Ezequiel A. Jaroslavsky:
Inauguramos hoy la primera reunión científica del año de la Asociación Argentina de Psicoanalistas de Familia y Pareja; fundada en Buenos Aires en junio de 2006 y perteneciente a la Asociación Internacional de Psicoanálisis de la Pareja y la Familia.
El intercambio científico fluido y respetuoso de las diferentes corrientes del pensamiento existente, en lo que concierne a la intersubjetividad, y más específicamente la familia y la pareja, es de una gran importancia para nosotros, por ello invitamos a los colegas a participar en nuestras actividades.
Voy a presentarle a ustedes a Bernard Duez un colega y amigo. Psicólogo clínico, Psicoanalista y Psicodramatista, es actualmente profesor titular de Psicología clínica en el Centro de Investigaciones en Psicopatología y Psicología Clínica del Instituto de Psicología de la Universidad Lumière-Lyon 2, Francia.
Bernard Duez también ha trabajado en instituciones Psiquiátricas y Judiciales y ha efectuado investigaciones en psicopatología del adolescente acerca de las problemáticas de la delincuencia; el vínculo entre el sujeto del grupo y la colectividad. Ha desarrollado un concepto, entre otros, del radical psicoanalítico como núcleo transformacional de todas las formas de las prácticas psicoanalíticas.
En cuanto a las prácticas, ha efectuado la supervisión de equipos en diferentes instituciones y de prácticas psicoanalíticas grupales.
Hoy Bernard va a darnos su conferencia titulada “Escenas de Familia: as funciones discretas de las escenas de familia en la constitución del sujeto”.
Contamos con la amable colaboración de la colega, Carole Lagomarsino que hará la traducción simultánea.
Bernard Duez:
En primer lugar agradezco a Ezequiel Jaroslavsky por haberme invitado. Con gran placer continuamos el trabajo que habíamos comenzado y que se inscribe de una manera más general en el intercambio entre los estudiantes y profesores que existe entre el Centro de Investigaciones en Psicopatología y la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados.
Este intercambio incluye también los vínculos de amistad que se crean progresivamente entre varios profesores de esta escuela comenzando con su presidenta Perla Albaya, que le ha dado a esta colaboración una riqueza muy particular.
He venido aquí esta noche para trabajar con ustedes. No tengo la intención de hacer una conferencia erudita. Lo que yo desearía, es plantear algunas nociones que son las mías y que son un poco novedosas.
La idea de fondo es que el psicoanálisis está construido a partir de la experiencia con la neurosis. Pero hoy en día no se tiene prácticamente contacto con pacientes neuróticos.
Los sufrimientos psíquicos contemporáneos se expresan mucho más en los sufrimientos de grupo: por ejemplo los sufrimientos familiares, los sufrimientos colectivos, y aquellos del orden social. Y ciertas nociones que eran muy pertinentes en la práctica con los neuróticos se vuelven difíciles, inclusive caducas, en las prácticas con los borderlines.
Expondré mis ideas, a partir de experiencias clínicas efectuadas desde hace treinta y cinco, cuarenta años:
1 – Con pacientes estados límites, adolescentes mujeres en crisis grave. He trabajado en Paris en un hogar de la Justicia que recibía a las adolescentes que nosotros las habíamos denominado inubicables. Llegaban al hogar después de una serie de fracasos, muchas sabían que era el hogar de la última oportunidad. Era verdad que nosotros habíamos tenido éxitos importantes, pero los fracasos eran muy duros, un diez por ciento terminaban en el hospital psiquiátrico y otro diez por ciento terminaban en una prisión de por vida.
2 – Con niños y sus familias en seguimiento. En un consultorio en paido-psiquiatría que estaba situado en un barrio de Paris donde se ubicaban a las personas que no podían pagar su alquiler Era una clínica difícil, con sufrimientos familiares. Es una problemática que se transfiere inmediatamente a la vida social.
3 – con pacientes en cura psicoanalítica.
Estas clínicas atípicas fundamentalmente transformaron mi relación con la práctica psicoanalítica. Esta transformación me permite tomar en tratamiento a pacientes muy estado-límite, que nunca hubiera tomado antes.
Les he presentado este cuadro general de mi práctica, a partir de la cual he pensado mis teorías, pues sin ellas no puedo comprender la lógica en la cual se inscriben estas teorías.
Voy a intentar presentarles, a pedido de Ezequiel, una noción construida a partir de estas prácticas y del análisis de las vivencias “contra” transferenciales que ellas suscitan. Tuve que inventar palabras, para que se pueda comprender de qué se trata, y espero que podamos traducir estas palabras en argentino.
