene la exigencia de la monogamia y el deseo de eternidad conyugal, establecido implícita/o explícitamente por los dos partenaires, sino también en la concepción cristiana del matrimonio y en la constitución histórica reciente de una esfera de intimidad diferenciada de la esfera pública. En ella se inscribe actualmente la pareja – que se volvió un espacio no solamente de reproducción, sino también de esperanza y de satisfacciones múltiples, sexuales, afectivas, comunicacionales e intelectuales, en particular – este fenómeno proveniente de un proceso de civilización de Occidente, según el sociólogo Norbert Elías (1939-1973). Además estas expresiones usuales se relacionan generalmente con aventuras de naturaleza sexual.

También algunas cuestiones y reflexiones se imponen ahora. ¿Ante todo qué es la pareja y cuál es nuestra representación personal de ella?

¿Qué es la pareja? 

Se trata evidentemente de un cuestionamiento histórico y sociocultural determinado. Antes de encarar la noción contemporánea de pareja y su realidad viviente, hubo que recorrer la institución del matrimonio y sus reglas, controlada a lo largo de la historia por los diversos poderes exteriores en conflicto. Se trata de las familias, los estados y las Iglesias. Luego por diferentes etapas algunas de las cuales son : el desarrollo occidental de una esfera de intimidad que se opone a una esfera pública, puesto en evidencia cabalmente por N. Elías (1939), a través de sus conceptos de ¨proceso de civilización¨; de ¨libre¨ elección del cónyuge, fundado principalmente en el sentimiento amoroso, que abre el acceso al modelo del matrimonio por amor; finalmente la promoción del individuo y la ideología individualista característica de nuestra sociedad occidental contemporánea, que sin embargo se asocia a una corriente paradojal latente de uniformización y homogeneización social.

Nuestra representación de la pareja

Desde mi punto de vista, la pareja es una realidad histórica y sociocultural determinada, viva y compleja – corporal/sexual, sociocultural y psíquica – con interrelaciones diversas y variables. La pareja incluye varios personajes transferenciales, investidos de un modo ambivalente, jugando roles múltiples en el seno de esta organización dinámica inter-transferencial determinada por una compulsión a la repetición de los “prototipos infantiles”.

Inspirándome en Freud con respecto a la transferencia analítica, sostengo que la pareja crea y construye una neurosis inter-transferencial, que presenta sin embargo virtualidades psicóticas, en particular en los eventos y periodos críticos que reactivan en esos momentos las posiciones esquizo paranoides y depresiva de cada uno de los partenaires. La pareja se despliega y evoluciona según una temporalidad intrincada, que conjuga las temporalidades históricas y socioculturales, corporales y psíquicas, siendo ésta múltiple y conformada de movimientos progredientes, regredientes, fijaciones, compulsiones a la repetición, pero también de resignificaciones. También el devenir de toda pareja está inevitablemente escandido por etapas críticas, mutativas y madurativas.

La pareja investida de un modo ambivalente es estructuralmente y dinámicamente tanto conflictual como critica.

Su realidad corporal-sexual constituida por dos seres humanos y su cuerpo sexuado, y también dos “organizaciones psicosomáticas” que viven juntos, con el proyecto implícito o explícito de “reproducirse”, participando de esta manera en un vasto programa de conservación de la especie. Se trata entonces de una unidad biológica de procreación. Estos dos cuerpos sexuados y sus “organizaciones psicosomáticas” se comunican entre ellos, según modalidades variadas, verbal y no-verbal (mimo gestual, conductual, fantasmática y sexual). Existen, con respecto al cuerpo del otro, corrientes reciprocas de investiduras pulsionales (narcisistas, eróticas, tiernas y agresivas); representaciones (conscientes, preconscientes e inconscientes); movimientos proyectivos e identificatorios que movilizan la bisexualidad psíquica de cada uno, participando en la elaboración de un “acoplamiento psico-corporal”) o más bien de una “fantasía de acoplamiento psico-corporal”.

El acto sexual, por su parte realizaría en particular la fantasía grupal de un ¨cuerpo imaginario común¨, cuerpo fantasmático inconsciente, bisexuado. Además se actualiza el deseo regresivo de una unión narcisista confiriendo a los dos un estado de completud narcisista (Grunberger, 1971).

Su realidad socio-cultural se caracteriza por la presencia de dos individuos que viven juntos constituyendo una unidad social de producción y de cooperación económica, de reproducción social y educación de los niños por la pareja que se ha vuelto parental.