La palabra objeto en francés tiene dos diferentes significados: el del sentido común de objeto objetivo, es una cosa material; y en el sentido freudiano de objeto objetal, el cual hay que entenderlo como un objeto o un sujeto al cual están ligados indefectiblemente sentimientos, emociones o afectos. Pero tanto en un caso como en el otro, lo que nos importa es el prefijo “Ob.”, esta preposición indica que el objeto es alguna cosa que fue arrojada, fundamentalmente arrojada hacia adelante, puesta adelante. S. Freud decía siempre que el objeto nace en el odio, probablemente indicaba que este movimiento de rechazo, que crea el objeto como tal, se volvía posible por el odio que suscitaba ese objeto en el sujeto, cuando este último se daba cuenta que el objeto no era parte de él mismo y se le escapaba. El ob.-arrojado (l’ob-jet) es entonces, a la vez arrojado por el sujeto, pero también elegido como un objeto, gracias al cual la pulsión va a poder apaciguarse.
Con las patologías estado-límite existe una situación muy particular: estos sujetos pueden pasar de un tipo de relación de objeto a otro tipo en cuestión de segundos.
No sé si existe el mismo juego de palabras en castellano pero digo a menudo a mis estudiantes que los pacientes estado-límite son pacientes en límite de estado. Ellos pasan incesantemente de un estado psíquico a otro en función de los cambios del entorno (psíquico) en su propio psiquismo. Ellos están en un estado permanente de inestabilidad.
Las teorías clásicas de relación de objeto; organización oral, anal, fálica, no tienen vigencia. La inestabilidad del vínculo no permite constituirlas como organizadores psíquicos estables. La noción de fijación a una organización pulsional se encuentra cuestionada. Por el contrario aparecen otros organizadores o meta-organizadores. Pienso que podemos en parte encontrarlos a través de las nociones de W. R. Bion. La inestabilidad de los vínculos individuales se encuentran ligado por lo que W. R. Bion, en sus investigaciones sobre los pequeños grupos, denomina los supuestos básicos (Basic assumptions): la dependencia, el ataque y fuga y el emparejamiento. Cuando uno analiza el comportamiento de estos pacientes, a partir de los supuestos básicos, pude darse cuenta que los sujetos estado-límites, con una fuerte tendencia antisocial, incluso psicopatías, funcionan como un grupo y más precisamente como una masa. ¿Si ellos funcionan como un grupo, como está construido su espacio psíquico?
A partir de este momento me fui dando cuenta que en el pensamiento freudiano se había sobredimensionado la noción de relación de objeto. En el trabajo de Freud, creo que la encontramos dos veces en total, en dos frases nada más.
Por el contrario hay una noción de la cual habla a lo largo de la Interpretación de los sueños y que se ha olvidado, que es la otra escena. La otra escena ha estado representada al principio de manera muy precisa, en particular por la escena del sueño. Un libro reciente de René Kaës “La polifonía del sueño” muestra en particular que un sueño es siempre un sueño dirigido a alguien. A partir de Didier Anzieu, la escuela francesa ha trabajado sobre la analogía entre el grupo y el sueño.
Es que el grupo y el sueño tienen profundas analogías pues son sobre todo relaciones de anamorfosis.
Si uno parte de la propuesta de Didier Anzieu que: “uno entra en el grupo como uno entra en el sueño”, en el grupo como en el sueño el objeto no es central, el debe ser constituido. Finalmente lo que sobresale de un artículo fundador, aquel de J. B. Pontalis. (J. B. Pontalis, el pequeño grupo como objeto), lo que es central en el grupo, pero también sin duda en el psiquismo, es la escena y más precisamente la escena y las condiciones de figurabilidad de la escena. Porque preexiste una escena psíquica consciente o inconsciente y el objeto puede ser elegido, puede advenir, entre los elementos psíquicos de esta escena. Si admitimos que al lado de una represión, podríamos decir histórica, de una represión clásica, hay otras formas de represión, podemos quizás comprender las cosas en forma diferente. La represión originaria no es únicamente un acontecimiento histórico, es una manifestación tópica constante de pura contrainvestidura de representaciones o significantes, a los cuales con urgencia se les ha rehusado el acceso a la conciencia.
No tendré tiempo de desarrollar aquello que denomino transferencia tópica porque la transferencia tópica es una noción compleja. Pero esta forma es constitutiva de un vínculo escénico del sujeto con su entorno. Nosotros lo retomaremos en la discusión si ustedes lo desean.
Me di cuenta de la función y del valor del objeto para el sujeto, cuando en ciertas condiciones el objeto cae y viene a faltar. Lamartine, un poeta francés, escribía “un solo ser le falta y todo está despoblado”, esta puede ser la mejor definición de cómo funciona la relación entre la escena y el objeto. Mi teoría es que no existe objeto que no sea elegido, arrancado, tomado de una escena psíquica preexistente al objeto. Esto es importante. Esta escena inicial, que la escena primitiva viene a actualizar para el sujeto al termino de un largo trabajo psíquico, está constituida del conjunto de las personas y de vínculos que unen a estas personas, personas y vínculos que preexisten al sujeto y en los cuales él está obligado a inscribirse.
Entonces, arrancado del mundo intrauterino, el sujeto necesita para su supervivencia psíquica, tomar al menos un objeto de su entorno que le asegure el vínculo saludable necesario para su supervivencia. A menudo es la madre, pero no siempre. Cuando ustedes trabajan con chicos que son reubicados muy precozmente por razones de precariedad social o por razones médicas, a menudo ellos pueden elegir como objeto la primera persona que pasa frente a ellos, que puede ser extraído como objeto de la escena del entorno, esta persona puede cumplir esta función al menos provisoriamente.
Un ejemplo: Una vez, al llegar a la secretaría médica de una institución hospitalaria donde yo trabajaba, había ayudado a unas personas perdidas en el hospital a encontrar la oficina. Había ido luego a mi oficina, y después retorno a la secretaria médica y me encuentro nuevamente con estas personas que estaban esperando ahí. El hospital constituía ahí una escena muy amenazante donde la familia que acompañaba a un bebé estaba perdida. Era un bebé muy pequeño que estaba ahí con ellos, tenía quizás unos dos o tres meses pero los padres estaban muy inquietos, desbordados para ser objetos confiables. En la medida en que yo les había dado la buena dirección de la secretaría médica y que ellos pudieron llegar al buen lugar, en la cabeza de estos padres me había vuelto un objeto confiable y como soy muy juguetón empecé a jugar con el bebé. Al mismo tiempo les expliqué que le iban a hacer al bebé un montón de cosas que no son muy agradables, que le iban a dar lo mejor, etc. Esta no es una gran interpretación psicoanalítica, era un juego. En este momento, el bebé que estaba inquieto, que sufría de su discapacidad y estaba muy mal, se calmó.
Al mismo tiempo las secretarias con quienes tenía una muy buena relación y que presenciaban la escena, se burlaban amablemente de mí. “Ah, ya está, otra vez el señor Duez jugando al buen papá, está jugando”. Entonces la escena se desarrolla así. Veo nuevamente al bebé mientras hace su tratamiento médico muy doloroso, pero no lo trato en tanto que psicoterapeuta, simplemente de tiempo en tiempo iba a verlo, le decía buenos días, bromeando, el se queda más o menos dos meses en el hospital. El tratamiento médico era un tratamiento que demandaba, luego de la primera fase, que haya un control alrededor de un año después. Una mañana, yo llego y voy a la secretaría médica para pedir informaciones. Un niño pequeño se precipita hacia mí, se aferra a mi pierna riéndose. En ese momento me había elegido como un objeto saludable y venia a abrazarse a mi pierna. Entonces las secretarias que veían el espectáculo se ríen juntas y dicen “Ah vean es el bebé de hace un año”.
Las secretarias médicas con las que yo tenía relaciones de trabajo suficientemente buenas, inclusive agradables y con quienes yo bromeaba a menudo asisten a la escena, formando ellas un trasfondo de espectadoras silenciosas pero atentas. Estas secretarias entre ellas forman un pequeño mundo, que se entienden bastante bien, sin gran rivalidad, cada una tiene su jefe, pero no hay ninguna disputa entre ellas. En ese momento llega entonces un pequeño niño con sus padres extraviados. En esta escena, hay alguien que es un poco diferente y que hace que el niño venga a aferrarse a mí. Ese chico viene a abrazarse a mí, a tomarme, seducirme como un objeto. El me ha desprendido de la escena, a su manera el me ha elegido como objeto. Muy a menudo solamente se observa el vínculo madre-niño, padre-niño a lo sumo; pero cuando ustedes trabajan con adolescentes en particular, o con chicos que ya tienen comportamientos extremadamente antisociales o están a la deriva; ustedes se dan cuenta que aquello que W. R. Bion denominó ataque y fuga, se construye de esta manera. Todo esto no puede ser comprendido si no consideramos al niño, el sujeto; es también así de una cierta manera en el caso del emigrante que arriba a un mundo que ya está formado, donde las personas tienen vínculos Reales, Imaginarios y Simbólicos ya establecidos e instituidos; pero que la presencia del extraño necesariamente va a segregarlo un poco.
En Francia, es sin duda J. Lacan quien, en su trabajo sobre lo Simbólico, le había dado importancia a lo “que está ahí”(dejà là); podríamos decir que preexiste en una organización instituida, codificada antes que el sujeto se haga presente Lo que menos trabajó es que una tal concepción inscribe no solamente al sujeto en una historia y en una herencia, sino que lo inscribe también a su entorno en una relación figura-fondo, aunque esa idea está masivamente presente ya desde el estadio del espejo y que ella volverá cuando J. Lacan trabaje las figuras topológicas en matemáticas.