Inspirándonos en Bion (el “grupo de trabajo”, 1953), forman una “pareja de trabajo” que asegura los medios materiales de existencia.

Además pertenecen a un grupo social, ocupando una posición en la estructura social, y están dotados de roles y funciones. La pareja puede ser institucionalizada por el matrimonio así como por otras formas de reconocimiento social.

Por último su realidad psíquica consiste en componentes psíquicos fundamentales que aseguran su “consistencia psíquica” (Kaës 2007) formada principalmente por una pluralidad de conflictos dinámicos, de corrientes de investiduras pulsionales, de fantasías de deseo, de relaciones de objeto, de un juego cruzado de identificaciones y proyecciones, imagos, angustias y múltiples mecanismos de defensas correlativos, puestos en juego en la estructuración y el funcionamiento de esta diada conyugal.

Inspirándonos en René Kaës (2007), encaramos tres ¨niveles lógicos” o componentes estructurales-funcionales en nuestro enfoque de la realidad psíquica conyugal:

  • El grupal, realidad psíquica común y compartida por sus miembros, con sus formaciones y organizadores específicos;
  • La relación intersubjetiva, con sus modalidades y niveles variables de relaciones de objeto, sus alianzas inconscientes (estructurantes, defensivas, inclusive ofensivas), la puesta principalmente en relación de los complejos de Edipo y Fraternal. La triangulación asegurada, en el seno de la relación intersubjetiva amorosa, por la co-creación de un grupo conyugal, ser viviente fantasmático común y compartido y cuna psíquica del futuro infans por nacer, contribuyen, desde mi punto de vista, a la consolidación de la organización edípica de los partenaires;
  • Lo individual/intrapsíquico, con sus propios conflictos entre el Yo y su objeto interno amoroso (“el objeto trauma”, Green, 1983), entre sus dos objetos psíquicos específicos, el objeto amoroso y el objeto-pareja, aunque también entre el Yo y el grupo-pareja determinando una tensión entre la similitud y la diferencia de los espacios psíquicos.

Esta realidad conyugal, histórica, esta plena de antagonismos, de múltiples conflictualidades, tanto internas como externas, que están en una relación permanente de tensión entre ellas.

Ahora, algunas preguntas y reflexiones necesarias:

  • ¿Cómo circunscribir el campo de la extraconyugalidad?

¿De esta manera, el recurso al comercio del sexo, la frecuentación de lugares específicos, solo(a) o en pareja: clubs “BD SM” (club de encuentros sexuales), “libertinos”, “saunas” y otros lugares de prestaciones sexuales, se inscriben en el marco de la extraconyugalidad?

  • ¿Un polimorfismo de la extraconyugalidad es pensable?

En lo que concierne a uno o a los dos partenaires, en periodos similares o diferentes, pueden expresarse por un “acting erótico” único o varios acting repetidos en el curso de la historia personal y conyugal del que lo realiza, determinado por motivos inconscientes semejantes o diferentes.

¿Por otra parte, qué podría expresar o simbolizar la actuación erótica o una relación de naturaleza puramente sexual? Sabemos que la sexualidad es tanto polimórfica como polisémica.

También puede tomar la forma de una o varias aventuras o, incluso, de historias amorosas que compensan las necesidades múltiples y no satisfechas en el seno de la pareja. Necesidades narcisísticas, eróticas, de ternura, como así también comunicacionales o intelectuales en particular.

Asimismo puede tratarse de la construcción de otra pareja, oficial u oficiosa, como  la doble institución conyugal de los Romanos y los Germanos que abordaremos más adelante.

¿Una relación amistosa, puramente afectiva e intelectual, inhibida en cuanto al fin sexual se inscribe en el marco de la extraconyugalidad? ¿O debe mantener necesariamente un componente sexual?

  • ¿Se puede pensar le extraconyugalidad en función de una diferenciación de los sexos, como también en sus formas de expresión, determinaciones, funciones e implicaciones?
  • ¿Se puede pensar la extraconyugalidad en función de la edad de cada uno de los partenaires y de los años de vivir en pareja?

Podríamos, correlativamente a este polimorfismo, concebir necesariamente que exista una polisemia. La cual desarrollaremos más adelante, con nuestro enfoque psicoanalítico en particular.