El segundo aporte fundamental a esta concepción es el trabajo de José Bleger. El aporta algo fundamental con la cuestión de la importancia del encuadre, no solamente en su tradicional dimensión tópica, que es delimitar un interior y un exterior por ejemplo, sino también cuando concibe la dinámica del encuadre y su función de estar ahí (dejà là) y su modo económico, la compulsión a la repetición. Es aquí que comienza mi desarrollo teórico.
El sujeto está tomado por una dinámica del vínculo en esta escena preexistente. Vimos que esta dinámica del objeto solo se construye sobre una dinámica ya existente de la escena. Esta dinámica es capital, en la cura en psicoterapia familiar.
Una parte de esta escena, la parte mas arcaica, la más antigua, aquella en la cual los contenidos han perdido su función de contenido para volverse continentes formales, intrinca la pulsión, sobre todo la Pulsión de muerte y la pacifica Utiliza la pulsión de muerte manteniendo con el objeto, una relación de constancia y no una relación de permanencia. La permanencia utiliza la compulsión de repetición para permitir el reencuentro con el objeto, como lo señala S. Freud en su artículo La negación, no es jamás encontrado pero siempre reencontrado, para existir como objeto, este objeto debe, de cierta manera, haber sido perdido. La constancia es una dinámica totalmente diferente.
S. Freud parte de la constancia en pulsiones y destinos de la pulsión cuando subraya que la pulsión opera de una manera constante sobre el psiquismo.
Hay que tener cuidado. Cuando hablamos de la relación de objeto tenemos tendencia a percibir la pulsión como una sucesión de fases, como ondas; confundimos pulsión e impulsión. La pulsión, es una fuerza constante, la vamos a reencontrar en la cuestión de la constancia, es la pulsión y principalmente la Pulsión de muerte y su tendencia hacia la inmovilidad que mantiene invariable la parte más arcaica que constituye la escena. La constancia es de una cierta manera una intrincación de la Pulsión de Muerte con la vida y la Pulsión de vida.
Aquí está el momento decisivo y J. Bleger lo ha mostrado bien; de como el encuadre es una forma de la compulsión de repetición, el más estable, más acabado. Pero a partir de J. Bleger llevé las cosas un poco más lejos. Si es la compulsión de repetición que mantiene el encuadre, ¿No podríamos pensar lo siguiente?:
Sabemos después de Freud que la pulsión de muerte tiene por función volver al sujeto hacia lo inorgánico, pero también a lo inmóvil. Esto es muy importante porque François Dolto en Francia, ha mostrado como los niños tenían una idea de la muerte a partir de la inmovilidad. La representación de la muerte está fundamentalmente ligada a la inmovilidad. Si uno continua este razonamiento, la cualidad de un encuadre es ser suficientemente inmóvil. Si uno admite esto, podríamos plantear la hipótesis provocadora que el encuadre es la sublimación de la pulsión de muerte.
Asegura al vínculo entre la utilización de la compulsión de repetición por la Pulsión de vida, función de reencuentro con el objeto saludable, y la utilización de la compulsión de repetición por la Pulsión de muerte, la constancia como tendencia hacia lo inmóvil.
Podríamos hacer una afirmación como ésta, pero habría que demostrarla. Para mí, volviendo a la cuestión de la escena, el encuadre es el fondo inmóvil y silencioso de la escena que permite el reencuentro con el objeto.
Para comprender la lógica de estos supuestos hay que volver a una cita de Freud, que me gusta mucho, y que cito a menudo en mis artículos “La forma es el precipitado de un contenido más antiguo” (Su uno acepta esto, nosotros tenemos el vínculo entre la escena y la relación con el objeto) Eso quiere decir, que este contenido es esencialmente un contenido bajo la forma de depósito.
Algo había presentido Wilhem Reich con su psicoanálisis del carácter, pero dejado de lado. Ustedes saben que Wilhem Reich rechazaba la pulsión de muerte. Entonces he aquí el depósito. Este depósito se produce en un momento dado, de situaciones que uno ha vivido intensamente. Estas situaciones las hemos reprimido originariamente (por pura contrainvestidura). El mantenimiento constante de estas contrainvestiduras ha hecho que nos hayamos habituados a ellas. Ellas arman nuestros hábitos, nuestro estilo personal. Ellas vinieron a depositarse, a metabolizarse y han constituido el fondo inmóvil de nuestra personalidad y de nuestras relaciones con el entorno.
El término alemán “Mischung” traducido al francés como intrincación significa en efecto “aleación”. Les voy a dar una comparación muy simple que yo creo va a permitir comprenderlo. Cuando en metalurgia ustedes mezclan dos metales, si la mezcla se hace bien, la aleación tendrá las cualidades de los dos metales. Si la mezcla por el contrario se efectúa mal, el metal producido por esta aleación será frágil y se romperá donde las moléculas no se pudieron ligar. Es lo que Freud describió, cuando el decía que el cristal se quiebra según sus líneas de fuerza.
La escena se construye sobre un vínculo constante sobre la base de depósitos muy antiguos, que son confiados al tratamiento por la pulsión de muerte. Es la inmovilidad suficiente de estos vínculos, que permite al sujeto comprometerse en estos vínculos y en los que puede investir grandes quantum de pulsión y de deseo.
¿Cómo se puede observar esto? En todos los grupos, cada sujeto y cada grupo mantienen lo que llamamos hábitos. Nuestros hábitos son antiguos vínculos de deseo muy investidos que tienen apuestas (enjeux) vitales, inclusive para nosotros que nos hemos apropiado y que de esta forma son integrados (intriqués) en nuestra personalidad.
Freud escribe en la Negación sobre lo primario del juicio de atribución, actualmente no es exactamente así como lo presentaría. El juicio de atribución es la condición de posibilidad del juicio de existencia, es ese fondo constante, sobre el cual se actualiza el narcisismo; existe individualmente, pero también colectivamente; es transubjetivo. René Kaës con sus nociones de pacto y de alianza lo ha mostrado muy bien, pero de otra manera. Nosotros tenemos en nuestra personalidad, una parte, un trasfondo silencioso de estructura escénica, que está inmovilizado por las pulsiones de muerte bajo la forma de hábitos.
Ahora me voy a apoyar sobre el ejemplo de los hábitos para mostrar como uno pasa de la escena originaria, ese vínculo necesario fundamental del objeto a la escena, a lo que he denominado la obsenalidad Nosotros somos a priori gente civilizada, inclusive muy bien educadas; sin embargo entre las personas bien educadas y “bien en todo aspecto” he encontrado personas que cuando se perturbaban sus costumbres y en particular sus “pequeños hábitos”, podían conducirse con falta de delicadeza, inclusive con la más extrema violencia. Dicho de otra manera, personas “bien educadas”,”como ustedes y como yo” cuando se perturban sus pequeños hábitos pueden comportarse de una manera que nos deja atónitos.
En los hechos, cuando nosotros perturbamos los hábitos de alguna persona, actuamos sobre los automatismos que le dan una seguridad narcisística, nos muestra lo que liga sus pequeños hábitos a su personalidad: la pulsión de muerte. La reacción violenta tiene como objetivo destruirnos en tanto intrusos, protegiendo así al sujeto de la pulsión de muerte desligada de la compulsión de repetición. Aquí nosotros no estamos en presencia de agresividad como se cree muy a menudo, pero si en presencia de destructividad. Se trata de borrar, aniquilar el intruso perturbador, que conmueve la homeostasis necesaria del espacio psíquico del sujeto.
El perturbador no es un rival, un opositor, que uno puede suplantar por la agresividad ligada a la utilización de la compulsión de repetición por la Pulsión de vida, se vuelve un intruso que hay que destruir de tal manera que no perturbe más el trabajo tranquilo de la pulsión de muerte; y eso es válido tanto para el individuo como para el grupo. Desde este punto de vista el racismo, la xenofobia, forman parte de los vínculos de pertenencia de todos los grupos; su perduración muestra la existencia de perturbaciones fundamentales de la pertenencia o de la organización simbólica de los sujetos, los grupos, las colectividades, las sociedades o las civilizaciones.
Cuando presentamos el problema en términos de escena que no tienen más objeto, nos damos cuenta que el vínculo psíquico subjetivo o colectivo está primero.
Nosotros arribamos siempre a un vínculo colectivo ya existente y tejido por los hábitos. Hábitos que compartimos todos, pero también hábitos que en los tiempos inmemoriales sirvieron a nuestra supervivencia. Los códigos imaginarios y las leyes simbólicas que han tejido nuestros antepasados son las marcas mnésicas de estos vínculos originarios. Es por ellos que va a pasar lo transgeneracional.
Podemos dar un ejemplo bastante simple: ustedes saben quizás que el vínculo de amor es un vínculo muy frágil. El amor puede aparecer y desaparecer. Por el contrario el odio, la destructividad atraviesa las generaciones sin ningún problema; lo que Winnicott ha denominado como la relación de venganza. Cuando los grupos sociales están en una relación colectiva de intercambio, con sus hábitos, sus estilos, ellos están en una oposición de escenas con escenas.