  • Podemos preguntarnos acerca de la subestimación de la extraconyugalidad, en tanto que expresión de “infidelidad” y de “traición” en las parejas contemporáneas occidentales, frente a las expectativas y exigencias mucho más significativas que antes con respecto al partenaire y la pareja; como así también acerca de la sobreestimación de la dimensión erótica de la extraconyugalidad, pues contemporáneamente la sexualidad es considerada socialmente central.

Contextualización múltiple de la extraconyugalidad

Por otra parte, para un mejor abordaje de esta problemática, convendría igualmente situar la extraconyugalidad en el seno de diversos encuadres y contextos:

  • El de la historia personal del autor, hombre y/o mujer marcada en particular por etapas y períodos críticos.
  • El de los tres niveles posibles de la vida erótica de todo sujeto, partenaire conyugal: intraconyugal, autoerótico y extraconyugal. En forma más general, evocamos la economía psíquica de cada uno y las vías de satisfacción pulsional fuera del espacio conyugal, que no puede colmar todas las expectativas y las necesidades de los dos partenaires. Estas satisfacciones son de naturaleza múltiple: narcisistas, eróticas, pregenitales y genitales, tiernas, agresivas y también sublimatorias. Si en la familia la vía de la amistad y de la profesional; las actividades de esparcimiento; la vida social en su conjunto; procuran satisfacciones libidinales homo y heterosexuales inhibidas en cuanto a sus fines y sublimadas, ellas no pueden colmar las necesidades eróticas por fuera del partenaire conyugal. Además del renunciamiento pulsional; la satisfacción autoerótica con los medios de comunicación que sirven de soporte fantasmático; la inhibición en cuanto al fin conllevan actitudes de seducción que se acompañan de satisfacciones en el plano fantasmático; las actividades de descarga pulsional, tales como, las actividades deportivas y sublimatorias; solamente dejan la resolución de las relaciones sexuales extraconyugales, en el marco de las “prestaciones comerciales” o en otros contextos.
  • El de la relación de cada uno de los partenaires y de la pareja con el “mundo de los otros” (C. Parat 1967) que, en “La organización edípica del estadio genital”, nos esclarece en particular acerca de la distribución de los afectos y las investiduras pulsionales en cada sujeto luego de haber podido atravesar el conflicto edipico, entre su pareja y el “mundo de los otros”. ¿En el registro conyugal intertransferencial, que representa el partenaire conyugal y el partenaire extraconyugal, de cual compulsión de repetición/reactualización se trata?
  • El de la cultura conyugal elaborada por los dos partenaires. Se trata de otra noción que hemos introducido en La pareja y su historia (2011).

Una perspectiva pluri e interdisciplinaria de la extraconyugalidad

Pensamos que la comprensión y la exploración de este vasto y tan complejo campo de la extraconyugalidad, necesitan el establecimiento de una perspectiva pluri e interdisciplinaria sin la cual algunas respuestas ofrecidas por cada uno de estos dominios del saber especializado no podrían ser más que parciales y generalizadoras, conduciendo inevitablemente a una concepción errónea por reductora. Por eso, las contribuciones de la antropología, la historia, la sociología y el psicoanálisis en particular, deberían permitir una mejor contextualización y el descubrimiento de sus aspectos latentes, colectivos e individuales, por lo tanto, del orden sociocultural e intrapsíquico.

Entonces para todo sujeto, hombre y mujer que forman una pareja, es conveniente considerar la relación consigo mismo, con su cuerpo, con el partenaire conyugal, con la pareja y con “el mundo de los otros”, el conjunto de los “terceros personajes” exteriores a la pareja. Alentado por la búsqueda de satisfacciones de naturaleza plural, “tarea económica de toda su vida” afirma Freud (1930), ¿Cómo distribuye sus investiduras, narcisistas y libidinales, homosexuales y heterosexuales, pregenitales y genitales, sublimadas y no sublimadas, entre todos estos sectores objetales?

¿Al ser esta distribución histórica y sociocultural inevitablemente determinada, qué statu(s) y qué rol/es atribuimos a la extraconyugalidad en el seno de esta configuración?