Cuando los grupos constituidos (familias, comunidades, colectividades, sociedades…) se comprometen en un intercambio, están en un intercambio de escena a escena donde cada grupo dirige a otros sus objetos potenciales. Estos objetos (objetales objetaux) intermediarios se inscriben en el espacio potencial de cada uno, y en este espacio potencial. Si a través de juegos y/o de apuestas (enjeux) la transicionalidad se instaura en este espacio potencial suficientemente compartido, los grupos experimentan la posibilidad de estar en un vínculo de intercambio. Si esta potencialización, esta transicionalisación fracasa la muerte retoma sus derechos a través de los confrontamientos. Nosotros podemos observarlo muy bien en los grupos de adolescentes, cada uno de los grupos delega hacia el otro los portavoces, porta imágenes y son éstos que son enviados uno hacia el otro. Hay un ejemplo muy conocido, es el de Romeo y Julieta; pasa a menudo como en Romeo y Julieta en los grupos de adolescentes. Los adolescentes, que han sido enviados como portavoces, representan las herencias culturales y familiares, las escenas de pertenencia para los otros. Si ellos comienzan a desarrollar su autonomía, cuando por el hecho de su ubicación y de su función ellos son atraídos uno hacia el otro, el grupo o los grupos los rechazan, es así como nacen muchos de los primeros amores. A diferencia del mito de romeo y Julieta, no se los mata, pero se los excluye del grupo. El mito muestra entonces esta dimensión mortífera en acción, cuando por la alianza de dos portavoces, los hábitos, escenas y herencias de los grupos se encuentran obligados a modificarse y distribuirse de forma diferente. Volvemos a encontrar de otra manera lo mismo, cuando alguien llega atrasado, y formula una pregunta acerca de la cual ya hemos hablado, siempre habrá alguien que le dirá: “Tenías que llegar en hora, tenías que estar ahí, lo que equivale a decir: si no estuviste es como si estuvieras muerto para nosotros”. Este movimiento pertenece a la misma dinámica de la parte mortífera del encuadre. Sin duda esto evoca recuerdos en algunos de ustedes.
¿De hecho, qué ha pasado? Cuando los objetos no son confiables, o se viven como no fiables, o cuando los objetos desean vivir su propia vida para ellos mismos como sujetos, (como en el caso de Romeo y Julieta); entonces los grupos en conjunto toman venganza con esos objetos, (como en el marco del participante que llegó tarde o de Romeo y Julieta), o los grupos intercambian el daño causado por la pérdida del objeto y ellos se matan, se autodestruyen entre sí.
Cuando se intercambian objetos y estos fallan o son rechazados; se intercambia la falta causada por la pérdida del objeto en la escena. Cuando ustedes dirigen un objeto psíquico hacia alguien, ustedes pierden algo. En ese momento se ingresa a la forma antisocial del intercambio. Cuando no se puede intercambiar objetos lo que se intercambia son los daños. Esta forma de intercambio es conocida bajo la forma primitiva de ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente. Y si ustedes tienen un incremento en una sociedad antisocial, para un ojo los dos ojos, por un diente todos los dientes. Winnicott había comprendido muy bien el mecanismo psíquico de la venganza.
Esto se conoce bien a nivel antropológico. En todas las sociedades que se encuentran en situaciones en las cuales sus integrantes piensan que están en un momento de supervivencia crítica, es decir, donde toda pérdida de un objeto (simbólico) puede acarrear una amenaza radical para su supervivencia, ellas desarrollan vínculos de venganza.
Una cosa que no es muy conocida, quizás mas aquí, pero no en Europa, el 80% de los crímenes en negros americanos es cometido por negros americanos. Nosotros tenemos el mismo problema en los suburbios, en Europa. Las agresiones que se producen entre gente que es también pobre, que son tan pobres los unos como los otros.
Lo que vemos ahí, es que cuando la relación de objeto fracasa, una de las soluciones más frecuente de un sujeto o de un grupo de sujetos, es tratar toda la escena como un objeto psíquico. Esta es la relación de obsenalidad. Es decir que la vida interior se desparrama sobre la escena social.
Esto es en sí capital para comprenderlo, porque si uno piensa las cosas de esta manera, puede imaginar un tratamiento psíquico de estos sufrimientos. No tuve ese coraje pero varios estudiantes de Doctorado, a partir de estas hipótesis, han ido a trabajar en el terreno con los SDF (sin domicilio fijo). La hipótesis es la siguiente: cuando el objeto vuelve a faltar por una razón u otra, cuando el sujeto no puede apropiarse de una parte de los elementos de la escena psíquica bajo la forma de objeto, va a apropiarse de la escena entera como su objeto personal.
Las patologías narcisisticas se articulan alrededor del hecho de que el sujeto toma la escena entera como su propio objeto imaginario. En ciertas situaciones repetitivas el vínculo narcisista es arrancado de manera regrediente a la organización simbólica. Retomemos el texto de Freud; “La Negación”; ustedes saben que Freud decía que el objeto no es jamás encontrado, el es siempre reencontrado. Nosotros estamos en presencia en esta situación, de una posibilidad de diferenciación entre organización psíquica y psicopatología.
Cuando el objeto es reencontrado, cuando la experiencia de reencuentro se repite regularmente, cuando el objeto por este hecho pierde su carácter intrusivo ligado a la falta de preparación del sujeto, se llega a aquello que se denomina la permanencia del objeto. Esto no debe hacernos olvidar que esta permanencia del objeto se produce sobre un fondo de compulsión de repetición. Entonces un trabajo discreto, secreto de la pulsión de muerte, aporta la garantía de la inmovilidad suficiente que permite los reencuentros. Por el contrario, si el objeto no es reencontrado, o si permanece como un intruso psíquico, aquello que va a advenir no es un objeto ligable psíquicamente, sino la compulsión de repetición en estado puro y esto es justamente un no-objeto. La compulsión de repetición mantiene un vínculo de constancia cada vez que el vínculo de permanencia no se puede constituir. Esta constancia, es la constancia del empuje de la pulsión hacia la conciencia que mantiene una escena, que en todo sentido es anobjetal.
Esta es la situación en la cual la pulsión crece en el mismo lugar y sin límite, amenazando permanentemente al yo del sujeto con el derrumbe. Las patologías narcisisticas son una tentativa de repuesta a esta situación: el cara a cara narcisista es la consecuencia del fracaso de esta tentativa repetida de encontrar los objetos. Este punto de división se observa muy bien en la dinámica de las psicoterapias; cuando el paciente pasa de un montaje escénico de la transferencia a un montaje objetal de la transferencia.
Lo que intento mostrarles es esencial para la psicoterapia familiar: la predominancia de una concepción identificatoria concebida a partir de la neurosis, constituye a veces un obstáculo importante. Frecuentemente olvidamos plantear la pregunta central en la construcción del dispositivo de la cura (individual) de la identificación histérica de Freud. Esta cuestión nos permitiría interrogarnos sobre la manera en como se construyen nuestros dispositivos. Aquellos que he construido por ejemplo, para permitir la psicoterapia de los antisociales, en la institución donde trabajaba, forman parte de mi identificación antisocial con los antisociales. Uno puede escaparse de eso, mas vale reconocerlo y comprender como se lo maneja mejor, que creer en la pureza de nuestros dispositivos psicoanalíticos, aquello que nos confronta tarde o temprano a los impases transferenciales más importantes.
Voy a hacer una comparación tomada de los deportes en aguas abiertas. En nuestros ríos torrentosos europeos, si ustedes se bañan en estos ríos e intentan remontar la corriente, al cabo de muy poco tiempo, se encontraran reenviados mucho más abajo. Si quieren cruzar enfrente y no navegar contra la corriente, más bien se ubican en un pequeño ángulo (aproximadamente de 20 grados), es la misma corriente la que los va a llevar a la otra orilla. Sucede lo mismo con nuestros dispositivos que están inmersos permanentemente en el empuje de la pulsión. Todo dispositivo supone que aceptamos reconocer la realidad psíquica a la cual ellos se dirigen, pero además el dispositivo debe ponerla en escena, de la misma manera como S. Freud lo hizo con las neurosis.
Hace treinta años, cuando comencé a trabajar con pacientes antisociales, una cierta vergüenza me invadió porque todo el mundo me decía que no era psicoanálisis, no era psicología lo que hacía, era nada. Me sentía muy avergonzado con respecto a mis colegas. Tardé años antes de comprender que esta vergüenza que yo sentía con mis colegas, era la parte del ataque antisocial que yo no quería reconocer, pues para trabajar con ellos debía desarrollar la idea de que no eran unos crápulas peligrosos sino pobres victimas de una sociedad que los martirizaba, que martirizaba a sus padres, y que podía ser quizás que un día me martirizarían a mi. Es por esa inversión de una vivencia en común experimentada como victima, que yo tenía esta identificación necesaria que me permitió continuar el tratamiento con estos pacientes, aunque a veces nos aterrorizan psíquicamente.
Yo me mentía a mi mismo, porque en el fondo, no creía que algún día la sociedad me martirizaría; pero estas mentiras contenían una verdad, es que ellas permitían la invención de una escena suficientemente común pero invertida: somos todos las victimas de un enemigo común (la sociedad capitalista quizás). Nuestras desmentidas contienen siempre una parte de verdad, pues sino no serían eficaces. Lo que yo no entendía era que mis pacientes antisociales estaban maltratándome y mis colegas no soportaban verme de esa manera maltratado, porque ellos mismos pensaban que cuando ellos tenían pacientes como estos, también podían ser maltratados. Era victima en la medida en que estos pacientes me conducían a pensar que si trabajaba de esta manera era porque yo era malo. Entonces aquello que descubrí es que si uno va a trabajar con estos pacientes, debe aceptar ser manipulado.