Aspectos históricos y socioculturales

Estos aspectos seguramente son distintos en las parejas contemporáneas en comparación con las parejas llamadas históricas, tomando en cuenta la evolución de las funciones y las representaciones de la pareja, a lo largo de la historia, así como las expectativas diferentes con relación al partenaire conyugal. Recordemos igualmente la necesaria puesta en consideración de una diferencia de las edades y los sexos, tanto de cada partenaire  como de la pareja.  También consideramos que la extraconyugalidad representaría una de las vías posibles de satisfacción y de descarga pulsional para todo partenaire conyugal, aunque estén guiadas por normas de conducta, prescripciones, prohibiciones sostenidas por los ideales colectivos. Lo que marca la dimensión histórica y sociocultural de la polisemia y del polimorfismo de la extraconyugalidad.

Por lo tanto no podemos interpretar de la misma manera la extraconyugalidad, llamada histórica, y la de las parejas contemporáneas.

Mientras el matrimonio y la pareja no estaban determinados por la libre elección mutua de ambos partenaires, su destino era procreativo, financiero, político, social, pero no estaba fundado en el sentimiento amoroso y en el placer erótico. Por eso la extraconyugalidad, llamada histórica, permitía compensar las carencias inevitables de orden afectivo y específicamente sexual. La extraconyugalidad histórica tenía probablemente una parte sociocultural e institucionalizada, en particular en el seno  de ciertas categorías sociales tales como la nobleza y la burguesía.

Por el contrario, cuando la libre elección conyugal pudo ser admitida por la sociedad y las instancias del poder, familias, Iglesias y Estados, el contexto sociocultural de la extraconyugalidad se tornó diferente y adquirió otras múltiples significaciones, en particular psicológicas.

De esta forma en las parejas contemporáneas, la dimensión individual, sexuada, masculina y femenina, intertransferenciales y grupal parecen prevalentes. Consolidada por las características de nuestra sociedad y sus valores dominantes que se construyen a través de los medios de comunicación: la metamorfosis de la mujer y el hombre; las relaciones entre los sexos que se han vuelto igualitarias; la centralidad nueva de la sexualidad; la búsqueda de la realización personal y de una fidelidad a uno mismo; la puesta en valor de la movilidad y el cambio; la medicalización y la psicologización de nuestra vida social que vehiculizan modelos conyugales; las normas del pensamiento, de conducta y el debilitamiento de la moral; los “garantes metapsíquicos y metasociales”, institucionales; y los poderes simbólicos tradicionales.

Las representaciones, expectativas y exigencias con respecto a la pareja y al partenaire conyugal, por lo tanto sus funciones están al servicio de satisfacciones múltiples, se volvieron demasiado numerosas y sus frustraciones inconcebibles.

En consecuencia, la extraconyugalidad vivida con un “tercer personaje” de la organización edípica de la pareja, sería un síntoma del fracaso, que representaría un mensaje de sufrimiento personal y conyugal, que desencadena una crisis que reactivará ciertas conflictualidades subyacentes a toda organización conyugal, aunque también reanimará el núcleo conflictual edipico provocando así un “nuevo recorrido”. En función de las capacidades de la pareja de soportar y negociar este período crítico, condicionados en parte por la existencia de una “buena organización masoquista conyugal”, le evolución será diferente: hacia la ruptura; hacia una permanencia de la crisis que reorganiza la vida conyugal sobre este modo de funcionamiento que se ha fijado; o hacia nuevos compromisos y modificaciones que llevan a un cambio y una maduración de la pareja.

Por otra parte observamos en las parejas contemporáneas una crisis de los modelos identificatorios. El modelo tradicional de sus parejas parentales entra en conflicto y competencia con su deseo de liberarse para inventar y crear su “modelo conyugal”, respondiendo a sus aspiraciones estrictamente individuales y subjetivantes, pero también en “conformidad” con los nuevos modelos vehiculizados por los medios de comunicación.  Es por estas razones que una crisis contemporánea de los “modelos conyugales” es productora de cambios y transformaciones que se traducen en la emergencia de múltiples formas de conyugalidad y de extraconyugalidad.

La Perspectiva Psicoanalítica

La “actuación extraconyugal” o la aventura, o la historia amorosa extraconyugal pueden surgir en diferentes momentos de la historia de la pareja, en el hombre y/o en la mujer.

En efecto, él o ella puede aparecer a título preventivo para limitar de entrada la densidad de la relación amorosa, es decir como modalidad protectora contra las fantasías pregenitales, tales como ser absorbido, devorado por el objeto amoroso y el de ser invadido por el objeto-pareja, e igualmente también contra las fantasías edípicas incestuosas. La extraconyugalidad constituye, de esta manera, una solución defensiva con respecto a algunos peligros de orden tanto fantasmático como depresivo, que se inscriben entonces en un registro inter-transferencial y grupal. Lo que conduce especialmente a multiplicar los partenaires secundarios.