La cuestión no es saber, si se es o no manipulado, pues de todas maneras uno es manipulado. El problema es saber cómo es manipulado. Si uno se lo plantea en estos términos, nuestro dispositivo interno se vuelve diferente. Por ejemplo, lo que muchas veces me sirvió en los tratamientos individuales con estos pacientes fue mi formación en el psicodrama psicoanalítico.
Comparto con René Kaës la idea de que nuestro psiquismo está constituido por grupos internos. Pienso que las fantasías originarias en particular, pero todos los grupos internos (relaciones de objeto, complejos familiares, identificaciones, imagos, imagen del cuerpo propio), son el encuadre imaginario de nuestro psiquismo. Cuando por ejemplo las fantasías originarias funcionan, lo hacen secretamente, discretamente. Cuando disfuncionan, la seducción se vuelve por ejemplo: prostitución, adicción; la castración se vuelve violación, vandalismo; y la escena primitiva se vuelve asesinato. Todas las fantasías originarias tienen un anverso y un reverso y los antisociales, en particular, van a manifestar continuamente en reverso las fantasías originarias. Por ejemplo, se puede mostrar muy fácilmente que si la prostitución es el oficio más viejo del mundo, incluyendo situaciones excepcionales como las prostituciones religiosas; y si la relación con una sustancia excitante como el vino, el alcohol, las drogas etc., es tan antigua como la prostitución, es porque ellas están en vínculo directo con la dimensión estructurante e intrusiva de la fantasía de seducción.
Si nos desarrollamos normalmente es porque además de la presencia de nuestra madre, su entorno, la escena psíquica que está constituida alrededor de ella; fue porque nuestra madre ha sido autorizada a seducirnos suficientemente. Esta seducción nos permite la experiencia de lo que Piera Aulagnier denominaba:
– El amor necesario, aquel que nos da ganas de sobrevivir a nuestro desvalimiento originario.
– El amor suficiente que, más allá de la supervivencia, nos da ganas de vivir, pero también es una cosa escondida desde la formación del mundo.
– El deseo necesario. Nuestra madre nos ha seducido suficientemente, sexualmente, para luego poder desarrollarnos y multiplicar las experiencias hacia objetos nuevos.
Volvemos a encontrar aquí, la teoría de la seducción generalizada tal como fue propuesta por Jean Laplanche. Uno encuentra aquí también la cuestión del apuntalamiento en Freud.
Aquello que yo deseaba presentarles y que es importante, como ciertos autores argentinos como José Bleger lo han mostrado, es el encuadre social, nuestro encuadre inconsciente de hábitos son depositarios de contenidos muy antiguos y estos contenidos muy antiguos son las fantasías originarias (seducción, castración, escena originaria), los complejos familiares (destete, intrusión, castración).
Contrariamente a J. Lacan que en 1938 presenta los tres complejos familiares: el complejo de destete, el complejo de intrusión, y el complejo de Edipo, yo pienso que los tres complejos familiares son: destete, intrusión y castración que son retomados luego por un metacomplejo que es el Complejo de Edipo.
Todos estos grupos internos: fantasías originarias, complejos familiares, relaciones de objeto, imagos, identificaciones, imágenes del cuerpo; son las articulaciones resignificadas (après-coup) de esta relación escénica originaria. La idea general, y es eso lo importante, es que el límite entre el interior del sujeto y el exterior del mismo, no es un límite ligado a su corporeidad, sino que está constituido incesantemente en un posicionamiento a través de una escena preexistente y constante en la cual el sujeto se construye como sujeto. Se gana mucho en comprensión cuando se pasa de la noción de objetalidad a la noción de escenalidad (scenalité) y su forma patológica que es la obsenalidad (obscénalité). Lo que yo he descubierto a través de la forma patológica de obsenalidad (obscénalité), es como esta escenalidad originaria, primitiva o primaria, existe también en cada uno de nosotros y yo espero haberles hecho compartir en parte esta experiencia.
Ezequiel Jaroslavsky:
Es un poco tarde. Desearía agradecer muy especialmente a Bernard Duez por su conferencia tan interesante y creativa y esperamos volverlo a ver próximamente entre n nosotros.
Agradezco también a los colegas aquí presentes. Y por último agradezco a nuestra colega Carole Lagomarsino por su colaboración en la traducción simultánea.
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Conferencia dada en la Asociación Argentina de Psicoanalistas de Familia y Pareja, el 12 de abril de 2007, Buenos Aires.
Bernard Duez
Profesor en la Universidad Lumière-Lyon 2, Francia.
Traducción del francés realizada por Ezequiel A. Jaroslavsky
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