Más allá de un periodo crítico individual o conyugal, si el partenaire la exhibe o la da a conocer en una dimensión exhibicionista, puede desarrollar con su cónyuge un juego perverso tanto exhibicionista/voyeurista como sadomasoquista, a lo cual ésta por su parte puede rechazarlo o aceptarlo en forma implícita.

En este último caso podrá por identificación con su partenaire generar una satisfacción fantasmática – este escenario correspondería a una distribución inconsciente de roles en la cual uno es designado para actuar la fantasía del otro (función fórica de Kaës, 2007) – satisfaciéndose los dos, según dos maneras diferentes, una actuada y la otra fantasmática.

Por el contrario si uno de los dos a la actuación extraconyugal la mantiene en secreto, sin una dimensión conyugal notable, podría tener una significación sintomática individual, tal como una modalidad defensiva contra la angustia de castración, una relación primaria perturbada por tratarse de una relación compulsiva genital, un deseo de conquista, o el temor a una fantasía incestuosa.

Puede también ser comprendido como una insatisfacción por falta de experiencia, por la imposibilidad de introducir componentes perversos en la vida erótica de la pareja para satisfacer ciertas fantasías.

En los periodos de crisis tanto individual como conyugal, si existe una inestabilidad personal, desarrollo depresivo o una desautorización narcisista por el otro miembro de la pareja, tanto él como ella pueden buscar un reaseguramiento y un reaseguramiento narcisístico en un tercero. En este caso la búsqueda de un aporte y una reafirmación narcisista prevalecen sobre la satisfacción erótica.

Pudiéndose por lo tanto generarse efectos benéficos, principalmente de re-libidinización del vínculo conyugal, revitalizando la pareja que estaba instalada en un estado de extinción mortífera.

También puede buscar un estado amoroso perdido, que es imposible revivir con su cónyuge, esa “luna de miel”, “ilusión grupal” apagada. Lo erótico se combina también con lo narcisista.

Esta actuación extraconyugal o esa historia amorosa puede tener también un desarrollo hostil, buscando descalificar al otro volviéndolo un objeto de odio, soporte de la proyección de las partes malas y rechazadas de sí mismo.

El acting o la historia extraconyugal puede sobrevenir en la pareja después del nacimiento de un hijo, la pareja amorosa se transforma en padres. Se genera un trastorno de la economía libidinal de la pareja, la madre sobreinvistiendo a su hijo, con una desinvestidura, tanto erótica como narcisista, de su cónyuge. La nueva imagen de padre en ella podría despertar el temor a una fantasía incestuosa y recíprocamente esto podría ocurrirle también al hombre.

También un miembro de la pareja puede tener un deseo de liberarse del control y la influencia de su partenaire, un deseo de separación e individuación, de emancipación, incluso de subjetivación que adquiere un lenguaje erótico, genitalizado o sadomasoquista. Estos deseos al no poder ser verbalizados se expresarán especialmente por una actuación erótica sexual.

También puede suceder en una pareja heterosexual la existencia de actuaciones o relaciones extramatrimoniales con partenaires homosexuales.  Esta situación compleja genera un nuevo enfoque en la economía sexual del sujeto y  modificaciones en el curso de los acontecimientos de su vida, apuntalado por la movilidad de sus investiduras libidinales, tanto homosexuales como heterosexuales. Aunque sería importante investigar otras vías de comprensión.

Por lo tanto la extraconyugalidad presenta, en el plano psíquico, una organización bipolar, con su dimensión de satisfacción, defensiva, y no exclusiva, tanto una como la otra, y que además remite a la bipolaridad de la elección del objeto conyugal   

Nos detenemos aquí en nuestra exploración de la extraconyugalidad, ya de sí muy  compleja, por su polimorfismo, su polivalencia funcional y su polisemia, además de su determinismo plural, histórico, sociocultural  y psíquico, individual y conyugal.

 

Eric Smadja

Psicoanalista (Sociedad Psicoanalítica de Paris), Psicoanalista de pareja, Antropólogo (miembro asociado de la Asociación Americana de Antropología).

Traducción de Ezequiel A. Jaroslavsky

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